Turbulencias en Francia: causas y enseñanzas
Los riesgos financieros tienen su origen en una merma de la eficacia del Estado con paralelismos para España
La tormenta financiera que se cierne sobre Francia no parece amainar. En declaraciones recientes, el propio portavoz del Gobierno galo no excluyó la eventualidad de una crisis a la griega, haciendo eco a la desconfianza de los ahorradores que ahora exigen una prima de riesgo próxima a la que soporta la deuda pública del país heleno, y consistentemente superior a la de España.
Es poco probable que la sangre llegue al río: todo apunta a una sobrerreacción de los mercados ante una situación política turbulenta, con un ejecutivo en gran dificultad para consensuar medidas correctivas. Un acuerdo alejaría rápidamente los peores augurios incluso si el ajuste fuera suave, ya que la economía francesa no afronta en absoluto un problema de solvencia sino de indefinición de su estrategia. No obstante, este episodio aporta algunas enseñanzas relevantes para nuestro país.
En primer lugar, los errores de política fiscal tienen un coste elevado. Macron emprendió su primer mandato recortando impuestos con el objetivo de estimular el crecimiento. Y, si bien es un hecho que el peso de la recaudación ha disminuido, el crecimiento ha ido distanciándose de la media europea: Francia capeó la crisis financiera mejor que la mayoría de socios comunitarios mientras que países como España se adentraban en la recesión. El periodo posterior a los recortes tributarios, por el contrario, se caracteriza por un comportamiento discreto de la economía y con síntomas de pérdida de competitividad, como lo evidencia el creciente déficit exterior de Francia tanto dentro del mercado único como fuera de Europa.
Elevar el gasto público sin proceder a reformas de estructura está siendo ineficaz ante el debilitamiento coyuntural, y no sirve para restañar las brechas sociales: esta es la segunda constatación. El todopoderoso Estado francés gasta el 57% del PIB, récord absoluto del ranking europeo. Esto es 7,5 puntos más que la media europea, y 11,5 por encima de nosotros (con datos de 2023). Sin embargo, el hiperactivismo fiscal no se ha acompañado de mejoras en el funcionamiento de las administraciones ni de adaptaciones institucionales, lo que contribuye a explicar el escaso efecto multiplicador en la economía. La paradoja es que la acción pública no consigue disipar el malestar social pese a su elevado coste presupuestario.
Todo ello debería inspirar una reflexión acerca del impacto del fuerte tirón del consumo público observado estos últimos años en España. El desvío es patente: en 2023, el gasto en consumo subió un 5,2% en términos reales, es decir descontando la inflación, trece veces más de lo anticipado en el plan presupuestario. Asimismo, el presente ejercicio se caracteriza por una deriva muy acusada.
Finalmente, la experiencia francesa muestra que es preferible proceder a reformas dilatadas en el tiempo y aplicadas en momentos de auge coyuntural que bajo la presión de los mercados. Francia no tiene más remedio que acometer ajustes para doblegar una espiral de deuda que, a falta de medidas, crecerá inexorablemente. El déficit superará el 6% este año y las previsiones de la Comisión apuntan a que apenas bajaría en los próximos años, a políticas constantes. Ahora bien, la aplicación de medidas restrictivas, incluso de manera consensuada, perjudicará el ya de por sí débil avance del PIB, al tiempo que exacerbará el descontento social.
Solo una acción temprana o preventiva deja espacio para una política económica autónoma, cuya necesidad es ineludible: los pronósticos de guerra comercial coincidiendo con el retorno de Trump al poder amenazan con socavar el margen de soberanía económica. Christine Lagarde aboga por la compra de bienes y servicios producidos en EE UU para disipar el conflicto, pudiéndose interpretar como una señal de pasividad o de renuncia. Es relevante, por tanto, plantear una respuesta a la altura del contexto geopolítico de activismo fiscal. Y esto solo es posible cuando los desequilibrios presupuestarios son todavía asumibles.
Prima de riesgo
El bono del Tesoro francés con vencimiento a diez años cotiza 83 puntos por encima de la referencia alemana, frente a un diferencial (o prima de riesgo) cercano a 50 puntos observado antes de las elecciones del verano. Por el contrario, la prima de riesgo que soporta la deuda española ha descendido ligeramente, hasta posicionarse netamente por debajo de la francesa. Italia registra una tendencia aún más favorable, si bien en este caso la prima de riesgo se mantiene como la más elevada entre los miembros de la moneda única.
Raymond Torres es director de Coyuntura de Funcas. En X: @RaymondTorres_
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