Europa busca fórmulas financieras para acelerar el gasto en defensa
El aumento de los presupuestos nacionales es la primera opción de Bruselas para afrontar los mayores compromisos militares, pero el desafío requiere fórmulas más ambiciosas y de más largo plazo como reformular el fondo Next Generation o la creación de un nuevo vehículo de financiación
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La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha sacudido muchos debates. También lo ha hecho con el de la financiación de la Defensa en la Unión Europea, pese a que los soldados rusos entraron hace ya tres años en Ucrania a sangre y fuego. Esa invasión sacó el gasto militar de la parte vergonzante de los discursos políticos, pero en la UE los debates son lentos y este no acababa de aterrizarse en los detalles. Ahora, por el contrario, el escenario es otro. “El tono ha cambiado completamente”, apuntaba hace un par de días una fuente europea tras la reunión de ministros de Finanzas en Bruselas vinculado la cita que los representantes de Estados Unidos y Rusia habían mantenido en Arabia Saudí sin la presencia de la Unión con ese “tono” diferente que había entre el Ecofin de enero y el de febrero.
Con el rápido acercamiento de Trump al autócrata ruso, Vladímir Putin, todo lo geopolítico, también el gasto en Defensa, se vuelve urgente en Bruselas. La discusión sobre cómo obtener financiación para unas inversiones que se prevén multimillonarias y sostenidas en el medio y largo plazo ya ha comenzado. Abrió el fuego la propia Ursula von der Leyen en una cumbre de líderes de la UE el 3 de febrero, cuando les dijo que la Comisión Europea buscaba estirar al máximo la “flexibilidad” de las nuevas reglas fiscales para financiar el gasto militar. “Para tiempos extraordinarios, es posible tener medidas extraordinarias en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento”, declaró. Después ella y el comisario de Economía, Valdis Dombrovskis, han definido esa “flexibilidad”: activar la cláusula de escape para cada Estado miembro, aunque sea de forma parcial, para dar más margen en los presupuestos a las partidas militares sin el corsé de un déficit máximo del 3% del PIB.
Se trata de que los Estados de la UE, al menos los que forman parte de la OTAN, lleguen a un gasto equivalente al 2% del PIB. Ahora, en conjunto, están cerca, el 1,9%; lejos del 3,3% estadounidense, pero próximos al objetivo mínimo que fija la Alianza Atlántica. Pero la cifra agregada se diluye en realidades muy diversas y el gasto crece, o disminuye, con la proximidad geográfica a Rusia. Polonia y las repúblicas bálticas dedican a defensa más del 3% de su PIB. En cambio, Italia o Portugal apenas destinan el 1,5% y España aún menos, el 1,32% del PIB, con el objetivo de llegar al 2% en 2029.
Bruselas ha estimado una necesidad de gasto en defensa para la UE de 500.000 millones en los próximos 10 años, un reto que exige exprimir las vías de financiación disponibles. Según S&P, el gasto militar para la UE se elevaría en 875.000 millones de dólares si se llegara a la idea lanzada por Trump de que los miembros de la OTAN eleven esta partida del 5% del PIB. La propuesta va mucho más allá de lo que cada país podría financiar sin tensar mucho sus cuentas públicas, y forma parte de la estrategia de amenazas con la que EE UU plantea sus relaciones internacionales, en un momento en que ya ha avanzado a la UE la aplicación de importantes aranceles.
Que se haya optado en primer lugar por ver cómo se da más margen a los presupuestos nacionales demuestra las prisas, sobre todo en países como Polonia, país que preside el Consejo de la UE este semestre y que señala a la seguridad y la defensa como asunto prioritario. “La Comisión hizo el anuncio el viernes [en referencia al discurso de Von der Leyen en la conferencia de Múnich] y los polacos quieren, comprensiblemente, intentar que se implemente durante su presidencia. Eso para la UE es alta velocidad”, subrayaba una fuente europea esta semana con cierto recelo, dejando caer que en Polonia hay elecciones en primavera.
Más gasto nacional y comunitario
Más lento va el debate de los bonos europeos para la defensa o la deuda común, pese a que el desafío que afronta la UE en materia de seguridad va a requerir inversiones multimillonarias para las que aún no hay un esquema de financiación. Para empezar, hay discrepancias profundas entre las capitales. Alemania, Austria o Países Bajos no quieren oír hablar de algo así, por el momento. España, en cambio, ha presentado un documento a la Comisión en el que apuesta por duplicar el próximo Presupuesto comunitario (entre 2028 y 2034) con nuevos impuestos europeos y con emisiones de deuda conjunta, como se hizo para financiar el Fondo de Recuperación.
