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La Reserva Federal de EE UU acelera la bajada de tipos ante la debilidad de mercado laboral

En la reunión más políticamente cargada que se recuerda por las presiones de Trump, Powell acuerda el primer recorte desde diciembre. La Fed prevé dos más hasta fin de año

El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, atendía este miércoles a la prensa en la sede del organismo en Washington.
Iker Seisdedos

En la reunión más políticamente cargada de la que hay memoria, la Reserva Federal cumplió el guion previsto y acordó este miércoles en Washington un recorte de 0,25 puntos, el primero desde diciembre y el primero también desde que está en la Casa Blanca Donald Trump, un presidente que ha roto las reglas del decoro con sus presiones a Jerome Powell. Estas han incluido insultos y amagos de despido para lograr que Powell se pliegue a sus deseos de bajar los tipos y que eso mitigue el golpe de la heterodoxa política comercial de Trump. Las tasas quedan así tras la reunión de septiembre en la horquilla del 4%-4,25%.

El banco central estadounidense también anunció que prevé, en línea con los análisis de los mercados de futuros, otros dos recortes de 0,25 puntos hasta fin de año. Lo hace ante la debilidad del mercado laboral, al que, advirtió Powell, contribuye la caída de la inmigración provocada por las agresivas políticas de la Administración de Trump, y pese a la reciente subida de la inflación, que la Fed confía en que sea transitoria.

Los focos de la noticia no estaban, por tanto, en la posibilidad o no del recorte, que se daba por descontado, sino en esas previsiones de lo que vendrá después y en las palabras de Powell en su comparecencia posterior ante la prensa. Especialmente, en lo que tuviera que decir sobre la independencia del organismo que dirige, una independencia con la que se mostró “fuertemente comprometido”. Por lo demás, y como de costumbre, no quiso entrar en el enfrentamiento político.

También había un gran interés por el comportamiento de cuatro de los siete gobernadores de la junta del banco central estadounidense: Stephen Miran, gurú económico de Trump nombrado en agosto por el presidente para presionar desde dentro en vista de que los empujones por fuera no le han dado los frutos deseados; Lisa Cook, en el punto de mira de la Casa Blanca y cuyo despido está parado en los tribunales; y otros dos nombramientos de Trump, Michelle Bowman y Chris Waller. En la última reunión de la Fed, estos dos últimos disintieron de Powell −un gesto sin precedentes desde hace tres décadas− y votaron por un recorte del 0,25 frente a la postura de “esperar y ver” del presidente. Pese a ese disenso, la votación que dejó el precio del dinero como estaba por quinta vez consecutiva.

Pues bien: en su segundo día en la oficina, cuando el común de los trabajadores aún está haciéndose a la idea de dónde está la máquina de café, Miran, cuyo nombramiento fue aprobado in extremis por el Senado el lunes, empezó con fuerza y votó por un recorte de 50 puntos básicos, en la línea de los deseos de Trump, que ha llegado a decir que vería con buenos ojos una caída de 300 puntos. Powell tampoco quiso entrar a valorar ese nombramiento y el hecho de que Miran entre sin renunciar del todo a su puesto de asesor económico de la Casa Blanca, lo que pone, según sus críticos, en riesgo la independencia de la Fed. Eso sí, posteriormente deslizó que para cualquier miembro de la Fed, “la única forma de mover las cosas es ser extremadamente persuasivo”.

En cuanto a Cook, cuya participación en la reunión quedó en manos de un tribunal de apelaciones que decidió a su favor un día antes, votó por un recorte de 25 puntos. Lo mismo hicieron Bowman y Waller. Este último ha sonado como candidato para reemplazar a Powell cuando expire su mandato.

Signos de enfriamiento

En el plano puramente económico, el anuncio de la Fed llega también en un momento extraordinariamente delicado. Con la inflación al alza (creció un 0,4% hasta el 2,9% en agosto) y el mercado de trabajo dando preocupantes signos de enfriamiento, Powell se encuentra en un difícil equilibrio. Para contener la inflación, conviene subir los tipos. Para mejorar el empleo, recortarlos. Así que la Fed, en un clima económico volátil, en el que aún no están del todo claros los efectos de los aranceles de Trump y con algunos economistas alertando sobre el riesgo de que Estados Unidos entre en recesión, tiene que medir muy bien sus próximos pasos.

En su comparecencia posterior ante la prensa, Powell afirmó: “La marcada desaceleración tanto de la oferta como de la demanda de trabajadores es inusual. En este mercado laboral menos dinámico y algo más débil, los riesgos a la baja para el empleo parecen haber aumentado”. También recordó en varias ocasiones que considera que el paro sigue “relativamente bajo” y que “la economía [estadounidense] se mantiene fuerte”. “Lo que está pasando con el mercado de trabajo tiene más que ver con la [caída de la] inmigración que con los aranceles”, avisó. Esa caída se debe a las políticas agresivas de Trump en la frontera y a la persecución de irregulares en las ciudades estadounidenses.

“Hay muy poco o ningún crecimiento en la oferta de trabajadores y, al mismo tiempo, la demanda de trabajadores ha disminuido drásticamente, hasta el punto de que observamos lo que he llamado un equilibrio curioso”, dijo Powell. “Normalmente, cuando decimos que hay equilibrio, suena bien. Pero en este caso, este se debe a que tanto la demanda como la oferta han disminuido drásticamente, y ahora la demanda se reduce aún más porque vemos un aumento en la tasa de desempleo”.

Al presidente de la Fed, que también prometió no perder de vista el horizonte deseado de una inflación del 2%, le preguntaron por las decisiones de Trump, que fue el presidente que lo nombró para el cargo. E insistió en que “los cambios en las políticas gubernamentales siguen evolucionando y sus efectos en la economía continúan siendo inciertos”. “El aumento de aranceles ha impulsado el alza de precios en algunas categorías de bienes, pero su efecto general sobre la actividad económica y la inflación aún está por verse”, argumentó.

También evitó el cuerpo a cuerpo con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que pidió una revisión independiente del trabajo de la Fed. “Ciertamente, estamos abiertos a intentar mejorar siempre”, contestó Powell, pero no quiso “comentar” esa declaración “ni ninguna otra” de un político.

Para añadir elementos a esa incertidumbre, hay más indicadores contradictorios: la confianza del consumidor elaborada ha caído a su nivel más bajo desde mayo, aunque la evolución de las ventas minoristas de agosto ha resultado mejor de lo previsto y da pie a considerar que la economía estadounidense sigue fuerte.

En vista de ese panorama, al doble objetivo de la Fed, contener los precios y fomentar el empleo, se añade con más urgencia de la habitual un tercero: la búsqueda de un tipo de interés neutral, que ni impulse ni frene la economía.

Cómo podrá conseguir esa meta el impertérrito Powell −que prometió este martes “trabajar sin distracciones” en mitad de la presión y el ruido al que casi cada día lo somete Trump con sus insultos y motes (ya solo se refiere a él como “el demasiado tarde”)− es una de esas preguntas de difícil respuesta que resuena con fuerza estos días en Washington. Powell admitió este miércoles en que no conoce esa respuesta, pero que sigue instalado en la idea de que hay que ir “reunión a reunión”.

Antes del fin de su mandato, le quedan otras cinco al frente del banco central. Y todo indica que serán tan convulsas como la de esta semana.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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