Merz reabre en Alemania el debate nuclear sin plantear la reapertura de las centrales
El canciller democristiano se acerca a Francia para reconocer la energía atómica en Europa y provoca fricciones con sus socios socialdemócratas


Fue uno de esos gestos que parecen indicar un cambio de época. Alemania, el país que decidió el cierre definitivo de sus centrales nucleares tras el accidente en la central japonesa de Fukushima en 2011, asistía a una reunión del club de países europeos favorables a la energía atómica.
Sucedió a mediados de junio y la ministra alemana de Economía, la democristiana Katherina Reiche, participó “como observadora” en un encuentro de la alianza que lidera Francia. “Escuché. Fue una toma de contacto”, justificó. Después, el socialdemócrata Carsten Schneider, colega suyo en la coalición gubernamental y titular de Medio Ambiente, precisó que la participación respondía a “una decisión personal” de Reiche y recordó: “Nosotros ya hemos decidido salir de la energía nuclear. Es algo socialmente aceptado”.
Nadie cree que los movimientos de la CDU/CSU del nuevo canciller, Friedrich Merz, supongan una marcha atrás en el cierre de las centrales. Pero hasta ahora, Alemania y Francia estaban en campos distintos respecto al reconocimiento de esta fuente como energía neutra ante el cambio climático, y susceptible de recibir financiación europea. Ya no.
El episodio ha provocado divisiones en la coalición entre los democristianos de Merz y los socialdemócratas del SPD. Y revela la hipersensibilidad, en este país, respecto a esta fuente energética cuya historia reciente, como explica Frank Uekötter en el ensayo Atomare Demokratie (Democracia nuclear), se entrelaza con la de la República Federal. Arranca tras la II Guerra Mundial: la energía nuclear fue “hija del milagro económico”. Y culmina con invasión de Ucrania por Rusia de 2022: las últimas centrales cerraron en 2023 —unos meses después de lo previsto— y Alemania se quedó sin energía nuclear, sin gas ruso y en gran parte dependiente del carbón. En el primer trimestre de 2025, la electricidad alemana procedía mayoritariamente de energías fósiles.
Merz, en el programa para las elecciones de febrero, afirmaba: “Mantenemos la opción de la energía nuclear”. Después, en el acuerdo de coalición con el SPD, ya no mencionaba, como en el programa, la posible reapertura de las centrales. “Nuestro objetivo”, se leía, “es que el primer reactor de fusión del mundo esté en Alemania”. En mayo, el canciller y el presidente francés, Emmanuel Macron, anunciaron “un realineamiento de [las] políticas energéticas”. “Esto implica”, añadieron, “aplicar el principio de neutralidad tecnológica, garantizando un trato no discriminatorio de todas las energías bajas en carbono en la UE”.
Se trata, para Merz, de enviar una señal a París y Europa. Como en la política de defensa, el canciller quiere estar en el centro del tablero, pero no está claro qué significará esto en términos prácticos.
“No creo que nada vaya a cambiar. Está claro que la viabilidad económica de la producción de energía nuclear está absolutamente en entredicho”, dice Jan-Philipp Albrecht, presidente de la Fundación Heinrich Böll, cercana a Los Verdes. “En realidad, no hay ningún operador que quiera financiar la puesta en marcha, de nuevo, centrales desmanteladas, y asumir el riesgo financiero que esto lleva asociado”. Albrecht ve, en los gestos de los democristianos, un “posicionamiento simbólico” que, entre otras cosas, les sirve para “marcar distancias con Los Verdes”. Casi más un acto de guerra cultural que una política con efectos en la realidad.
“No creo que sea viable para Alemania volver a la energía nuclear clásica para producir electricidad. Entre otras cosas, porque, para la sociedad alemana, es difícil de digerir”, dice Alejandro Zurita, exjefe de cooperación internacional en investigación nuclear de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). “Hay una sólida cultura antinuclear en Alemania asociada al surgimiento Los Verdes a finales de los setenta y alimentada también por la Guerra Fría, con la crisis de los misiles estadounidenses y soviéticos entre las dos Alemanias, que no disponían de capacidad de decisión política”, recuerda Zurita, que en aquella época trabajaba en este país y vivió de cerca estos debates.
Zurita explica que el abandono de la energía viene de un proceso largo: las eléctricas alemanas “decidieron hace una veintena de años ir desembarazándose de la producción nuclear”, principalmente debido la incertidumbre legislativa. Otro factor: “La estructura y la experiencia del sector nuclear alemán fueron prácticamente desmanteladas”.
“Las centrales nucleares no son cafeteras que se encienden y apagan o se dejan funcionando un poco más”, decía el historiador Uekötter en 2022, cuando se debatía aplazar el cierre de las centrales, una decisión de la democristiana Angela Merkel 11 años antes. Ahora, ante las iniciativas de Merz, sostiene que “este es un debate algo ligero y frívolo”. Son discusiones “virtuales”, dice, que tienen poco que ver con las decisiones clave para el suministro energético de la próxima década y que atañen a centrales de gas, la estratégica eólica o solar.
El giro político está por ver si se concreta; el nuevo tono, en cambio, es evidente. O la ambigüedad. “Debemos ser abiertos tecnológicamente”, dijo la ministra Reiche durante otra reunión en Bruselas. “Nosotros”, precisó, “seguimos una vía distinta a la de Francia”.
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