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Tiempo de trabajo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Jornada laboral de 37,5 horas: ¿oportunidad o amenaza económica?

Los análisis realizados dejan de lado aspectos sociales y medioambientales

Instalaciones del centro logístico de Amazon en Siero (Asturias).
Instalaciones del centro logístico de Amazon en Siero (Asturias).J.L.Cereijido (EFE)

La reducción de la jornada laboral ya no es una utopía en España. El debate sobre la reducción del tiempo de trabajo ha pasado de ser una propuesta audaz y provocativa a convertirse en una posibilidad real, con el Gobierno planteando legislar una jornada máxima de 37,5 horas semanales en los próximos dos años.

Hasta ahora, la conversación ha estado dominada por los argumentos a favor de la reducción del tiempo de trabajo, respaldados por los resultados positivos de numerosas experiencias empresariales e internacionales. Existía un interés genuino por explorar esta medida que podía ser capaz de transformar radicalmente nuestras vidas, especialmente en un contexto post-pandémico donde arraigaba con fuerza una creciente sensación de desapego e insatisfacción con nuestros puestos de trabajo.

A pesar de esto, la consolidación de este debate en España y su materialización en propuestas concretas de política pública han dado lugar, como era de esperar, a posiciones escépticas y contrarias. Estas posturas, inicialmente poco elaboradas y más ideológicas que científicas, han comenzado a manifestarse de manera más evidente por parte de distintos actores que, en coherencia con sus intereses, buscan sembrar dudas sobre la conveniencia de reducir la jornada laboral. En este sentido, recientemente se han publicado diversos informes por parte de organizaciones como Fedea, CEPYME y BBVA Research. Todos ellos comparten un enfoque crítico similar y presentan al menos tres grandes deficiencias que es importante señalar.

En primer lugar, estos análisis parten de una visión estrictamente limitada al ámbito económico y del empleo. Esto supone un problema significativo, ya que la organización del tiempo de trabajo abarca inevitablemente cuestiones de gran relevancia en el ámbito social, de la salud o del medio ambiente. Existen evidencias sólidas que vinculan ciertas enfermedades cardiovasculares y de salud mental con jornadas laborales excesivamente largas. Además, se ha demostrado que la escasez de tiempo fomenta patrones de consumo menos sostenibles y energéticamente más intensivos, así como una distribución menos equitativa de las tareas domésticas y de cuidados entre hombres y mujeres.

En segundo lugar, estos informes centran su análisis exclusivamente en los costes, sin contabilizar los posibles beneficios. No se contemplan, por ejemplo, el potencial impacto positivo que la reducción de la jornada laboral podría tener sobre las bajas laborales y sus correspondientes costes económicos para las empresas y la sociedad. Tampoco se consideran los efectos redistributivos de la medida, como la posible creación de empleo, el ahorro en prestaciones o el incremento de cotizaciones sociales.

En tercer lugar, los análisis publicados parten de un posicionamiento aparentemente técnico y neutral. Sin embargo, en la práctica realizan una selección sesgada de evidencias y literatura académica que, en el mejor de los casos, sólo representan una parte de la realidad. Ignoran contribuciones importantes que señalan beneficios macroeconómicos relevantes en términos de estimulo de la demanda agregada. Estos beneficios se pueden derivar de nuevas contrataciones y de la mayor disponibilidad de tiempo libre para el consumo y el ocio. Además, presentan la productividad como una variable aislada, cuando la evidencia empírica (especialmente la microeconómica basada en el estudio de casos) sugiere vínculos significativos con la reducción del tiempo de trabajo. Estos vínculos se derivan del estímulo a procesos de innovación organizativa y de mejora de la eficiencia productiva en las empresas.

En definitiva, resulta positivo que surjan posiciones diversas que señalen los posibles riesgos o debilidades de la reducción de la jornada laboral. Sin duda, hay cuestiones que requieren aún un estudio más detallado y que el Gobierno haría bien en considerar, como la necesidad de programas de acompañamiento de carácter sectorial o la puesta en marcha de incentivos económicos que ayuden a la implementación de la medida, especialmente en las pequeñas y medianas empresas. No obstante esto, un análisis riguroso de los efectos de la reducción de la jornada laboral debe ser necesariamente más amplio y complejo, teniendo en cuenta las múltiples dimensiones sobre las que incide esta medida y sus eventuales costes y beneficios para la sociedad en su conjunto.

Joan Sanchis i Muñoz, Profesor Asociado de Economía Aplicada en la Universitat de València.

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