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Columna
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Los dos fatigados

En este ruido de relojes estropeados, se habla mucho de “separatistas” y muy poco de los “separadores”

Manuel Rivas

Cuanto más a la derecha, en el espectro ideológico del dial de la radio, más jaleaban los resultados de las elecciones catalanas. Montilla y su coalición, el calamitoso tripartito, el demoníaco Carod, el ansiolítico del nuevo Estatut, todo se había ido al carajo. ¡Qué alegría, qué jolgorio, qué frenesí! Los que habían azuzado al boicot a los productos catalanes, brindaban con cava por el gran acuerdo que ya se oteaba en el horizonte. La derecha catalana nacionalista y la nacionalista derecha española, otra vez del ganchete, con un destino común en lo universal: hacer de los servicios públicos un negocio privado. Lo recuerdo bien. Escuchaba perplejo. ¿Cuántos siglos de ignorancia acumulada hablaban por aquellas bocas que se mofaban del federalismo, la nación de naciones y el Estado plural? Y llegó la felicidad calculada. El matrimonio de conveniencia. El partido de Rajoy apoyaba a Arturo Mas en Cataluña, y el partido de Mas apoyaba a Mariano Rajoy en el Congreso. Hasta que se desató este Tardor, el otoño catalán, y en un calendario político de vértigo con próximas elecciones en Galicia y Euskadi. En este ruido de relojes estropeados, se habla mucho de “separatistas” y muy poco de los “separadores”. Una parte de la desafección catalana tiene su causa en las campañas tóxicas de los separadores, que parecen fundamentar su identidad en el anticatalanismo. Otra causa, y creo que no la menor, es la castración de la idea federal de España. El federalismo, como el genuino liberalismo, tiene hondas raíces hispanas, pero fue talado por las sucesivas turbas autoritarias. Cuando te declaras federalista, de todas partes saltan jubilosos caníbales: “¡Ya tenemos churrasco!”. ¿Cómo es posible que Rajoy y Mas se fatiguen en dos horas? ¿Qué clase de erotismo es ese? ¿Se les ha elegido para solucionar conflictos o empeorarlos? ¿Se han preocupado de debatir los modelos federales que funcionan? ¿O solo leen sus propios discursos, escritos en 1898?

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