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América Latina
Tribuna
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Educación híbrida: de la emergencia a la transformación

La adopción acelerada de tecnología en la enseñanza debe servir para aumentar la calidad de los aprendizajes sin excluir a los estudiantes más vulnerables

Una clase del colegio público Conde Luiz Eduardo Matarazzo, en Sao Paulo, el mes pasado.
Una clase del colegio público Conde Luiz Eduardo Matarazzo, en Sao Paulo, el mes pasado.AMANDA PEROBELLI (REUTERS)
Mariano Jabonero Blanco Mauricio Claver-Carone

Hace poco más de dos años que las escuelas en casi todo el mundo cerraron por la pandemia, inaugurando el mayor experimento natural en la historia de la educación.

Hoy tenemos una idea inicial de los resultados. Para alumnos de bajos recursos —como los 60 millones de estudiantes en América Latina y el Caribe que carecen de internet— la pandemia fue una catástrofe.

Pero para quienes estaban conectados y tenían computadoras o al menos un teléfono móvil compartido, los encierros llevaron al testeo intensivo de una enorme variedad de prácticas —algunas improvisadas, otras tradicionales— de aprendizaje híbrido. Aunque estos estudiantes también sufrieron las consecuencias sociales, psicológicas y educativas del aislamiento, los que contaban con maestros formados en el uso de plataformas digitales y cuidadores capaces de apoyarles en las tareas no perdieron tanto terreno. Algunos alumnos, incluso, descubrieron nuevas y mejores maneras de aprender.

Aunque la presencialidad sigue siendo irremplazable, muchos docentes hoy están convencidos que la educación híbrida tiene un enorme potencial para ampliar los espacios de aprendizaje y brindar las competencias que nuestros jóvenes necesitan para prosperar en la era digital.

Pero ¿cómo aseguramos que la adopción acelerada de tecnología en educación aumente la calidad de los aprendizajes, sin excluir a los estudiantes más vulnerables?

Las autoridades deben definir las estrategias para lograr este salto, pero esta transformación no vendrá sólo desde el Estado. Durante los últimos dos años vimos una colaboración inédita entre familias, escuelas, universidades, alumnos y sociedad civil, y ese mismo sentido de corresponsabilidad será esencial para acometer las cuatro grandes tareas de esta próxima etapa.

Primero, dado que no existe un modelo único de educación híbrida, hay que fomentar la experimentación continua para encontrar estrategias adaptadas a las necesidades específicas de cada país, cada región y cada segmento social y de cada nivel educativo. En México, por ejemplo, la Secretaría de Educación Pública está explorando maneras de optimizar su sistema de enseñanza para comunidades rurales y aisladas, fortaleciendo el programa de telesecundaria e impulsando la conectividad comunitaria en sitios públicos.

Segundo, es vital potenciar a los docentes, que, según toda evidencia, siguen siendo el actor más importante de cualquier modelo de aprendizaje. La falta de formación continua para ellos ha debilitado los sistemas de educación en muchos países de la región durante décadas, particularmente en América Latina. Pero la pandemia mostró que los profesores, así como los alumnos, pueden usar modalidades híbridas para fortalecer sus capacidades de manera flexible. En Brasil, se ha formado una alianza entre redes educativas municipales, Sincroniza Educação e Itaú Social, para pilotear una plataforma de formación docente que ofrece segmentos de instrucción sincrónicos y asincrónicos. En 2023 se llevará a cabo una evaluación que proporcionará evidencia rigurosa sobre el uso de modelos híbridos para la formación docente en cada modalidad, y quedará disponible la versión 100% en línea del programa de forma gratuita.

El caso de la educación superior merece una especial atención por el imparable crecimiento de las enseñanzas a distancia en ese nivel educativo. Ese crecimiento requiere desarrollar y aplicar procedimientos de evaluación y acreditación de su calidad, como ya está implementando la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) en algunas de las más importantes universidades de Iberoamérica.

La tercera tarea es asegurar que la enseñanza híbrida sirva para suplementar la educación tradicional con habilidades del siglo XXI y competencias técnicas y socioemocionales demandadas por el mercado laboral. En esta línea, el Instituto Nacional de Formación Docente de El Salvador, en asociación con la ONG colombiana Coschool, está ofreciendo un paquete de webinarios, tutorías grupales y materiales de consulta a más de 3.500 maestros que quieren incorporar el desarrollo socioemocional dentro del aula.

Por último, debemos garantizar acceso universal a internet y cerrar las últimas brechas digitales. El sector privado tiene los recursos y la tecnología para hacerlo, pero solo cuando el Estado impone marcos regulatorios que aseguran inversiones y precios competitivos para todos los niveles socioeconómicos. La iniciativa Internet Para Todos, surgida de un pacto entre el Gobierno de Perú y Telefónica Perú, es una de varias que han mostrado que con políticas innovadoras es posible conectar a las comunidades más remotas de zonas rurales. Ya no quedan excusas para negarle este recurso a toda nuestra juventud, no obstante su situación económica.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la OEI han lanzado una iniciativa que financia estos y otros esfuerzos para ampliar la enseñanza híbrida en la región con una gran comunidad de socios. Si seguimos trabajando juntos, aún podemos lograr que el legado de la pandemia sea un ecosistema educativo más dinámico, flexible e inclusivo.

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