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Marina d’Or: la frágil estrategia de la ‘ciudad de vacaciones’

La sección hotelera del macrocomplejo vuelve a cambiar de manos nueve años después de la quiebra de la inmobiliaria

El complejo turístico Marina dOr, el 23 de septiembre.
El complejo turístico Marina dOr, el 23 de septiembre.ANDREU ESTEBAN (EFE)
María Fabra

Todo en Marina d´Or se proyectó siempre de modo superlativo: el mayor balneario de agua marina de Europa, una gran ciudad de vacaciones o el paraíso de los niños. Desde que, a principios de los ochenta, el empresario Jesús Ger comenzó a ejecutar su sueño con un hotel de tres estrellas en el extremo norte del término municipal de Oropesa del Mar (Castellón), los proyectos se multiplicaron de forma desproporcionada hasta alcanzar las más de mil plazas hoteleras y los más de 15.000 apartamentos, además de parques de aventura, acuáticos, jardines encantados y un sinfín de comercios y locales de restauración (temáticos o no).

En 2010, ante la larga crisis que siguió al reventón de la burbuja, el grupo segregó empresarialmente sus actividades. En 2014, la parte inmobiliaria presentó suspensión de pagos con más de 500 millones de deuda. La explotación turística tampoco logró levantar cabeza y en 2020 fue adquirida por un fondo estadounidense, Farallon, por alrededor de 200 millones. Tampoco fue suficiente. Ahora los murcianos Grupo Fuertes, propietario de ElPozo, y la cadena hotelera de Benidorm Magic Costa Blanca la han comprado por, aproximadamente, la mitad en una operación anunciada oficialmente esta semana y sobre la que no han ofrecido detalles. Ambos comparten ya accionariado, al 50%, en Magic Natura, un resort enclavado en el parque zoológico Terra Natura de Benidorm. Un empresario de la zona que conoce sus gestiones asegura: “Si hay alguien capaz de reflotar aquello, ese es Javier García Cuenca [el consejero delegado de Magic Costa Blanca], porque sabe darle personalidad de turismo de familia que la gente busca”. La misma fuente destaca además el apoyo económico del grupo Fuertes, que “tiene mucho dinero para invertir”. Aun así, admite que no deja de ser un reto.

La primera medida de los nuevos propietarios, que no han detallado sus planes más allá de confirmar la compra, ha sido cancelar todas las reservas de los hoteles dos meses antes de lo habitual. La empresa, que tampoco ha especificado los motivos de la decisión ni el volumen de personas afectadas (aunque se especula precisamente con la escasez de reservas como una de las razones), ha comunicado que devolverá el dinero. Sin embargo, no está claro qué pasará con otros gastos en los que hubieran incurrido los turistas como el transporte, por los que las asociaciones de consumidores creen que pueden pedir una compensación. ‘

“Es el típico proyecto megalómano”, describe José García Montalvo, catedrático de la Pompeu Fabra, investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y autor, entre otros, del libro De la quimera inmobiliaria al colapso financiero. “Empezó en el pico de la burbuja inmobiliaria, siguió la evolución cíclica del sector y cometieron todos los errores que se pueden cometer pero a lo bestia”, resume. No solo la teoría explica así los errores de Marina d´Or. Uno de los grandes y experimentados hoteleros de la Comunidad Valenciana condensa el error en una frase: “Quisieron crear un destino en sí mismo, cuando el objetivo era vender apartamentos”. No solo este empresario, que prefiere guardar el anonimato —“somos del mismo sector y voy a criticar el modelo”, justifica— exige que su nombre no aparezca si se habla de Jesús Ger. Incluso quienes valoran positivamente sus planes, reclaman hacerlo desde la sombra: “Nadie daba un duro por aquella zona y él aprovechó la oportunidad, supo hacerlo y le funcionó durante un tiempo. Es un modelo irrepetible”, asegura otro empresario de la provincia de Castellón que conoce bien la evolución del macroproyecto. “Claro que a mí también me gustaría que nuestra provincia estuviera llena de casas bajitas y campos de golf, pero no es el turismo que tenemos”, argumenta.

