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Geopolítica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Jugar con fuego

Lo importante es saber si Estados Unidos todavía puede contrarrestar el ascenso de China a la hegemonía mundial, o ese momento ya ha pasado

EEUU y China
Maravillas Delgado

Tucídides en su Guerra del Peloponeso escribe que el general ateniense que visitó a los melios, antiguos aliados de los espartanos, para convencerles de que cambiaran de bando, no dio muchos rodeos para explicarles en qué consistía el nuevo orden “internacional”. Simplemente les dijo que era uno en el que “los poderosos hacen lo que pueden y los débiles soportan lo que deben”.

Si a alguien esto le suena a discurso trumpiano, no anda descaminado. También nosotros hemos pasado de golpe desde el mundo unipolar y plano de los años 90 del siglo XX a la era de la rivalidad entre potencias, probablemente en su versión siglo XIX. Por intensa que sea la atención que estamos prestando a las reclamaciones territoriales de la nueva Administración americana —y a las ya conocidas de Rusia y China—, y el interés con el que seguimos las nuevas entregas del folletín de las guerras arancelarias, lo que posiblemente esté en la mente de quienes realmente dirigen este peligroso juego de rivalidades es más profundo: el gran juego es si todavía Estados Unidos puede contrarrestar el ascenso de China a la hegemonía mundial, o ese momento ya ha pasado.

Estamos tan acostumbrados a los relatos que damos por hecho que China lleva ya ganadas varias manos del juego. Puede que así sea, pero hay algunos temas que chirrían en esa narrativa. El primero es que, aunque en dólares de paridad de compra todo parece ya jugado, la brecha entre el PIB de la economía americana y la china en dólares corrientes —los que compran chips, energía y pagan las importaciones— , no solo es muy elevada —un 55% este año— sino que lleva sin reducirse desde hace 20 años. Si, han leído bien: según los datos del FMI, desde 2001 está en 10 billones americanos de dólares y la fecha del sorpasso se retrasa en cada proyección, a veces por la delicada situación de la economía china, a veces por la fortaleza del dólar. La idea de que Estados Unidos metió al zorro en el gallinero permitiendo la entrada de China en 2001 en la Organización Mundial del Comercio encaja mal con estos datos. Peor aún lo hace la solución que se está proponiendo: el problema no es el comercio, sino lo bien que funcionaron las reformas económicas chinas.

Si como yo creen que no todo es economía, no les tranquilizará saber que cuando acudan a indicadores más sofisticados que, como el Índice Elcano de Presencia Global, también miden presencia militar y poder blando, China está todavía lejos de Estados Unidos. Exactamente a 40 puntos porcentuales de presencia relativa global.

El segundo tema que chirría, es que una cosa es que el alarmismo de los americanos por el ascenso de China quizá sea prematuro —o preventivo— y otra que la estrategia de Maga —acrónimo de Make America Great Again, hacer grande otra vez a América— sea irracional. No lo es. Romper el orden internacional que tú creaste puede que no sea la mejor estrategia para el resto del mundo. Desde luego no lo es para la democracia, las libertades, los derechos humanos o la lucha contra el cambio climático. Pero si tú percibes que los costes de dejar que sea tu rival quien te tome la delantera en el cambio de las reglas son más elevados que los que tienes que sufrir por generar aquí y ahora el caos, y además piensas que tu rival va a sufrir más que tú…. la estrategia se puede ver desde el punto de vista del hegemón —término griego para designar al Estado más fuerte— que se ve en declive.

En teoría de juegos se llama dilema del prisionero y desafortunadamente, no es un equilibrio transitorio, ni del que se salga fácilmente. Ni sin riesgos: el hegemón en ascenso también juega y, si tiene capacidad de reacción —como China ha demostrado con Deepseek— sus movimientos pueden alterar la racionalidad de tus cálculos de costes y beneficios. Incluso puede jugar con tus propias armas y llevarte antes de lo que deseas a la confrontación.

Los melios rechazaron el impuesto que les exigían los atenienses y su ciudad fue destruida y sus habitantes vendidos como esclavos. Atenas perdió la guerra, pero la victoria de Esparta fue pírrica: años después las ciudades Estado griegas fueron conquistadas por el padre de Alejandro Magno. Nunca más Grecia volvió a ser el hegemón del Mediterráneo.



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