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Macroeconomía
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Balance de una doble crisis

La relajación monetaria se seguiría produciendo en Europa dados sus pobres registros de actividad económica

Kristalina Georgieva
La directora del FMI, Kristalina Georgieva, atienda a los medios tras la reunión anual celebrada en Washington el pasado 24 de octubre.ANNABELLE GORDON (EFE)

Visto con cierta perspectiva, el desenlace de los impactos superpuestos sobre la economía mundial de la pandemia y de la crisis energética que deparó la guerra de Ucrania, aderezados de un contexto geopolítico ciertamente inestable, no deja de ser, para bien, sorprendente. De momento.

Como esboza el informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) publicado esta semana coincidiendo con la cita anual de su asamblea, y aunque queda trabajo por hacer, han revertido los serios daños iniciales en términos de crecimiento económico y posteriores tensiones inflacionistas. Singularmente la escalada de precios, aunque con un grado y un timing desigual según zonas y países. La economía mundial ha alcanzado de nuevo, si no un cierto equilibrio dentro de su comportamiento cíclico, sí al menos un territorio más normalizado.

Aunque destaca el éxito que ha tenido la política monetaria a nivel global para superar la batalla contra la inflación sin generar un daño cíclico excesivo, las perspectivas de crecimiento económico dibujan un comportamiento asimétrico entre Estados Unidos y Europa. En el primer caso destaca una evolución robusta, con un crecimiento cercano al 3% este ejercicio y superior al 2% en 2025, sin que ello cuestione una esperada reducción de los tipos de interés. Relajación monetaria que también se seguiría produciendo en Europa, incluso con mayor justificación, dados sus pobres registros de actividad económica. Sobre todo, los de su principal economía, Alemania, que estará acompañada por el resto de las principales si se exceptúa el excepcional desempeño de España, cuyo crecimiento se pronostica similar al de Estados Unidos en este bienio, muy por encima del entorno del 1% previsto para la eurozona.

En cualquier caso, el entorno es uno de los más complicados en mucho tiempo, y viene marcado no sólo por la situación macroeconómica sino, sobre todo, por los movimientos tectónicos que se están produciendo en la geopolítica global. En los últimos años, y de forma más acelerada desde 2020, estamos asistiendo a un aumento de la fragmentación —comercial y en otras muchas dimensiones— sin precedentes en los últimos 75 años. Esto es paralelo a una erosión de la gobernanza y pérdida de influencia de las instituciones que definen el actual sistema desde la II Guerra Mundial —FMI, Banco Mundial, G7, G20— y a un aumento de episodios bélicos de gran magnitud con riesgo de escalada global. Además, estamos en la antesala de unas elecciones clave para Estados Unidos y para el mundo, pues en función de quién consiga la victoria, podría derivar en un nuevo golpe al ya dañado sistema de reglas y relaciones internacionales prevalente en las últimas ocho décadas. Y todo lo anterior, sin contar con las reformas y ajustes estructurales aún pendientes en muchas economías.

“De momento” es por tanto una expresión obligada al realizar el balance económico de este periodo.


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