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FORMACIÓN DUAL
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El santo grial del talento emprendedor

No se trata de un don que tienen algunas personas; la creatividad y el espíritu innovador se aprenden

negocios 02/0723
Tomas Ondarra Galarza
Antón Costas

¿El emprendimiento es un talento que Dios ha concedido sólo a unos elegidos o es una cualidad del carácter que todas las personas pueden aprender a desarrollar? La respuesta tiene consecuencias prácticas importantes, tanto en el orden social como económico. La creencia de que es un don de Dios aumentará las desigualdades de todo tipo. Por el contrario, si pensamos que es una cualidad del carácter que puede aprenderse, lograremos una economía más dinámica y una sociedad más justa.

La expresión “captar y retener talento” se ha convertido en un mantra del mundo empresarial y de los gobiernos. Se apoya en la primera creencia. Algunos han querido ver en la brecha entre las habilidades que las empresas demandan al mundo laboral y lo que enseña el sistema educativo la causa del elevado desempleo y de las dificultades que tienen las empresas para encontrar perfiles profesionales adecuados. También los gobiernos parecen estar convencidos de que la mejor forma de cerrar esta brecha es promover las asignaturas llamadas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas). ¿Tienen razón?

No del todo. El santo grial del dinamismo económico que mueve las economías contemporáneas está en otro lugar. Pero vayamos por pasos. Hagámonos tres preguntas: ¿Por qué es necesario fomentar el talento emprendedor? ¿Cuáles son los motores de ese talento? ¿Qué deberían hacer las empresas para aumentarlo?

Un mandamiento de la economía establece que la riqueza de un país, los buenos empleos y el bienestar social son el resultado de su productividad. Sin embargo, la productividad ha sufrido una desaceleración en las últimas décadas. Lo que no está claro son los motivos. Una explicación lo relaciona con un déficit en capacidades STEM. Pero no es una buena explicación. La historia de los países desarrollados muestra que la fuente de la productividad y el crecimiento es el dinamismo económico del conjunto de la población. Ese es el caso de España en los años sesenta y setenta, los de la industrialización y la aparición de las grandes clases medias. Sin embargo, ese dinamismo económico ha decaído en las últimas décadas.

La investigación económica reciente relaciona la ralentización de la productividad con la pérdida de inclusión producida en las últimas décadas en las economías desarrolladas (The Productivity-Inclusiveness Nexus, OCDE, 2019). Consciente del impacto de las desigualdades territoriales en la productividad, el sector empresarial privado del Reino Unido ha creado un potente centro (The Productivity Institute) que ha situado en Manchester y no en el área de Londres. El nexo entre el aumento de las desigualdades y la pérdida de productividad tiene sentido: cuanto más pobre y desigual sea un país, menos emprendedores y productivos serán sus ciudadanos. La pobreza es un despilfarro de talento emprendedor. Si queremos mejorar el dinamismo emprendedor y la productividad tenemos que invertir en las personas y en los territorios. En esa dirección van los criterios de reparto de los fondos Next Generation UE. También los grandes programas de inversión de la Administración Biden.

La segunda cuestión es cuál es la fuente del talento emprendedor, si es un don que sólo tienen algunas élites o es una cualidad de la personalidad que se aprende con el uso. En un artículo reciente, el premio Nobel de Economía James J. Hechman sostiene la idea de que las cualidades que definen la personalidad se aprenden con la práctica. (The Economic Approach to Personality, Character and Virtue, 2023). Se apoya en la diferencia que sobre esta cuestión mantuvieron ya Sócrates y Aristóteles. El primero sostuvo que la virtud es un don de Dios, el segundo que se enseña. La investigación empírica de Heckman avala la posición aristotélica. En la misma línea van los resultados de trabajos de los también premios Nobel Edmund Phelps y Esther Duflo.

Cuando escucho a personas premiadas por ser emprendedoras veo que mencionan cualidades como el optimismo, la curiosidad, la confianza, la ambición, el esfuerzo, la resiliencia al fracaso... Todas se relacionan con el carácter. Una mayor cantidad de capacidades STEM no le viene mal a la economía española, pero si se pretende fomentar el talento emprendedor hay que buscar el santo grial en otro lugar: en la enseñanza de las virtudes que mueven el dinamismo económico de la población. La formación dual, un modelo educativo que combina escuela con empresa, es un camino de éxito vital y profesional y empresarial. La fábrica es un lugar donde se practican y aprenden las virtudes cardinales clásicas: prudencia, justicia, fortaleza, templanza; a las que yo añadiría la puntualidad.

Por último, ¿que deberían hacer las empresas para aumentar la cantidad de talento emprendedor que necesitan? Han de dejar de pensar en lo que el sistema educativo puede hacer por ellas para pensar lo que ellas pueden hacer para mejorar la formación y las capacidades de las personas. Tienen que convertirse en empresas formadoras comprometidas con la formación dual. Este modelo formativo es la celestina que empareja el deseo de muchas personas de lograr un buen trabajo con la necesidad de las empresas de tener empleados con talento. Las empresas tienen que dejar de comportarse como Diógenes, que salía a las calles de Atenas con un farol de aceite encendido a buscar las escasas personas honestas para, en vez de salir a “captar” talento, comprometerse con su formación. Un reciente informe del Consejo Económico y Social de España (CES) sobre formación dual pone de manifiesto cómo un número creciente de empresas españolas se están comprometiendo con la formación dual, tanto profesional como universitaria. Esta tendencia es esperanzadora.

Hay mucho talento emprendedor en todas las personas, pero lo despilfarramos por falta de uso. En unos casos por no invertir en ellas. En otros, al no reconocer las capacidades que muchas personas han adquirido a lo largo de su vida laboral pero que carecen del aval de un título. La nueva formación profesional dual y las microcredenciales que está impulsando el Ministerio de Universidades de acuerdo con la Comisión Europea son el camino. La exigencia de un grado universitario para acceder a buenos empleos públicos y privados es un techo de papel que impide a muchas personas con capacidad y talento lograr esos buenos empleos. Es necesario acabar con este techo de papel.

La visión elitista del talento emprendedor como un don que sólo tienen algunas personas está dando paso a otra más más democrática que se apoya en la idea de que la creatividad y el espíritu innovador se aprenden. Aquí está el santo grial del talento emprendedor que mueve la productividad, el dinamismo económico, los buenos empleos y el bienestar social.

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