España ya supera el millón de afiliados latinoamericanos: ¿dónde están y en qué trabajan?
La población laboral de esa zona del mundo se ha duplicado desde 2019, gracias especialmente al impulso de colombianos y venezolanos. La hostelería es el sector más pujante, aunque muchos trabajan en actividades cualificadas, según datos oficiales a los que ha accedido EL PAÍS

Azucena Carhuajulca nació hace 31 años en Chiclayo (Perú) y trabaja a 9.500 kilómetros de allí, en el centro de Bilbao. “Cuido a tres personas mayores, una pareja y una hermana que viven juntos. Las ayudo, les doy la medicación, salimos a pasear, hago los recados, las comidas”. Trabaja como interna a cambio del salario mínimo profesional (16.576 euros brutos al año). Jessica Klejman nació hace 37 años en Caracas (Venezuela) y trabaja a 7.000 kilómetros, en Madrid. “Me dedico al marketing y la comunicación. Trabajo en una internacional tecnológica, con un salario de rango internacional y buenas condiciones. Estoy muy contenta”.
Estas dos mujeres forman parte una comunidad laboral creciente, la de los latinoamericanos en España. Este año han superado la icónica cifra del millón de afiliados a la Seguridad Social, lo que les convierte en el segundo gran grupo de trabajadores extranjeros. Por países, Marruecos (351.600 afiliados) supera a cualquiera de las nacionalidades americanas, pero en conjunto adelantan ampliamente tanto a africanos (en torno a medio millón) como a asiáticos (unos 300.000). Los europeos aún superan a los latinoamericanos por unas pocas decenas de miles, pero dadas las tendencias de cada comunidad el sorpasso está a la vuelta de la esquina.
La precaria historia de Azucena es mucho más frecuente que la de Jessica. Pero, tan diferentes, son un pequeño reflejo de la heterogeneidad laboral de los latinoamericanos en España. Aunque tienen una mayor presencia que los empleados españoles en las actividades peor pagadas y sufren más sobrecualificación, a la vez gozan de un protagonismo al alza en sectores avanzados y superan en los mismos a otras comunidades migrantes. Estas conclusiones se desprenden de los datos proporcionados por la Seguridad Social a EL PAÍS, que también permiten conocer el detalle por comunidades autónomas y edad para las nacionalidades más numerosas: Colombia (253.000), Venezuela (207.000), Perú (99.000), Ecuador (76.000) y Argentina (69.000).
A ellos se suman 61.000 de Honduras, 50.000 de Paraguay, 42.000 de Brasil, 41.000 de Cuba y 39.000 de Bolivia para completar los diez países con mayor presencia en España. Con la suma de otros diez países latinoamericanos la cifra total en septiembre (último disponible) es de 1.062.000 afiliados. La barrera del millón se superó en mayo, justo el mes al que corresponden los datos desagregados que componen este reportaje.
Mónica Monguí, colombiana, doctora en Sociología e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid especialista en migraciones, subraya que antes de rebasar esa cifra del millón, los latinoamericanos “ya eran una parte esencial del tejido laboral español, sobre todo en los sectores de cuidados, hostelería, limpieza, construcción y servicios”. “Lo que ha cambiado”, continúa, “es su visibilidad estadística, pues muchas han podido afiliarse a través de vías de regularización, y gracias a la necesidad estructural de mano de obra en sectores donde la población española no cubre la demanda, así como la estabilización de comunidades que llevan más de una década asentadas en España”.
Desde 2019 el número de afiliados latinoamericanos se ha duplicado, con medio millón más. Las nacionalidades que más aportan son Colombia (+176.000), Venezuela (+146.000) y Perú (+60.000). Alvaro Zuleta, colombiano y presidente de la asociación Aculco, cree que estos impulsos, además de a la estabilización de comunidades a la que alude Monguí, obedecen a las crisis económicas que han enfrentado estos países en los últimos años. “La consolidación del bloque andino refleja un patrón de asentamiento estable, urbano y familiar. Ya no se trata solo de flujos económicos, sino de proyectos de vida”, reflexiona Monguí, que también identifica un fuerte incremento de “los flujos procedentes de Centroamérica y el Caribe, especialmente de Honduras y Nicaragua”. En el último lustro, estos países aportan, respectivamente, 32.100 afiliados y 14.000.
