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El precio del traslado de las fábricas a ‘países amigos’

El FMI y el BCE ven inevitables los movimientos de empresas desde estados como China o Rusia para reducir sus riesgos geopolíticos, pero advierten de sus costes

Port of Valencia
Una nave cargando contenedores en el puerto de Valencia.Mònica Torres
Lluís Pellicer

Los crecientes conflictos geopolíticos siguen traduciéndose en un repliegue en bloques del comercio mundial. La guerra en Ucrania o las tensiones con Pekín han llevado a las multinacionales occidentales a buscar seguridad con la provisión de materias primas y la instalación de centros productivos a países amigos. Washington y Bruselas han impulsado esas tendencias al abogar por buscar socios “confiables” y “con ideas afines” para controlar los riesgos para sus empresas, que buscan reducir sus vínculos con China para ir a Indonesia, Malasia o incluso India. Según el Banco Central Europeo (BCE), el 42% de las grandes compañías del Viejo Continente que ha sondeado recientemente han decidido producir en países aliados para reducir riesgos. Sin embargo, esa reubicación tiene consecuencias económicas, y las instituciones internacionales —como el FMI o el BCE— advierten de su impacto en el crecimiento y en el alza de precios.

La política de covid cero, que puso en jaque la cadena global de suministros, obligó a Apple a decidir un traslado de producción de China a India. No fue algo puntual: este verano la multinacional empezó a fabricar en Sriperumbudur (India) el iPhone15 ante los crecientes recelos de Washington con Pekín. Es solo un ejemplo: Estados Unidos y la UE miran a países con ideas y políticas similares, es decir, con menor posibilidad de entrar en conflicto, para proteger a sus empresas. Se trata del llamado friend shoring. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, fue la primera en abogar ya en septiembre de 2022 por un repliegue del engranaje productivo hacia Estados aliados. “No podemos permitir que los países usen su posición en el mercado de materias primas, tecnologías o productos clave para tener el poder de perturbar nuestra economía o ejercer una influencia geopolítica o deseada. Construyamos y profundicemos la integración económica con los países con los que sabemos que podemos contar”, sostuvo.

Bruselas, que saca pecho por su condición de estandarte del libre comercio en tiempos de repliegue, ha aprobado este verano una nueva estrategia de seguridad económica que contempla que el bloque estrechará más sus lazos “con países que comparten” sus “preocupaciones en materia de seguridad económica”, así como “aquellos que tienen intereses comunes”. De hecho, la Unión Europea se ha armado con un mecanismo para fiscalizar las inversiones extranjeras en empresas estratégicas o instrumentos para garantizar la reciprocidad en las relaciones económicas.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) sostiene que no ve una tendencia de fondo que implique una “amplia desglobalización”, pero sí viene advirtiendo de “signos” de ese repliegue de bloques geopolíticos. La directora general del organismo, Ngozi Okonjo-Iweala, admitió recientemente que las empresas están siguiendo una política para minimizar los riesgos de crisis políticas y militares, pero advirtió de que una generalización de esa tendencia sería “costosa y probablemente ineficaz”.

Las instituciones internacionales por ahora avalan esa advertencia de la OMC. La última en hacerlo ha sido el Banco Central Europeo (BCE), que en el Boletín Económico de este mes realiza varias aportaciones sobre el impacto de las tendencias globales en la inflación de la zona euro. La autoridad monetaria, por ejemplo, calcula que la caída de los precios de los productos que se importan de China ha tenido restado cuatro décimas al IPC de la zona euro. Pero también analiza a fondo el comportamiento de las empresas europeas en el nuevo escenario global, que los organismos multilaterales definen como “propenso a los golpes económicos”. Y la autoridad monetaria también ve un cambio en las grandes compañías europeas, que dicen que en los próximos cinco años serán “más activas” en el cambio de ubicación de sus operaciones para “hacer que sus negocios sean más resilientes”. El 42% está trasladando su producción, cuando en los últimos cinco años lo hacían el 11%.

Según el documento, las compañías europeas citan el “riesgo geopolítico” como el principal factor que está detrás de su decisión de mover su actividad. “Eso subraya un cambio en las prioridades de las empresas desde solo centrarse en el recorte de costes o mejorar la eficiencia a también incorporar la resiliencia en sus decisiones”, apunta el informe. Al ser preguntadas sobre cómo iban a hacerlo, dieron tres respuestas: acercando la producción al país de la matriz, diversificando proveedores geográficamente y decantándose por países políticamente cercanos. Es más, el BCE señala que esa estrategia se traducirá en un mayor empleo de proveedores europeos.

Riesgo de China

Tras las sanciones impuestas sobre Rusia, China se erige como el país que los empresarios creen que acarrea mayores riesgos. Sin embargo, el 55% de las compañías se nutre de insumos procedentes del gigante asiático. Y la mayoría cree, además, que es “muy complicado” reemplazarlo por otros países. En la encuesta efectuada por el BCE, sin embargo, la mayoría de las empresas dicen estar trabajando para “reducir su exposición” a los países que creen una amenaza. De hecho, el 20% afirma que está buscando esos mismos productos dentro de la Unión Europea.

Esas dinámicas, que se iniciaron en plena escalada inflacionista, preocupan al BCE por su impacto en los precios. Y sus resultados avalan ese temor. “El 60% de los contactados dijeron que los cambios en la ubicación de la producción y/o el abastecimiento transfronterizo de insumos habían hecho subir sus precios promedio en los últimos cinco años, en comparación con solo el 5% que dijo que sus precios habían caído como resultado”, apunta el informe, que añade que el 45% cree que la presión seguirá siendo alta en el próximo lustro.

Las advertencias del BCE van en línea con otros informes elaborados desde instituciones como Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD). Un documento publicado por esta institución concluye que las políticas emprendidas por las empresas sí pueden “deshacer” la globalización, que ha sido “la fuerza que ha dado forma al comercio internacional en las décadas recientes, por lo que esta “era” de relocalizar a territorios amigos implicará “costes económicos”.

El FMI, que en sus recientes reuniones anuales en Marraquech advirtió sobre el repliegue en bloques, ha apreciado en varios estudios que las tensiones geopolíticas han supuesto una reconfiguración de los flujos de inversión. El patrón pasa por una reducción del capital y préstamos entre países de bloques opuestos y un aumento entre aliados, lo cual da cuenta de un retroceso en la integración global. Si bien las ventajas de reubicar ese capital podían dar más seguridad a las empresas, el fondo también cree esa relocalización puede castigar al crecimiento, en concreto, en una proporción equivalente al 2% del PIB. Y eso en un mundo cuyo avance económico para los próximos años ya se antoja “mediocre”, en palabras de la propia institución.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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