New York Community Bancorp se desploma un 38% y reaviva las turbulencias financieras
La entidad aumenta por sorpresa las provisiones para morosidad de préstamos del sector inmobiliario comercial

Las turbulencias financieras reaparecen. La Reserva Federal decidió hace unas semanas no prorrogar algunas de las líneas de liquidez de emergencia que lanzó el año pasado porque creía que no eran necesarias y algunas entidades las estaban aprovechando para hacer negocio. Sin embargo, cuando el panorama financiero parecía despejado, New York City Bancorp (NYCB) se ha desplomado este miércoles en Bolsa tras publicar resultados. Su caída ha sido del 37,67% y ha arrastrado a alguno otros bancos regionales.
La duda es si se trata de un caso aislado o si se abre paso a otro episodio de inestabilidad financiera. Silicon Valley Bank, Signature Bank y First Republic Bank cayeron el año pasado por sus inversiones en deuda, que perdieron valor con la subida de los tipos de interés. Se trataba de un problema que afectaba a muchas más entidades y por eso hubo por momentos un riesgo sistémico. En el caso de New York Community Bancorp el detonante de su entrada en pérdidas es el sector inmobiliario comercial. De nuevo, son muchos bancos los que tienen una exposición relevante a ese segmento del mercado.
En la pequeña crisis bancaria de 2023, las acciones de NYCB se hundieron hasta mínimos de 6,40 dólares por el contagio de Silicon Valley Bank, Signature Bank y First Republic Bank. Cuando la situación es estabilizó, la entidad se recuperó con fuerza y parecía uno de los bancos regionales ganadores de aquella crisis.
Llegó a quedarse algunos activos de Signature Bank en ventajosas condiciones. A través de su filial Flagstar Bank, acordó asumir 38.000 millones de dólares de los activos de dicho banco, incluidos 25.000 millones en efectivo y unos 13.000 millones en préstamos, a la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC). La cotización de sus acciones se duplicó con creces, hasta las cercanías de los 14 dólares por título a finales de julio, aunque en los últimos meses había cedido terreno.
Este miércoles, sin embargo, se ha hundido un 38%, hasta cerrar a 6,47 dólares por acción, pero la caída ha llegado a ser mayor durante la sesión, hasta un mínimo de 5,58 dólares por título, que es también el mínimo en más de dos décadas. El nerviosismo ante la reacción del mercado por sus resultados ha sido tal que el banco ha registrado por dos veces información complementaria ante la Comisión de Valores y Bolsa (la SEC).
Por la mañana, antes de la apertura del mercado, la entidad había comunicado en realidad que sus beneficios anuales se habían disparado, desde los 617 millones de 2022, hasta los 2.341 millones de 2023. Sin embargo, esos resultados incluían una partida contable de unos 2.200 millones de dólares de fondo de comercio negativo por la compra de activos de Signature Bank.
Una vez ajustados por esa partida y por otras partidas relacionadas con la fusión derivadas tanto de la adquisición de Flagstar como de la transacción de Signature, así como por el gravamen especial de la FDIC para financiar los rescates, el beneficio neto de 2023 fue de 609 millones de dólares, un 4% menos que el año anterior.
Además, en el último trimestre, el banco registró unas pérdidas consolidadas atribuibles de 260 millones de dólares, frente a un beneficio neto de 164 millones de dólares del mismo periodo del año anterior. Esas pérdidas incluían el impacto de una mayor provisión para pérdidas crediticias por morosidad. “Durante el cuarto trimestre hemos tomado medidas decisivas para aumentar el capital, reforzar nuestro balance, fortalecer nuestros procesos de gestión de riesgos y alinearnos mejor con nuestros homólogos bancarios. Aumentamos significativamente nuestros niveles de reservas registrando una provisión para morosidad de 552 millones de dólares, con lo que nuestra cobertura de provisiones está más en línea con la de estos bancos homólogos”, ha señalado en un comunicado el presidente y consejero delegado, Thomas Cangemi. “Además, hemos aumentado la liquidez del balance mientras nos preparamos para las normas prudenciales reforzadas que se aplican a los bancos con 100.000 millones de dólares o más en activos totales”, ha añadido.
Esas provisiones han sorprendido a analistas e inversores. A finales del año pasado, los inversores trataban de calibrar las posibles consecuencias para los bancos estadounidenses que poseían unos 2,7 billones de dólares en préstamos inmobiliarios comerciales, a medida que el valor de las propiedades se desplomaba y los prestatarios, desesperados por obtener nueva financiación, se enfrentaban a tipos de interés más elevados. La provisión para préstamos fue más de 10 veces superior a la estimada por los analistas, y mayor que las provisiones totales de la empresa en la década anterior, según Bloomberg.
Las alarmas han terminado de saltar con otra medida anunciada simultáneamente: la reducción del dividendo. “Estamos creando capital reduciendo nuestro dividendo ordinario trimestral a 0,05 dólares por acción ordinaria [desde los 0,17 dólres anteriores]. Reconocemos la importancia y el impacto de la reducción del dividendo en todos nuestros accionistas y no la hemos tomado a la ligera. Creemos que es una decisión prudente, ya que nos permitirá acelerar la creación de capital para respaldar nuestro balance como banco de categoría IV”, esto es, con más de 100.000 millones en activos, explicó Cangemi.
Las explicaciones no han convencido a los inversores. El banco corrigió su presentación para incluir una estimación del margen de intereses que espera lograr este año, pero aun así el mercado ha seguido desconfiando. Los próximos días serán claves en la evolución de la entidad. Si logra frenar cualquier salida de depósitos y recuperar la estabilidad, podrá pasar página. Si la presión del mercado y de los depositantes se acentúa, su viabilidad estará en juego.
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