Hostelería, el sector más importante
La comunidad más numerosa, los colombianos, se dedica principalmente a la hostelería. Este sector, de salarios bajos y jornadas pactadas largas, emplea a uno de cada cinco colombianos afiliados a la Seguridad Social (21%), cuando en el promedio del conjunto de trabajadores se limita al 10%. Hay aún más camareros y cocineros entre los venezolanos (24%) y los argentinos (23%).
Pilar Liñán es una de los 15.900 argentinos dedicados a los bares y restaurantes en España. “Cada vez somos más argentinos, y se ve en la hostelería, un sector que te permite entrar al mercado laboral. Te explota mucho, a veces trabajas diez días seguidos. De los 15 que somos en mi restaurante solo hay un español, el resto son dominicanos, ecuatorianos, peruanos...”, explica esta argentina de 37 años. Vive en Madrid, donde sus compatriotas, junto a peruanos, colombianos, ecuatoriano y venezolanos, representan el 5% de todos los trabajadores. En ninguna otra autonomía la suma de estas cinco nacionalidades supone una porción tan grande de la tarta laboral.
Es más, aunque la Comunidad de Madrid es la tercera en población, es la autonomía que más empleados peruanos, colombianos, venezolanos y ecuatorianos concentra. Los argentinos, más numerosos en Cataluña, son la única excepción al liderazgo de Madrid. En el otro lado de la balanza, con la menor proporción de afiliados latinoamericanos, hay autonomías con un desarrollo económico gripado. El caso más evidente es el de Extremadura, con solo 3.600 afiliados de estos cinco países, así que no llegan ni al 1% de los afiliados de la región. Si todos fundasen un municipio (sin sus familias) ni llegarían a la consideración de ciudad, mientras que la suma de los afiliados en la Comunidad de Madrid en un solo núcleo poblacional casi empataría con Alcalá de Henares o Fuenlabrada.
Más allá de las diferencias regionales, la desagregación por edad también ayuda a entender la migración latinoamericana a España. Las comunidades que más crecen en los últimos años (Venezuela, un 237% más desde 2019; Colombia, +228%; Perú, +154%; y Argentina, +85%) son las que cuentan con afiliados más jóvenes a la Seguridad Social. En torno a la mitad tienen 34 años o menos. Sin embargo, en la comunidad que menos nuevos afiliados aporta (Ecuador, que solo crece un 0,2%) ese grupo de jóvenes representa en torno a un tercio del total. Por ello, como se observa en el siguiente gráfico, la línea de edad ecuatoriana es la que más se parece a la del promedio de la economía, envejecida principalmente por los españoles.
“La mayoría de ecuatorianos vinimos hace tiempo, a principios de siglo. Yo llegué en 1999″, rememora Vladimir Paspuel, de 64 años. “Hoy llegan en mayor volumen otras comunidades, como la colombiana o la venezolana”, dice el presidente de la asociación Rumiñahui. “Muchos ecuatorianos se dedicaban a la construcción y lo siguen haciendo”, agrega, apuntando a otra clave sectorial: los afiliados de Ecuador son los únicos que no se dedican principalmente a la hostelería, están volcados en la obra (un 17% se dedica a ello, mientras que la media de la economía es del 7%), el sector pujante cuando llegó la mayoría de ellos.
Sergio trabaja en la construcción, pero este paraguayo de 28 años no forma parte de la estadística de la Seguridad Social porque no tiene papeles. “Llegué hace un año y me dedico a la demolición de edificios, la parte más riesgosa de este sector. El resto de mis compañeros, todos extranjeros, tampoco tiene papeles”, explica, antes de criticar a sus jefes porque ni le pagan las horas extra (su jornada a veces se alarga hasta 14 horas diarias), ni le proveen material de seguridad, ni respetan los descansos.
