Enfriamiento global
Aunque hay motivos para esperar que las recesiones que se acercan sean relativamente suaves y cortas, el riesgo es que la inflación demuestre ser más resiliente de lo previsto
Se atisba en el horizonte una ralentización de la economía mundial. Este escenario de enfriamiento global se producirá tras una etapa en la que la actividad económica se recuperó de manera sorprendentemente rápida de los efectos de la pandemia, respaldada por estímulos fiscales y monetarios, por el ahorro acumulado, y por el proceso de reapertura y “normalización” de la actividad. En concreto, en algunos casos la recuperación ha sido inusualmente acelerada, generando a su vez síntomas de sobrecalentamiento, por ejemplo, en algunos segmentos de los mercados financieros, las criptomonedas, el mercado laboral de Estados Unidos, el sector de la vivienda en algunos países...
Asimismo, en un contexto de relativa fortaleza de la demanda, la insuficiente reacción de la oferta ha provocado cuellos de botella, a los cuales se han sumado los efectos de las disrupciones por la guerra en Ucrania, en particular en los mercados de materias primas. Se trata de una “tormenta perfecta” que ha catapultado la inflación hasta niveles que no se habían visto durante décadas. Ante presiones de precios inusualmente elevadas, los bancos centrales han tenido que cambiar bruscamente el tono de la política monetaria. La época de los tipos de interés cero o negativos ha quedado atrás. En los próximos meses se producirá un agresivo endurecimiento de las condiciones monetarias, en particular en Estados Unidos y en la zona euro.
Por un lado, la reacción de los bancos centrales, junto al probable desvanecimiento de los choques de oferta actuales, posiblemente logrará controlar la inflación en el medio plazo, evitando escenarios macroeconómicos más negativos. Sin embargo, por otro lado, el ajuste monetario producirá una ralentización de la demanda, en general, y de los mercados laborales, financieros, inmobiliarios... en particular, lo que se añadirá a los efectos negativos directos que la inflación tiene sobre la capacidad de compra de los agentes.
Una recesión en Estados Unidos, donde el ajuste monetario será particularmente significativo dado que allí las presiones de demanda son más relevantes, es muy probable en 2023. Y aunque las subidas de tipos no serán tan importantes en la eurozona, sobre la región incidirán de manera más directa las consecuencias de la guerra en Ucrania, especialmente las disrupciones en los mercados energéticos, incluida una eventual escasez energética. En este contexto, lo más probable es que la eurozona también tenga que afrontar un escenario de menor actividad en los próximos trimestres.
Aunque hay motivos para esperar que las recesiones que se acercan sean relativamente suaves y cortas, el riesgo es que la inflación demuestre ser más resiliente de lo previsto en un principio, lo que requeriría un ajuste monetario aún más relevante y doloroso.
Enestor Dos Santos, de BBVA Research
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