Los salarios reales se recuperan en todo el mundo y crecen un 2,7%, la mayor subida en más de 15 años
La OIT exige, como objetivo prioritario, ajustes de los salarios mínimos de todos los países para proteger el poder adquisitivo de las rentas más bajas
El año 2024 está siendo el de la recuperación salarial definitiva en todo el mundo. Los fuertes niveles de inflación en 2022 y 2023 hicieron que los salarios reales (una vez restado el impacto del alza de los precios) se pusieran en valores negativos en la práctica totalidad de las economías del planeta, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores. Sin embargo, el Informe Mundial sobre Salarios elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentado este jueves en Ginebra (Suiza) ha detectado que, con los datos preliminares de la primera mitad de 2024, el crecimiento mundial de los salarios reales registró un aumento del 2,7%, el mayor avance en más de 15 años. Además, aunque persiste una fuerte desigualdad salarial interna en la mayoría de los países del mundo, esta se ha reducido en dos tercios de ellos en lo que va de siglo.
No obstante, este incremento generalizado de los sueldos medios estaría fuertemente condicionado por China —cuyo rápido crecimiento salarial presiona al alza significativamente el promedio mundial—, por lo que si se excluye el gigante asiático, el crecimiento de las retribuciones reales en 2024 está siendo de un 2,3%. También, si se toman solo como referencia los países del G-20, tras dos años de crecimiento negativo de los salarios y pérdidas de poder de compra, el aumento de los salarios reales en los países con economías avanzadas de este grupo es del 0,9% este año, frente a un mayor incremento, del 5,9%, en las economías emergentes de este colectivo.
En general, según este estudio, los salarios medios nominales (antes de descontar el IPC) crecieron por encima de la inflación en todas las regiones mundiales en la primera mitad de 2024, con aumentos que variaron desde el 19,4% en Asia Central y Occidental al 0,3% en América del Norte, donde se registra la mayor moderación de las retribuciones.
Sin embargo, a pesar de estas mejoras, la OIT llama la atención sobre la necesidad de no desatender las políticas de salarios mínimos en el mundo, precisamente por las mordidas que puede hacer la inflación a las rentas más baja. La organización reconoce que en 2022 y 2023 más países de lo habitual ajustaron el nivel de sus salarios mínimos, “lo que indica que dichas políticas respondieron en general a la presión inflacionista”, pero esta respuesta se quedó corta.
De una muestra de 160 países analizados, en 2022, aunque el 60% ajustó sus salarios mínimos, en solo uno de cada cuatro Estados estas rentas crecieron por encima de su inflación. Y en 2022, aunque el 55% de estos países vio como sus salarios más bajos sí aumentaban por encima de los precios, en la mayoría de los casos dichos aumentos no sirvieron para compensar las pérdidas de poder adquisitivo de los dos años anteriores.
Ante esto, la OIT demanda que “ajustar el salario mínimo con el fin de proteger el poder adquisitivo de los trabajadores con niveles salariales bajos, sin perder de vista los factores económicos, debe seguir siendo un objetivo prioritario” en todo el mundo.
Fuerte desigualdad salarial
Pero la buena noticia que supone siempre que exista una mejora de las retribuciones de los trabajadores generalizada en el mundo se ve empañada por la persistencia de fuertes niveles de desigualdad salarial en la mayoría de los países, según certifica la OIT. En concreto, este informe analiza la inequidad de las retribuciones en función del nivel de ingresos de cada país y detecta que, según datos de encuestas recientes sobre los salarios por hora de 82 países analizados, que representan alrededor del 76% de la población mundial de trabajadores asalariados, aquellos con ingresos más bajos son los que representan, por término medio, el nivel más alto de desigualdad salarial, mientras que los Estados más ricos son también más igualitarios. De hecho, en los países con rentas más bajas en general, el 22% de los trabajadores están clasificados como mal pagados, al recibir un salario inferior a la mitad de la mediana de su país, apunta el estudio.
Además, el organismo asegura que en todos los países por nivel de ingreso que se han analizado, las mujeres y los trabajadores de la economía informal —estos últimos son mayoría en los Estados con ingresos bajos y medianos y minoritarios en los más ricos— están sobrerrepresentados en la franja baja de la distribución salarial y, por tanto, son quienes tienen los sueldos más bajos. De hecho, en el informe se afirma que, tras analizar la brecha salarial de género, “se constata que los hombres ganan más que las mujeres en todos los grupos de países independientemente del nivel de ingresos y en toda la escala salarial”.
A esta desigualdad de los sueldos internos en cada país se unen los fuertes desequilibrios retributivos entre los trabajadores de distintos países: el informe muestra que, a nivel mundial, el 10% de los trabajadores peor pagados ganan solo el 0,5% de la masa salarial mundial, mientras que el 10% mejor pagado concentra casi el 38%.
Mejoran los desequilibrios
Dicho todo esto, este estudio también desvela que la desigualdad salarial, pese a su persistencia, se ha reducido en aproximadamente dos tercios de los países analizados (que concentran alrededor del 73% de la población asalariada mundial). Es más, esta disminución, aunque se manifiesta en todos los países —con unas caídas medias de la inequidad salarial de entre el 0,5% y el 1,7%—, lo hace con más intensidad en los de ingreso bajo y mediano bajo, donde dicha desigualdad se reduce entre el 3,2% y el 9,6%.
En cualquier caso, a pesar del descenso generalizado de las desigualdades retributivas en el primer cuarto del siglo XXI, la situación de inequidad de rentas en el mundo es calificada por la OIT como “inaceptable” y por ello hace una serie de propuestas para continuar atajando este problema.
Entre ellas, esta organización recomienda fijar los salarios a través del diálogo social, en la negociación colectiva entre los empresarios y los representantes de los trabajadores; adoptar un “enfoque global” en la fijación de las retribuciones que tenga en cuenta no solo las necesidades de los trabajadores y sus familias sino también los factores económicos; y hacer políticas salariales que apoyen proactivamente la igualdad de género. Asimismo, recomienda usar datos y estadísticas fiables para adoptar decisiones retributivas y, en definitiva, que cada país aborde las razones de base que le llevan a tener salarios bajos en cada caso, como puedan ser la baja productividad, la economía irregular o la infravaloración de empleo en sectores como la economía de cuidados.
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