“Tengo una gran sensación de impotencia. Muchos compañeros están muy deprimidos, pero siguen trabajando porque es lo único que tienen, por miedo a ser despedidos”, agrega Sergio. Gana unos 800 euros al mes, siempre pendiente de no lesionarse “porque dicen que un posible accidente es tu culpa, que si te pasa te despiden”. Cuando llega a casa descansa en una habitación diminuta de Madrid por la que paga 400 euros al mes más gastos. En su casa hay otras tres habitaciones: en otra vive una pareja, en la tercera una familia de cinco miembros y en la última, dos compañeros.
Más latinoamericanos, según el INE
Es muy difícil saber cuántos latinoamericanos viven en España en la situación irregular de Sergio, ya que la afiliación a la Seguridad Social (al tratarse de un registro administrativo) no capta el fenómeno. Sí lo hace la Encuesta de Población Activa del INE, que no desagrega por países, pero sí por grandes grupos territoriales: indica que hay 1,52 millones de ocupados extranjeros procedentes de América Latina. Esto no quiere decir que haya medio millón de trabajadores irregulares latinoamericanos en España (la diferencia entre los registrados en la Seguridad Social y los que figuran como ocupados en la encuesta), pero sí da una aproximación a la dimensión del fenómeno. Con esta desagregación, Latinoamérica (que acaba de superar el máximo que llegó a alcanzar en 2008) sí adelanta a Europa.
También trabaja en la construcción Ángela Villegas, colombiana de 37 años, pero en una situación radicalmente distinta a la Sergio. “Soy ingeniera civil. Estudié en Colombia e hice un máster en edición de proyectos. Trabajo en el mundo de la construcción e inmobiliario, antes en la obra y desde hace dos años y medio en una promotora”, explica. Uno de los aspectos que le llama la atención de España es “lo difícil que resulta llegar a ganar salarios altos” y señala una dificultad a la que también alude Klejman: “Estás solo, no tienes red, y eso complica todo. Tienes menos contactos para encontrar trabajo, a lo mejor tus compañeros viven al principio con sus papás, pero tú tienes que pagar un alquiler...”. Esto puede afectar a los empleados de altos y bajos ingresos, pero a los segundos les deja en una mayor vulnerabilidad si pierden su empleo.
Otra empleada en una actividad de alta cualificación es Nathalie Burbano, colombiana de 37 años. Esta médica radióloga intervencionista pensaba volver a Colombia tras realizar una parte de sus estudios en España, pero cambió de parecer porque homologaron su título en menos de un año y consiguió un trabajo enseguida, dada la escasez de personal sanitario —por lo general, los extranjeros tienen muchos problemas para homologar sus títulos por el atasco burocrático y, en algunas ocasiones, por las reticencias de los colectivos profesionales—. “Trabajo en el Hospital de Toledo, donde puedo entrar en lo público sin la nacionalidad. La he pedido para poder trabajar en Madrid, donde sí me lo piden, porque vivo ahí y hago el trayecto en tren todos los días”. El 6% de los colombianos trabaja en sanidad y servicios sociales, solo superados por el 8% de los peruanos. Ambas proporciones están por debajo del 10% del promedio nacional, pero superan la media del total de extranjeros (4,8%).

Pilar, la camarera argentina, también quiere la nacionalidad para poder entrar en uno de los sectores que menos colombianos, venezolanos, peruanos, ecuatorianos y argentinos emplea en España, la Administración pública. Ninguna de estas nacionalidades supera el 1% en esa actividad, cuando ocupa al 6% del total de afiliados a la Seguridad Social, dada la exigencia de la nacionalidad española o comunitaria para muchas oposiciones. A la espera de homologar su carrera universitaria y sin la nacionalidad española, Pilar no puede presentarse a las de trabajadora social. “A finales de noviembre tengo el examen”, dice, en referencia a la prueba para obtener la nacionalidad.
