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Profesores que trabajaron años en otra cosa antes de dedicarse a la docencia: “Es algo bueno y cada vez lo será más”

España es uno de los países donde más docentes pasan por otros oficios antes de dar clase en secundaria, una experiencia que los expertos consideran positiva

Ignacio Zafra

Antes de convertirse en profesora de Lengua castellana y literatura en Cantabria, Ticiana Domínguez, de 37 años, trabajó en un supermercado, atendió a peregrinos del Camino de Santiago, estuvo empleada en una residencia de mayores y en una asociación de personas con discapacidad intelectual. Su caso no es raro. España es uno de los países desarrollados donde más profesores de la ESO y Bachillerato llegan a serlo después de haber pasado bastante tiempo (al menos seis años) trabajando en actividades sin relación con la enseñanza, según reveló hace unos días el estudio TALIS, elaborado por la OCDE. La proporción alcanza en España a 4 de cada 10, un 33% más que el promedio de dicha organización, formada mayoritariamente por países ricos. A primera vista, el dato puede parecer negativo. Pero ni los docentes llegados al oficio desde otros campos laborales, como Domínguez, ni otros expertos en educación lo ven así. Más bien al contrario.

“Es muy beneficioso que los profesores tengan experiencias auténticas en el mundo real para el que están preparando a las nuevas generaciones. Y cada vez más, los jóvenes buscarán esa autenticidad en sus docentes”, vaticina Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE y creador del Informe PISA, la mayor evaluación educativa internacional. “En un mundo marcado por la inteligencia artificial, la enseñanza va a estar cada vez menos centrada en transmitir conocimientos para convertirse en una actividad más social y relacional, que requerirá entender quiénes son los estudiantes que tengo delante, en quién quieren convertirse, y cómo acompañarlos en ese camino. Y haber trabajado en el mundo real puede ayudarles a transmitir esa autenticidad, establecer una conexión emocional y actuar como mentores”, añade Schleicher.

Que la enseñanza no fuera el plan inicial de buena parte del profesorado no tiene, por otra parte, por qué ser malo, apunta Jesús Manso, hasta hace poco decano de la Facultad de Educación en la Universidad Autónoma de Madrid. “A la docencia se puede llegar con mayor o menor vocación, y no es determinante para ser un buen docente: la vocación se conquista, se cultiva o incluso se pierde en el día a día de las clases. Y muchas veces, esas trayectorias previas aportan madurez, motivación renovada y una mirada más amplia sobre la educación y su sentido social”, afirma. Incorporarse a la enseñanza requiere, afirma Manso, una transición “bien acompañada” desde los centros educativos. “Pero quienes llegan desde otros ámbitos suelen traer consigo competencias profesionales diversas y una comprensión más práctica de los aprendizajes que pueden enriquecer la enseñanza, especialmente en secundaria”, añade.

Trabajo en equipo y comunicación

Durante 15 años, Amparo Jiménez, que ahora es profesora de Biología en un instituto público de Valencia, se dedicó a elaborar proyectos de planificación territorial y protección del paisaje. “Aquel puesto requería mucho trabajo en equipo y de coordinación. Y también de comunicación: a la hora de explicar un proyecto a la población tenías que preparar gráficos, planos y presentaciones pensando bien el mensaje que tenías que transmitir. Eso me ha ayudado mucho, por ejemplo, a preparar las unidades didácticas, y a destacar lo importante en que se tiene que centrar el alumno”.

Para entender por qué en España el porcentaje de profesores con experiencia en otros sectores es superior a la media del mundo desarrollado no hay que mirar solo al sistema educativo, cree Ainara Zubillaga, directora de Educación de la Fundación Cotec, sino al conjunto del cuadro. “También tenemos un contexto laboral con mayor incertidumbre y peores condiciones de trabajo” señala. En ese escenario, prosigue, la enseñanza, pese a ser un oficio complejo y tener inconvenientes que suelen reflejar las encuestas, ofrece unas condiciones de empleo atractivas para muchos profesionales con estudios universitarios, además de incluir el componente de la relación con los chavales que puede ser motivador. Algo que Jesús Manso describe como un trabajo con “propósito y sentido vital”.

El porcentaje español de profesores con experiencia laboral previa en otros sectores no solo es elevado para la media del mundo desarrollado ―en un arco en el que los mayores niveles se dan en países como Australia y Estados Unidos, y, los menores, en lugares como Corea y Japón)―, sino que también ha crecido mucho en 11 años. En concreto, un 40% desde 2013 (que es el año más antiguo que permite consultar el estudio TALIS). “La gran crisis económica, que se empezó a notar sobre todo a partir de 2011, hizo que muchas personas que en principio no tenían previsto dedicarse a la docencia vieran en ella un refugio laboral”, afirma Anastasio Pineda, de 56 años, presidente de la asociación de directores de institutos públicos de Andalucía. Desde entonces, Pineda ha visto a numerosos profesionales de otros ámbitos llegar a su centro educativo de Sevilla buscando, entre otras cosas “estabilidad y un horario laboral razonable con la vida familiar”.

Ambos factores son citados por la media docena de profesores procedentes de otros oficios consultados para este reportaje. Es decir, no son los únicos, pero todos coinciden en ellos. Como Laura Otero, de 39, que trabajó ocho años como guía de cetáceos en Azores, Tenerife y Baja California, y ahora enseña Biología en Galicia. “Mi trabajo era muy bonito, pero también muy exigente físicamente, tenía una gran temporalidad y me obligaba a estar lejos de mi familia. Las condiciones de trabajo como profesora me han proporcionado una estabilidad que no había conocido”, afirma.

Casi imprescindible

Si para ser docente en la ESO o Bachillerato es útil haber pasado por otros empleos, Ainara Zubillaga cree que para serlo en FP resulta casi imprescindible. “Hay cosas en Formación Profesional que es muy difícil enseñarlas si no has formado parte del mundo laboral. Evidentemente, hay elementos importantes en la FP más allá de la formación práctica, sobre todo en el marco actual que está replanteando estos estudios para hacerlos más completos y globales. Pero en todas esas cuestiones la vinculación con el mundo laboral es fundamental”. Hay buenos profesores, agrega Enrique Pazo, director de un instituto de Formación Profesional en Ferrol (A Coruña) tanto entre los que primero trabajaron en otra cosa como entre los que siempre se dedicaron a la docencia. “Pero estos últimos tienen que hacer estadías en empresas para poder aportar lo mismo”, afirma.

Durante dos décadas, antes de sacarse la plaza de profesor de FP, en la que enseña en ciclos de jardinería, agricultura ecológica, paisajismo y gestión forestal, Xesco Girón, de 48 años, trabajó como enólogo e ingeniero agrícola en bodegas valencianas. “Gran parte de mi experiencia profesional de aquella época tiene relación con los contenidos que explico en clase, como la botánica, el riego, la fertilización, la topografía y cartografía, el suelo, el clima… Y eso me ayuda a hacer más práctica la teoría. Me he dado cuenta de que al alumnado le parece más interesante cuando planteo un contenido teórico con ejemplos que he vivido. Y también me sirve para saber qué parte de la teoría será más importante en su futuro laboral, y a enfocarme en ella”.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.
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