COP28: del compromiso al efecto sobre la economía global
La andadura hacia el principio del fin de la emergencia climática ha comenzado. Es el momento de seguir trabajando
Las últimas semanas de diciembre fuimos testigos de innumerables artículos y titulares sobre la cumbre del clima (COP28). Desde las críticas a los petrodólares hasta las referencias al encuentro mundial como un espacio para blanquear el expansionismo-imperialismo de los jeques. La mayoría de la población es consciente de la necesidad de abandonar los combustibles fósiles y también sabe que aún vamos a depender de ellos por un tiempo, el que dure la transición energética. Creo que es importante que revisemos nuestra conducta y patrones de consumo antes de lanzar críticas sobre la gravedad de la situación. Los medios de comunicación tienen un papel clave en esta labor de concienciación. Hay que evitar el desconcierto, la desinformación y la manipulación sobre cuestiones tan sensibles. Muchos ciudadanos se quedan en el titular, no van más allá, aunque nuestra capacidad de análisis y pensamiento crítico es lo que nos diferencia como seres humanos. Es necesario un llamamiento internacional a los medios de comunicación en todo el mundo para ir más allá del titular y proporcionar una visión analítica, crítica y constructiva sobre los retos que afrontamos en materia de sostenibilidad.
A lo largo del siglo pasado, una amplia mayoría de los problemas ambientales han revelado su naturaleza global y origen social. La creciente escala de las actividades económicas e industrialización masiva han dado lugar a problemas complejos con la consecuente disminución de los recursos naturales que suponen la base de nuestra economía. Cada año extraemos recursos esenciales de la naturaleza (materias primas y servicios ecosistémicos) por un valor de 125 billones de dólares. De hecho, el 55% del PIB mundial es dependiente de este capital natural o de los servicios ecosistémicos.
El carbón, el petróleo y el gas se queman mayoritariamente para producir energía necesaria para calefacción, transporte, o para producción industrial, por lo que el ansiado phase-out de los combustibles fósiles requiere de un periodo de transición donde unas energías sean reemplazadas por otras. Dicha transición debe ser progresiva y armonizada para evitar otros efectos secundarios igualmente no deseados. Por ejemplo, el International Institute for Sustainable Development (IISD) estima que el grupo de países conocido como BRICS reducirá sus ingresos provenientes de impuestos de combustibles fósiles en unos 278.000 millones de dólares en 2030 y en unos 569.00 millones en 2050. La descarbonización también va a requerir una reestructuración y diversificación de las fuentes de ingresos por parte de estos gobiernos.
No debemos subestimar la complejidad de las respuestas potenciales. Existe una miríada de variables y conexiones, no busquemos soluciones simples a lo que no pretende serlo. Pongo un ejemplo: hace algo más de un año, el presidente estadounidense Joe Biden promulgó una ley de incentivos fiscales a las inversiones en energías limpias, el IRA (Inflation Reduction Act). Esta norma ha ayudado a estimular la transición energética en EE UU y, además de atraer más de 110.000 millones de dólares en inversiones al país, ha generado más de 170.000 empleos. Sin embargo, algunos europeos tachan la ley de competencia desleal, ya que Europa está perdiendo competitividad al no tener una política fiscal comunitaria que pueda igualar el atractivo fiscal de EE UU. Europa responde lanzando un plan de reindustrialización y resiliencia para recuperar su competitividad.
En lo que respecta al cambio climático, los países están atrapados en una especie de equilibrio de Nash. John Forbes Nash fue un matemático estadounidense que recibió el Premio Nobel de Economía en 1994 por sus aportes a la teoría de juegos y los procesos de negociación. El equilibrio de Nash es, en términos económicos, un tipo de competencia imperfecta, donde cada jugador tiene una estrategia que maximiza sus ganancias individuales. En este teorema se asume que todos los participantes conocen las estrategias de los otros jugadores. Este es un perfecto ejemplo de un equilibrio de Nash: EE UU con su política fiscal maximiza su ganancia individual, y esos beneficios que recibe no le incentivan a modificar su estrategia a corto plazo. Aunque potencialmente el resultado sería mejor si coordinase su acción con otros territorios.
Recordemos que no importa quien emita los gases de efecto invernadero, los efectos del calentamiento se sienten a escala global. Por eso, las COP y los acuerdos multinacionales que se alcanzan en ellas son tan relevantes, independientemente de la naturaleza del país anfitrión. Vamos por el buen camino, según el informe Net Zero Stocktake, 149 países se habían fijado un objetivo [a futuro] de cero emisiones netas en junio de 2023, cuando en diciembre de 2020 solo eran 124.
Aunque creo que tenemos que ser cautos con los titulares sobre cuestiones de sostenibilidad y futuro del planeta, presagio que llegados a este punto el lector sabrá apreciar la enorme transcendencia del mensaje que nos llega de Dubái: “Representantes de casi 200 países acordaron triplicar la capacidad mundial de generación de renovables a (al menos) 11.000 gigavatios para 2030, reduciendo así su dependencia de combustibles fósiles, al tiempo que las grandes petroleras se comprometen a reducir las emisiones de sus operaciones”. Como ven, la andadura hacia el principio del fin de la emergencia climática ha comenzado. Es momento de seguir trabajando y concienciando a la sociedad para garantizarnos un futuro mejor.
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