La tristeza del exilio
Tristeza, eso es lo que sentí cuando llegué el pasado domingo de nuevo a Berlín (vivo aquí desde julio de 2010), después de dos semanas de vacaciones en “mi tierra”, Valencia. Tristeza porque no me queda más remedio que vivir aquí, al igual que cuatro de mis amigos, que viven en distintos lugares de Europa. Tristeza por la tristeza de la gente en Valencia, porque otra vez nos toca irnos a los mismos. ¿De qué nos sirven ahora “el aeropuerto para las personas” de Castellón, el “negocio” de Terra Mítica, la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Calatrava, etc.? Tristeza por comprobar que tanto la televisión como la radio nacional española se han convertido en un aparato de propaganda, que ya no están los buenos periodistas. Aunque la rabia es la emoción adecuada para encontrar la fuerza que impulse un cambio, lo que sentimos es tristeza.— José Luis Pérez Martienssen.
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