Las ridículas cuentas del gasto de defensa de la OTAN
España ocupa el último puesto en la clasificación de contribuyentes de la Alianza Atlántica

Cuando la guerra de Kosovo, el Consejo Europeo discutía qué hacer:
— ”Debemos enviar enseguida un Ejército europeo”, reclamó Jean-Claude Juncker, entonces primer ministro luxemburgués.
— ”Lo suscribo. Yo me comprometo a poner 100.000 soldados en una semana; y tú, ¿Cuántos pones tú, Jean Claude?”, replicó su colega británico, Tony Blair.
El bueno de Juncker calló para no caer en el ridículo, solo tenía una suerte de Guardia Civil con 5.000 uniformados. Algo más, sí, que lo aportado por el Gran Ducado en la segunda guerra mundial: 70 voluntarios incrustados en el ejército belga.
Del total de guardias, 900 son militares. Contra 7.500 en Estonia y 117.400 en España (datos de la Alianza Atlántica, 2024). Y sin embargo el gran ranking de la OTAN coloca a Luxemburgo como contribuyente número 31; a Estonia como número 2, tras Polonia y antes que EEUU; antes que nuestro país (32, el último).
Esta clasificación no es un juego de Stratego o de Risk. La organización la reputa clave para distinguir a los buenos socios (como Estonia) de los malos (como Luxemburgo o España), según si su presupuesto contribuye más o menos a gastos de Defensa, en relación con el PIB. Y de ahí que Donald Trump apriete a los europeos, que como media rozan el 2%, hasta el 5%. Es una contabilidad trascendente.
Y es del todo estúpida para evaluar cuán relevante es cada contribución a la defensa colectiva. Mezcla churras (el gasto) con merinas (la capacidad real de defenderse y atacar).
Cierto que la cifra del gasto debe tenerse en cuenta. Pero, antes que nada, elabórese bien: en infraestructuras, la base de Rota computa como gasto de quien la mantiene, EEUU; pero la cesión de sus terrenos ¿acaso no tiene ningún valor? ¿No es diferente que alquilarla a China? ¿Cuántas Rotas tiene Luxemburgo? ¿Cuántas la República Checa, la “sexta mejor”? Ninguna.
Y después de todo. ¿Dónde se contabilizan los despliegues exteriores de seguridad? ¿Cuántos de los grandes inversores actuaron en Kosovo, el Índico, el Líbano, como ha hecho y hace el presunto último?
Claro que algunas de esas misiones no eran de bandera OTAN (sí la kosovar, a través de la Kfor), sino de otras siglas: UE, ONU, coaliciones de voluntarios, sí, pero todas esenciales para la seguridad occidental.
Lo propio de una evaluación adecuada sería usar un mix, una combinación de criterios, sobre los esfuerzos de cada uno en relación a los desafíos. ¿Cuáles?: El fiscal, claro (gasto presupuestado sobre PIB); su evolución reciente (los europeos de la OTAN han invertido un 12% más en 2024 que en 2023); su contribución en tropas; su aportación al capital físico y a la industria armamentística; su presencia en los tres Ejércitos (por ejemplo, Estonia dispone de un submarino, el legendario Lembit, que yace en un museo); la cobertura de fronteras peligrosas (algunos socios carecen de eso)…
Atención: Tanto como extremar la eficacia en el gasto defensivo, aumentándolo si conviene porque la superpotencia que protegía a Europa ahora la amenaza, es incrementar su eficiencia: evitar el despilfarro. ¿Consideramos inversión en defensa de Occidente la compra de servicios satelitarios de Space X, la compañía de Elon Musk que este utiliza para cambios de cromos con Rusia y China sobre cobertura de datos estratégicos? O se trata más bien de un pasivo al servicio de los nuevos agentes de Moscú en el Despacho Oval que de un activo para proteger a Europa?
Refresquemos la memoria. El nada woke pero muy cualificado periódico The Wall Street Journal destapó en octubre las conversaciones de Musk con Vladimir Putin en las que este le pedía, por cuenta de Beijing, que se abstuviera de dar cobertura a Taiwán, desconectándola.
De manera que invertir, todo lo que convenga en apoyo a nobles causas universales, como la de Ucrania, compútense esos gastos en la contabilidad de la OTAN. Pero no los desembolsados en favor ni de nuevos cuatreros tecnológicos, ni de héroes del KGB.
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