Dos sentencias que abrochan diez años de Vestager al frente de Competencia
Los fallos del TJUE ponen en valor el mandato de la danesa al frente de una cartera que puede heredar la española Teresa Ribera y en la que ha destacado por su labor para controlar los abusos de las tecnológicas
Hace ahora unos dos años, la vicepresidenta la Comisión Europea, Margrethe Vestager, contaba a tres periodistas que cuando firmaba alguna sanción a una de las grandes tecnológicas por abuso de mercado —una de sus señas— sonreía. El martes pasado la sonrisa se transformó en lágrimas de alegría. Dos sentencias del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) ratificaban dos varapalos a Apple y Google que ascendían a más de 16.000 millones que la liberal danesa había rubricado al poco de hacerse cargo de Competencia. Dicen en el equipo de la veterana política nórdica y funcionarios que han trabajado con la danesa que valorar sus diez años al frente del potente departamento de Competencia —responsabilidad para la que ahora es favorita la vicepresidenta tercera española, Teresa Ribera— sobre la base de esas dos sentencias sería injusto, pero entienden que esos dos fallos tengan una lectura casi de evaluación final. Y, por eso, cuando a los pocos minutos de las nueve y media de la mañana del martes ella y su equipo escucharon la lectura de las sentencia, la alegría se desbordó hasta las lágrimas.
La todavía miembro del Colegio de Comisarios —su país no la ha propuesto para repetir una tercera vez— dejó sus cargos de ministra de Finanzas e Interior danesa y líder del Partido Social Liberal en 2014 para hacerse cargo de Competencia. Una de sus primeras decisiones fue abrir el expediente a Google que acabó con la multa de 2.424 millones ratificada por el TJUE la semana pasada, recuerda uno de los funcionarios europeos que participaron en aquel expediente y de los que más abogó por abrirlo. Año y pico después llegó la reclamación de 14.000 millones a Apple por el ventajoso régimen fiscal irlandés. “Es inusual que un comisario abra un expediente y vea que se resuelve judicialmente siendo todavía el responsable”, describían en su equipo este miércoles, una frase que viene a decir que estos dos casos simbolizan una especie de alfa y omega de estos 10 años. Aunque, si los tiempos administrativos lo permiten, falta un colofón importante: dilucidar si Bruselas obliga a Google a dividir su negocio publicitario, algo que también se plantea Estados Unidos.
Las dos emblemáticas sentencias suponían todo un espaldarazo tras el varapalo sufrido por Competencia la semana anterior, cuando el TJUE desautorizó el veto a la fusión de Ilumina y la start-up Grail, y tenía un gran componente simbólico por ser protagonistas dos empresas tecnológicas. El control de los mercados digitales ha sido uno de los signos de estos 10 años. Para algunos, incluso demasiado. “Ella ha marcado su impronta, sobre todo en el mundo digital. Tal vez ha puesto mucho énfasis en eso, casi dejando otros sectores. Es difícil que se abran expedientes en otros sectores económicos, en los que sigue habiendo restricciones a la Competencia”, apunta el abogado José Rivas, socio del bufete de abogados Bird and Bird y experto en Competencia: “El balance va a ser positivo. Ha sido una buena comisaria”. “Seguro que las dos sentencias del Tribunal de Justicia se verán reflejadas en el mensaje de la carta de intenciones que Von der Leyen redactará para quien se haga cargo de Competencia”, añade en referencia al texto en el que la presidenta le marcará las prioridades del departamento a su siguiente titular.
Del empeño en controlar el mercado digital, hablan las multas impuestas a Google, principalmente, que suman más de 8.000 millones de euros o los 1.800 millones impuestos a Apple en marzo de este año. Con esta última volvía a dejarse notar tras el paréntesis abierto para aspirar a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI), carrera que perdió contra la española Nadia Calviño.
Desde luego, 2023 no fue un buen año para la danesa, aficionada a tricotar. La derrota en el intento por dirigir el BEI se sumaba al fallido nombramiento de la estadounidense Fiona Scott Morton como economista jefe de Competencia. Su apuesta por la prestigiosa académica le salió mal: la nacionalidad de la candidata, que había asesorado a grandes tecnológicas —a las que la Comisión ha abierto expedientes— fueron el argumento que utilizaron quienes se oponían al nombramiento, el mismo presidente francés, Emmanuel Macron, y comisarios como el de Mercado Interior, Thierry Breton, con el que ha tenido muchas fricciones estos cinco años. Su estrella parecía languidecer, después de un primer mandato en el que llegó a enfrentarse a París y Berlín vetando la fusión de Siemens y Alstom.
El capítulo de Scott Morton ilustra, para quien ha trabajado con Vestager, la lealtad a su equipo y la firmeza de sus principios, “a veces demasiado”. La decisión de nombrar a la estadounidense se había tomado tiempo antes de materializarse el nombramiento y durante ese periodo el escenario político había cambiado mucho (aparecieron los roces entre Estados Unidos y la UE por las ayudas públicas en la transición climática), tanto como para que chirriara mucho el nombramiento de una estadounidense en un puesto clave del gran departamento de la Comisión.
Junto a las sanciones a los gigantes digitales, de estos años también quedará el reglamento de mercado digitales (conocido por sus siglas inglesas, DMA), con el que se da la vuelta en este sector a la forma en que se instruían los expedientes cuando hay indicios de abuso de mercado. Ahora son las grandes empresas las que tienen que demostrar que cumplen la ley. Lo mismo para con el reglamento de servicios digitales (DSA, por las iniciales en inglés), aunque esta norma se fija más en los contenidos de las grandes plataformas en Internet. Hay otras normas en las que Vestager ha participado en su redacción inicial como vicepresidenta del área digital y de nuevas tecnologías de la Comisión, como la chips act (el reglamento para promover la industria de semiconductores). Ahí no falta quien, en otros departamentos del Ejecutivo, apunta que le falta cierta ambición e, incluso, una excesiva confianza en el mercado. Aunque este mercado, como subrayan en su equipo, tiene que funcionar de “la forma más justa”, algo básico para que las empresas y los consumidores, en definitiva, los ciudadanos confíen en él.
En lo que hay absoluta unanimidad, es en su capacidad de comunicación y la habilidad para acercar a términos cercanos y comprensibles algo sumamente complejo como son los trust, cartel, la definición de posiciones dominantes o la concreción de un mercado de referencia en una fusión corporativa. Algo que pudo verse el mismo martes, cuando valoró en una larga comparecencia de más de una hora ante la prensa, las dos sentencias que abrochan sus 10 años en Bruselas.
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