_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El país de la casualidad

No es casual el deterioro de la sanidad pública en España, tampoco lo es la exclusión de los inmigrantes sin papeles

Carla Guimarães

Según la R.A.E., “casualidad” es una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar. Casualmente nací en Brasil. Quizás, si pudiera elegir, me hubiese gustado nacer en otro país, no sé… Pero como no pude opinar sobre este asunto, vine al mundo donde dictó el azar: en la ciudad de Salvador de Bahía, y más específicamente en el Hospital Portugués. También fue una casualidad haber nacido en una familia con recursos, que pudo pagar mis estudios en un colegio privado (infelizmente la enseñanza publica en Brasil es lamentable) y, más adelante, en una universidad concertada. Si dejamos de lado mi merito personal, la casualidad fue quizás uno de los aspectos más relevantes a la hora de establecer mis oportunidades frente a otros miles de brasileños que, casualmente, nacieron en hogares con menos recursos. También fue la casualidad que me hizo conocer a Jane.

Jane nació en Gambia, en una familia de escasos recursos. Se casó muy joven con un hombre a quien conocía poco. A partir de este momento, dejó de ser una carga para su familia y pasó a ser un problema para su marido. Jane no sabía muy bien por qué, pero su esposo siempre estaba enfadado, nada de lo que ella hacía estaba bien. Él empezó a pegarla a los pocos meses de casados y la violencia se convirtió en una rutina. Su familia le aconsejó aguantarlo, pero el día que él le arrojó una olla con agua hirviendo encima, Jane decidió huir. Se fue a Marruecos por voluntad propia, no por casualidad, y jamás pensó que un día terminaría en España. Tampoco fue la casualidad lo que le trajo a la costa de Almería, sino una llamada de su marido amenazándole de muerte. ¿Cómo la había encontrado en Marruecos? Jane nunca supo responder a esta pregunta. Presa del miedo, buscó sitio en una patera y desembarcó en España a finales de 2010. Hace ya más de un año que está en un centro de acogida a la espera de una decisión de la justicia sobre su situación legal en el país. Jane solicitó ser acogida como refugiada, ya que regresar a Gambia sería su sentencia de muerte.

Casualmente me encontraba en Madrid a mediados de agosto, cuando me llamaron de una ONG donde colaboro. Querían que fuera a traducir a Jane, que no hablaba bien español. Tenía que recogerla en el centro de acogida y llevarla a un hospital para una consulta medica. Ella tenía fuertes migrañas, tanto, que un día llegó a desmayarse del dolor.

Jane aún no tenía una tarjeta sanitaria, solo un resguardo. Se supone que ya deberían haberle enviado la tarjeta, pero ella temía lo peor. Jane estaba en tierra de nadie, en el limbo reservado para los que están en trámite, los que están a punto de ser legales o ilegales. La espera por una respuesta era exasperante y la posibilidad de que esta respuesta fuera negativa era quizás una de las causas de sus terribles migrañas.

No es casual que los que imponen los recortes al resto de los españoles pertenezcan a las clases privilegiadas

Tuve que acompañarla dos veces al mismo hospital. La primera vez ni siquiera llegamos a ser atendidas. Tardamos mucho en una cola para coger la cita de Jane y uno de los médicos salió de su consulta para explicar que ya no podía verla hoy. No podía atender a nadie que llegara tarde, pues no daba abasto con el número de pacientes que tenía que ver al día. La segunda vez tuvimos más suerte, la cola era menor y una doctora muy simpática estuvo casi media hora con Jane. A la salida, mientras cogíamos citas para hacer los exámenes que la médico solicitó, una funcionaria del hospital llamó la atención sobre la fecha del resguardo de Jane. Estaba caducada. El resguardo ya no era valido y, sin la tarjeta, ya no podrían atenderle. Nadie había notado este detalle. Fue por pura casualidad que Jane consiguió ser atendida este día. Para las demás citas, tendría que esperar en el limbo, a ver si le enviaban la tarjeta, a ver se le concedían o no un derecho fundamental.

No es casualidad el deterioro de la sanidad pública en España, tampoco lo es la exclusión de los inmigrantes sin papeles. Es fruto de una ideología donde prima el azar por encima de la igualdad de oportunidades. Si todos tienen acceso a las mismas oportunidades, es el esfuerzo o el talento personal lo que nos va a diferenciar. Cuando prima la desigualdad es la casualidad lo que, en gran medida, va a definir nuestro destino. La casualidad de haber nacido en una familia con recursos y la casualidad de haber nacido en España. A los pobres y sin papeles les quedará la caridad, que según un epígrafe de la R.A.E es la limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados. Algo que sí está bien visto por los ideólogos de la casualidad, porque es otra forma de recalcar que hay unos (los caritativos) que son superiores a los otros (los necesitados).

Cuando emigré a España lo hice por voluntad propia. Y no porque no me gustara vivir en Brasil (tuve la suerte de tener una vida muy feliz allí), sino porque decidí ponerme en una situación donde la casualidad no jugara a mi favor. Jane también lo hizo por voluntad propia y por el motivo opuesto al mío. No creo que Jane espere la caridad del gobierno, sino la igualdad de oportunidades que no encontró en su país natal y que, en poco tiempo, tampoco encontrará en España. No es casualidad que los que imponen los recortes al resto de los españoles pertenezcan a las clases privilegiadas.

Carla Guimarães es guionista y escritora.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_