Esas cuentas, asume Madrid, deberían financiar parte del gasto en Defensa, especialmente aquel que se destina a proyectos comunes (desarrollo de proyectos industriales) o infraestructuras para el transporte de material militar, pero España quiere agrandar el concepto de defensa (seguridad, fronteras, desastres provocados por el cambio climático) y sufragar las inversiones en competitividad. “Esas emisiones de deuda podrían asumir un ángulo genuinamente europeo”, señaló el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, tras la reunión del Ecofin. España no es el único país que apuesta sola en la emisión de deuda común. Junto a sus socios habituales en este tipo de propuestas (los países del sur), esta vez se suman las capitales de las repúblicas bálticas, Polonia o países nórdicos. Aunque ellos, que normalmente se alinean en el bando de los halcones fiscales, sí que centran mucho el objetivo en la defensa.
Los instrumentos heredados de la pandemia
La UE también dispone de herramientas financieras que ya han permitido abordar en el pasado el impacto de acontecimientos extraordinarios, pero cuyo uso habría que reformular para financiar la inversión en defensa. El recurso más inmediato es el fondo Next Generation, aunque un cambio en el destino de sus recursos requeriría el acuerdo unánime de los 27 y vencer además la resistencia de un peso pesado como Alemania, reticente a los vehículos financieros comunes y que accedió al Next Generation en la idea de un uso puntual.
“La emisión de deuda nacional combinada con la reutilización de la capacidad financiera sobrante del Next Generation podría financiar un mayor gasto militar hasta 2026. Esto daría tiempo suficiente para establecer un nuevo programa europeo orientado al gasto militar y financiado con garantías permanentes de los Estados miembros, como en el actual Presupuesto de la UE”, explica el banco estadounidense Goldman Sachs, que calcula que reasignar la capacidad financiera sobrante del Next Generation UE permitiría destinar unos 90.000 millones al gasto militar. El diario Financial Times publicó este miércoles que la Comisión Europea baraja una cifra de 93.000 millones. Otra opción adicional, dentro de los mecanismos ya existentes heredados de la pandemia, sería, según explica este mismo banco de inversión, el uso del Mecanismo Europeo de Estabilidad, estableciendo una línea de financiación directa de apoyo al gasto militar. Sería una réplica de la financiación concedida en la crisis de la pandemia para sufragar el gasto en salud.
El papel del BEI
El Banco Europeo de Inversiones es una herramienta a la que ya han mirado los gobiernos en varias ocasiones durante este debate. Lo hicieron el año pasado y el BEI respondió ampliando mucho los criterios para financiar proyectos que tengan una vertiente bélica. Y lo han hecho hace dos semanas: 19 países remitieron una carta a la presidenta de la entidad, Nadia Calviño, reclamándole “ajustes en la política crediticia para aumentar el volumen de financiación” al sector. La española ha tomado nota y este mismo miércoles ha señalado en Madrid que “es indudable que Europa necesita reforzar sus capacidades de seguridad y de defensa”. El objetivo del mayor banco público del mundo es doblar este año la financiación que destina a este campo, pasando de 1.000 millones a 2.000. Puede parecer poco para las enormes cifras que se manejan, pero supone cuadruplicar los créditos al sector en dos años.
Un nuevo fondo común para la defensa
La creación de un nuevo vehículo conjunto para financiar el gasto en defensa es el objetivo último que ya sobrevuela en Bruselas. Polonia es uno de los países que apuestan por la idea. No es fácil que esto se abra paso; requiere la unanimidad, lo que supone lidiar con las reticencias de Berlín, La Haya o Viena. Además, la máxima calificación financiera para ese vehículo, como la triple A, dependería de las garantías que aportara cada país. En el caso de que se creara un fondo solo entre los países que lo desearan —lo que evitaría el requisito de la unanimidad— y que incluyera también a países fuera de la UE como el Reino Unido y Noruega, su calificación financiera dependería de la credibilidad del compromiso de esos países, recuerdan en S&P. Así, si la garantía es conjunta, el rating del vehículo sería el del país con mejor calificación financiera. Pero si no lo fuera, y cada país solo garantizara una parte proporcional de la emisión de deuda, el rating sería el del país con una calificación financiera más baja.
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