Si aprueba se convertirá en uno más de los 1,3 millones de ocupados con doble nacionalidad que hay en España (y que en la Seguridad Social cuentan como españoles), que ya representan el 6% del mercado laboral, más del doble que hace una década. El INE no desagrega este apartado ni por países ni por grupos continentales, así que no es posible saber cuántos de ellos son de cada nación latinoamericana. Sin embargo, los expertos subrayan que la mayoría comparte pasaporte español e hispanoamericano, dado que casi todos los países con los que España tiene convenio de doble nacionalidad son de esta parte del mundo. Los latinoamericanos pueden conseguir este estatus tras dos años con permiso de residencia. Para lograr un pasaporte español, los marroquíes o los chinos deben esperar una década y renunciar al de su país de origen.
Estas comunidades, según datos provistos a este periódico el año pasado por la Seguridad Social, son las que sufren una mayor concentración en sectores específicos: el 84% de los chinos trabajan en comercios, restaurantes y bares, cuando en el promedio de la economía española estos sectores emplean al 26%; y un tercio de los marroquíes trabajan en el campo, también muy por encima del promedio de la economía.
Los latinoamericanos, sin embargo, se reparten de forma algo más parecida a la media: el 8% de los colombianos se dedican a la industria manufacturera, cuando la media es el 11%; el 12% de los venezolanos a las actividades administrativas, ante un promedio del 8%; el 7% de los argentinos a las científicas y técnicas, frente a una media del 6%; el 9% de los peruanos al transporte y el promedio también es el 6%; y el 2% de los ecuatorianos a otros servicios, ante una media del 3%.

Monguí advierte de que “el parecido sectorial es solo superficial, pues trabajan en los mismos sectores, pero no en los mismos puestos, ni con la misma estabilidad, ni con la misma remuneración”. Paspuel puntualiza que la situación de los latinoamericanos en España depende mucho de la condición de clase que traen de sus países: a más privilegio, más probabilidad de mejor colocación a este lado del Atlántico. “El mercado laboral español sigue funcionando sobre una lógica de etnoestratificación, en la que el origen y nacionalidad determinan las posiciones y condiciones de trabajo. Las personas latinoamericanas y, en especial las mujeres, siguen concentrándose en el segmento secundario del mercado”, añade esta especialista de la Universidad Complutense.
El área que mejor ilustra ese fenómeno es el empleo en el hogar, entremezclado a menudo con los cuidados profesionales. Ese es el sector de Lexbia Patricia Díaz, hondureña de 50 años que vive en Mallorca: “Por las mañanas soy empleada de hogar y por la tarde me dedico a la limpieza en supermercados. Lo que me gusta de mi trabajo es ayudar a la gente, pero sí que es cansado”. René Bellido, boliviano de 54 años y también residente en la isla balear, ha desarrollado tareas parecidas: “He vivido situaciones de racismo con personas que no saben comportarse, pero no es lo más común. Creo que cada vez entienden mejor lo mucho que podemos aportar”. Ahora es jefe de cocina.

Azucena, la interna peruana que abría este reportaje, aspira a cambiar pronto de sector: “Vine porque la situación de mi país estaba muy mal, tanto a nivel económico como de seguridad. Pero en mi país trabajaba en un banco, he estudiado administración de empresas. Espero poder homologar y que me vaya bien. Una amiga lo ha hecho y trabaja en una agencia de seguros. A veces aquí sientes que no eres nada, empiezas de cero, pero tengo esperanza“.
Y a futuro, ¿se mantendrá este flujo de llegada de trabajadores latinoamericanos? El presidente de la asociación Aculco cree que ello dependerá de dos factores. En primer lugar, del desempeño del mercado laboral español, “de que siga en este nivel de crecimiento y solidez, dado que siempre será un destino preferido por la comunidad que ya se ha asentado y también por la lengua compartida”. Pero, opina, también de la situación de cada país de Latinoamérica: “Las llegadas serán mayores o menores en función de la estabilidad de los países de origen. Si mejora respecto a lo actual puede bajar”. La tendencia en la afiliación parece atenuarse año a año, tras el subidón postpandémico: de 2022 a 2023 España ganó 131.000 afiliados latinoamericanos (+17,8%); de 2023 a 2024, 109.000 (+12,6%); y en el último ejercicio, 88.000 (+9%).
