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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Decisiones mediocres

El BCE se queda corto en la bajada de tipos y frustra con la falta de nuevas rondas de liquidez

El discurso y las decisiones de Mario Draghi han dejado la incómoda sensación de que el Banco Central Europeo (BCE) no está conectado a la compleja realidad que viven las economías de la zona. El descenso de un cuarto de punto en el tipo de referencia, hasta dejarlo en el 0,75%, parece un paso valiente, puesto que sitúa el coste del dinero en el mínimo histórico del euro, pero palidece si se compara con el medio punto de tipo en Reino Unido o el coste del dinero próximo a cero en el área del dólar. Si ninguna economía europea se libra del riesgo de empeoramiento, ¿por qué bajar el coste del dinero solo un cuarto de punto? La rebaja se atiene estrictamente a lo descontado por los mercados, que hubieran agradecido y reconocido una reducción mayor.

La decisión de eliminar la retribución a los depósitos en el BCE es un intento de que fluya el dinero de los bancos hacia las empresas, pero probablemente tendrá pocos efectos inmediatos. La medida es correcta, pero los inversores solo se preguntan por qué no se hizo antes y se permitió que el banco ofreciese una rentabilidad mayor a los depósitos que la que retribuye el bono alemán.

Pero lo que verdaderamente ha decepcionado a las instituciones y a los mercados (la deuda española ha vuelto a una prima de riesgo de 544 puntos) es el anuncio de Draghi de que no se han discutido medidas “no convencionales”. Pues bien, lo que requieren la recesión y las tensiones en la deuda española e italiana son precisamente medidas no convencionales. Por ejemplo, nuevas rondas de liquidez y la declaración tajante de que el BCE está dispuesto a defender la estabilidad de los países afectados por la desconfianza de los mercados. Porque las posibilidades abiertas en la cumbre de junio (rescates bancarios, unión fiscal y bancaria) no podrán concretarse si el coste de financiación de España se hace insostenible.

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Draghi tenía un ejemplo perfecto en la subasta española celebrada ayer. El Tesoro colocó bonos a 10 años al 6,5%. A grandes rasgos, una rentabilidad tan elevada significa que las empresas españolas no tendrán fácil encontrar financiación por debajo del 8%. Pero ningún proyecto empresarial, en una economía que probablemente se contraerá este año en torno al 2%, puede presentar expectativas de rentabilidad compatibles con esa exigencia financiera. Y, por tanto, no hay condiciones para una recuperación de la economía ni este año ni el próximo; esta circunstancia erradica cualquier confianza inversora en España. La condición inexcusable para alcanzar una fase de crecimiento es bajar el diferencial de deuda.

Pero el BCE o sus inspiradores ortodoxos parecen no aceptar la conexión elemental entre financiación y crecimiento. Mientras la Reserva Federal se esfuerza en bajar el coste de la deuda a 10 años, que es lo que hay que hacer, y el Banco de Inglaterra inyecta casi 60.000 millones de euros en el sistema, el BCE invoca el fantasma de la inflación. ¿Por qué?

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