Jesús Ger, que siempre ha tratado de eludir responder a los medios de comunicación, está apartado de la gestión del macrocomplejo hace años. En su argumentario de defensa de un proyecto sobre el que repetidamente se ha negado el gusto y se ha achacado el uso de una estética pomposa, siempre ha alegado que su intención era “socializar el lujo” y posibilitar que cualquier persona tuviera acceso a un apartamento en la playa.

Hasta llegar a su momento álgido, Marina d´Or consiguió que el Ayuntamiento de Oropesa aprobara exenciones del 95% en las licencias de obra y del 50% del IBI en los hoteles siempre que estuvieran abiertos 11 meses al año y se hicieran cargo del mantenimiento de jardines y calles. También paseó a concejales, políticos y prensa local por Londres, París o China, donde acudía a presentar sus planes; y logró que Naomi Campbel acudiera a la inauguración del centro termal. El precio por metro cuadrado en la zona alcanzó los 2.385 euros e incluso se planteó una salida a Bolsa cuando los bancos y cajas aportaban financiación sin fin. Fue el momento en el que Ger anunció Marina d’Or, un macroproyecto aún mayor para urbanizar 18 millones de metros cuadrados con parque temático y tres campos de golf, seis hoteles tematizados con un total de 7.500 plazas y 35.000 viviendas.

Interior del hotel balneario de cinco estrellas de Marina D´Or
Interior del hotel balneario de cinco estrellas de Marina D´Or

Apenas encontró oposición, más allá de algún propietario de suelo disconforme, un grupo ecologista y Carles Mulet, un concejal de Izquierda Unida (y posteriormente de Compromís, que llegó a situarlo en el Senado por designación autonómica), del vecino pueblo de Cabanes, también afectado por los proyectos. “No nos gustaba ni el modelo urbanístico, ni la manera de ocupar la única playa virgen que quedaba, ni cómo se trató a los afectados porque hubo gente que llegó a un buen acuerdo con un precio interesante pero ahogaron a quienes no querían vender con costes de urbanización que, en algunos casos, aún están pagando”, relata.

Para la exalcaldesa socialista de Oropesa María Jiménez, la llegada y desarrollo de Marina supuso un antes y un después para un pueblo que, en los años noventa, apenas contaba con 2.500 habitantes. “Algo bueno trajo. De ser un pueblo pequeñito, turístico pero sin casi oferta, pasamos a tener un gran complejo”, expone. Sin embargo, también resalta cómo el grupo ha tratado, en innumerables ocasiones, de esconder el nombre de Oropesa en sus promociones, hecho que concuerda con la idea de querer convertirse en un destino por sí mismo.

La ciudad de vacaciones Marina d´Or en 2012.
La ciudad de vacaciones Marina d´Or en 2012.Ángel Sánchez

Planes rotos por la crisis

Al llegar la crisis del 2008, todo comenzó a resquebrajarse. “Cuando se paró la venta de apartamentos, se vio que el sustento del proyecto desaparecía porque todos los servicios eran, en realidad, una tapadera para vender viviendas”, afirma García Montalvo. A la vista de cómo marchaba el mercado, el grupo decidió dividir empresarialmente las actividades en tres sociedades y dejar, por un lado, la explotación turística (hoteles, balneario, y establecimientos de restauración y ocio), por otra el suelo aún por explotar y en una tercera la parte inmobiliaria. Y en 2014 llegó la suspensión de pagos.

“El modelo de construir una ciudad, en mitad de la nada, a partir de una oferta de servicios solo funciona alguna vez”, afirma el catedrático García Montalvo. “Se intentó con el Eurovegas y no salió”, concluye. Ahora el reto es que los nuevos propietarios, que no han señalado qué inversiones contemplan, revitalicen no solo la oferta hotelera sino todo el complejo. Y evitar así que la ciudad de vacaciones acabe convertida en una ciudad fantasma.

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