Por qué la juventud más precaria paga por los conciertos más caros de la historia
Las actuaciones musicales en directo alcanzan su récord histórico de facturación desafiando los elevados costes de las entradas y la escasez de recursos económicos de las nuevas generaciones
Si hace casi un siglo hubo una era del jazz, ahora vivimos una era de la música en directo. El año pasado, la venta de localidades alcanzó los 578,99 millones de euros, según la Asociación de Promotores Musicales (APM). Esta cifra es récord histórico y supone un 26% más que en 2022. Los analistas explican que es el resultado del bum de la “economía de la experiencia”, pero en el sector, apenas queda lugar para tanta lírica. “La gente joven no puede comprarse una casa, y no ahorra, vive el presente, se ha vuelto más hedonista y les encaja la música en vivo”, reflexiona David Jiménez-Zumalacárregui, director de la promotora de conciertos Heart of Gold.
Recuerda, porque se olvida, que el éxito sólo sostiene a pocos. “El 90% de los grupos pequeños tiene otro trabajo si quiere subsistir”. Ellos proponen salas de unos 2.000 espectadores y entre 20 y 25 euros la entrada. Muestran lo que les gusta (Gigolo Aunts, Eli Paperboy Reed, The Jayhawks o Steve Earle). Incluso recibieron una maqueta del grupo madrileño Vetusta Morla, que ahora llena estadios. La rechazaron. “Programamos música en la que creemos, con nuestros errores y aciertos”, defiende Jiménez. Conoce bien los cambios en la industria. Los intérpretes se han vuelto más dependientes de los ingresos de las giras en los últimos 25 años porque son su principal vía de ganancias.
En 2023, las giras de Manuel Carrasco (365.652 entradas vendidas), Melendi (308.258) y Joaquín Sabina (253.809) ocuparon el escenario, de media, unas 30 veces. La réplica de las voces internacionales sonó con Coldplay (221.140 entradas), Harry Styles (120.534) y Bruce Springsteen (115.850). La banda británica tocó cuatro veces, Styles y el Boss solo dos. Por facturación, Cataluña (152 millones), Andalucía (95) y Madrid (94) dibujan la geografía de los tres primeros puestos en la industria de la música en vivo. “Pero llenar recintos, como Melendi o Estopa, no se consigue sin conectar con generaciones anteriores”, aclara Carlos Espinosa, director, junto a Christopher Ortiz, de Riff Producciones, responsables de los tours de Melendi, Robe, Vetusta Morla o Carrasco. “Hay un cambio generacional, viven el aquí y el ahora, y están más predispuestos que otras generaciones a disfrutar de la música en directo”, subraya.
Una vía de escape
Un informe de la empresa dedicada a la venta de entradas Live Nation calcula que solo el 6% de la gente dejaría de acudir a eventos de música en vivo para recortar gastos. “Los jóvenes encuentran en los conciertos y festivales una vía para escapar de la monotonía de la vida cotidiana y sumergirse en experiencias auténticas y emocionantes”, justifica Luis Buzzi, socio responsable de Turismo y Ocio de KPMG en España. Tras la crisis sanitaria necesitamos —desgrana Ana Valdovinos, directora general de Ticketmaster España— “más que nunca esas endorfinas. Sonreír, saltar, vibrar, cantar, sentir”.
Pero esos cinco verbos, se quejan muchos chicos, son inalcanzables. “El perfil del comprador de entradas en nuestra plataforma tiene entre 35 y 45 años y gastó en 2022 una media de 80 euros por entrada, un 37% más que el año anterior”, describe Valdovinos. Sin embargo, quien fija los precios son el artista y su equipo. “Además, todo resulta cada vez más caro: el alquiler del recinto, la seguridad, el montaje; y nadie quiere quedarse fuera de ganar dinero”, justifica Carlos Espinosa. El grupo Pearl Jam toca el 6 y el 8 de julio en el Palau Sant Jordi (Barcelona), las entradas de escenario disponibles cuestan 243,50 euros.
“Hay un pequeño porcentaje de conciertos (los que llamamos hot events) en los que la demanda de entradas supera con creces la oferta. Esto es obvio en la cúspide de la industria, donde estrellas como Taylor Swift, Beyoncé, Ed Sheeran, Springsteen o Styles podrían vender muchos más tiques de los que pueden ofertar”, apunta Valdovinos. Sin embargo, durante años ha existido una especie de pacto social entre los intérpretes y sus seguidores para cobrarles precios justos. El cantante Bon Jovi actuó gratis en 2013 en el entonces Vicente Calderón ante la crisis económica que sufría España. Quizá la reventa ha contribuido a desmantelar este acuerdo. En minutos reaparecen en las redes sociales y ahí casan, al instante, la oferta y la demanda real. Los artistas lo saben y los obliga a subir los billetes.
Algunas tiqueteras, como Ticketmaster, han echado cuentas. El beneficio para ellas es aproximadamente el 2% del precio medio de cada entrada. Con ese porcentaje pocos les pueden acusar de ser los responsables de la inflación musical. “Las ventas de la compañía crecieron un 48% en 2023 y la previsión para este año es superior”, augura Valdovinos. Goldman Sachs estima que el sector crecerá un 5% al año hasta 2030. Solo el fenómeno de los superfáns a través del pago premium por streaming supone una oportunidad, este ejercicio de unos 3.900 millones de euros, el 26% más de lo que se logra con tarifas de abono estándar.
La ópera prima del éxito
El fuego está a punto de consumirla. La actriz Marion Cotillard —atada en lo alto de una estructura de metal— viste una túnica blanca, e interpreta, en el Teatro Real de Madrid, a Juana de Arco. Cuando el fuego, trampantojo de luz rojiza, está a punto de abrasarla se pregunta:
—¿Este será el traje de novia que llevaré al altar?
La ópera es, también, música en directo. El año pasado el Real y el Teatro de Retiro recibieron más de 240.000 espectadores y sus actuaciones flamencas rondaron las 10.000. Se vivieron 111 funciones de ópera, y acudieron —acorde con la institución— más de 175.000 personas. Además, en la temporada 2023-2024 se vendieron 17.000 abonos. Y las principales redes sociales suman 414.453 seguidores.
El Real quiere romper esa imagen elitista de un género nacido en Florencia en el siglo XVI. Ofrece a los jóvenes de hasta 25 años entradas a 20 euros, y a 30 euros, para los menores de 35 años. “El bum de la música en directo entre las generaciones nuevas se produce en la ópera en igual medida que en otras formas musicales”, confirma Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.
Habrá que ver si esta semilla germina. “Mi impresión es que una vez se ha desencadenado este proceso, el consumo de cultura te acompaña toda la vida y contribuye de manera decisiva a ser mejores ciudadanos, más ricos en sentimientos, en ideas, más abiertos a los demás, más capaces de escuchar, expresar; de compartir”, desgrana Matabosch. “Todos los esfuerzos que hagamos por atraer (música, ópera y cultura en general) a ese público joven me parecerán insuficientes. Pero resulta innegable que lo conseguido hasta ahora casi merece el calificativo de espectacular”, concluye.
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