Cambiar el cambio climático
La lección que queda de la experiencia ambivalente de las COPs es que hay que ser prácticos

El 2025 acumula más evidencia del impacto del aumento sostenido de temperaturas en el clima, con olas de calor más severas y alteraciones en el régimen de lluvias que contribuyen a agravar la virulencia de incendios o inundaciones, así como la persistencia de las sequías. También se acerca la trigésima COP, en la que, bajo el auspicio de la ONU, la comunidad internacional busca impulsar tanto la descarbonización que frene la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, como la adaptación al cambio climático.
La distancia entre los anuncios de COPs anteriores y su implementación es un mal presagio para la que se celebrará en Belém (Brasil). Según EMBER, si 133 países acordaron en la COP28 (Dubái, 2023) triplicar en 2030 la capacidad instalada de energía renovable respecto a 2022, a julio de 2025 los objetivos nacionales siguen alineados con doblarla (2,2 veces), sin mejoras relevantes desde 2023. Si los acuerdos de las COPs en asuntos de clara rentabilidad económica no se implementan domésticamente, puede ser que el instrumento no funcione.
Hay diferentes propuestas de reforma que se centran en transparentar las negociaciones y asegurar que las decisiones vengan acompañadas de mecanismos formales de rendición de cuentas (no basta con el repositorio de objetivos nacionales) y de compromisos de financiación; o incluso en pasar de consenso a mayorías para tomar decisiones, en el foro de la COP o en otros ad-hoc.
En todo caso, el cambio parece necesario cuando el multilateralismo que alumbró las COPs está más que debilitado. El Gobierno de EE UU abandonó el Acuerdo de París y tiene en consulta un documento que cuestiona el abrumador consenso científico sobre la relevancia de la actividad humana en el calentamiento global y sobre la severidad de los impactos sociales y económicos del cambio climático. Todo ello para justificar a su apuesta por las energías fósiles frente a las renovables, en sentido opuesto al que con mayor o menor intensidad se dirige gran parte del mundo. En este entorno de creciente divergencia política y de políticas entre diferentes jurisdicciones, resulta lógico que iniciativas globales de la industria financiera como la Net Zero Banking Alliance estén en un proceso de redefinición, pudiendo quedar en un simple repositorio de recomendaciones, muy valiosas, eso sí, para quien las quiera considerar.
La lección que queda de la experiencia ambivalente de las COPs en un entorno geopolítico fragmentado e incierto (y que está para quedarse) es que hay que ser prácticos y pasar de la (¿imposible?) ambición consensuada globalmente sobre múltiples objetivos, a buscar avances específicos entre aquellos países, sectores o empresas realmente comprometidos. Y no por buenismo, si no por una muy interesada búsqueda de resiliencia y rentabilidad a través de la innovación, una palanca que sigue siendo clave.
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