El FMI pide a los bancos centrales firmeza contra la inflación pese al riesgo para el crecimiento
“Está costando demasiado recuperar el objetivo de precios”, advierte la número dos del organismo en el Foro anual del BCE en Sintra. “El crecimiento puede tener que ralentizarse más”, añade
El Fondo Monetario Internacional lanzó el lunes un mensaje muy duro sobre la marcha de la inflación, la gran preocupación de las grandes economías occidentales en el último año, y pidió a los bancos centrales que preparen más munición. No solo advirtió de que deben mantener el voltaje de su actual estrategia —encarecer los créditos para frenar la economía—, pese al peligro de recesión, sino que les emplazó a estar preparados para restringir aún más política monetaria si la situación empeora, “incluso si eso significa enfriar mucho más el mercado de trabajo”.
“La inflación está tardando demasiado en volver a su objetivo“, señaló la número dos del Fondo, Gita Gopinath, en su discurso de apertura del foro anual que organiza el Banco Central Europeo en Sintra (Portugal). El BCE, dijo, como el resto de bancos, deben seguir “comprometidos” con la misión de embridar las subidas de los precios pese al riesgo de lastrar la economía. Y los gobiernos deben ser más cautelosos con la deuda. “La batalla no será fácil, las tensiones financieras se pueden intensificar y el crecimiento puede tener que ralentizarse más”, advirtió, sin llegar a mentar la bicha: crisis, recesión, paro.
El discurso más rigorista ha marcado el comienzo de las reuniones de Sintra. Los banqueros centrales se reúnen entre el lunes y el miércoles en el mismo suntuoso hotel de todos los veranos para debatir sobre las tendencias inflacionarias, la estabilidad financiera y qué papel debe jugar el coste del dinero y los programas de compra de activos en un entorno tan volátil como el actual. La meta de inflación fijada por estas instituciones, del 2%, queda aún lejos en la zona euro (6,1% en junio), Estados Unidos (4% en mayo) o Reino Unido (8,7% en mayo) a pesar a la notable mejora del último año (los precios llegaron a aumentar a un ritmo de doble dígito).
Gopinath comenzó su discurso advirtiendo de que traía consigo “tres verdades incómodas” sobre política monetaria y aquello sonó como cuando alguien avisa de que va a decir algo “políticamente incorrecto”, que automáticamente se blinda, porque a ver quién se atreve a contradecirlo y parecer un miserable correcto.
Verdad número 1 del Fondo: esa dificultad por contener la escalada inflacionaria tras un año de subidas de agresivas subidas de tipos de interés y la necesidad de más madera pese al riesgo de provocar una crisis. Verdad número 2: las tensiones financieras pueden generar conflicto entre los dos grandes objetivos de los bancos centrales, la estabilidad de precios y la estabilidad financiera. Verdad número 3: en el futuro, los bancos centrales van a enfrentarse a un mayor riesgo de inflación al alza que antes de la pandemia debido a los problemas en la cadena de suministro, no resueltos de forma estructural, y a los retos climáticos.
Los países de la zona euro han visto subir los tipos de interés al mayor ritmo de su historia, cuatro puntos porcentuales en tan solo un año, después de casi una década de dinero prácticamente gratis. Y este abrupto cambio de condiciones pese al cual la economía, para sorpresa de banqueros y no banqueros, ha resistido. Pero es precisamente en la fortaleza del mercado de trabajo y del consumo donde el FMI (y el BCE) ven también la cruz de la inflación, pues con el actual panorama hay que esperar una mejora de los salarios, dada la pérdida de poder adquisitivo que han sufrido (y que las empresas no sacrifican el margen de beneficio). Los economistas del Eurobanco también ha elevado sus perspectivas de inflación arguyendo precisamente la “solidez del mercado de trabajo”.
Seguir enfriando la economía y, por tanto, también su mercado de trabajo es la receta que prescribe el Fondo. La cuestión es hasta dónde. ¿Hasta provocar una recesión? ¿Hasta destruir empleo? Esa es la gran verdad —o no tan verdad— incómoda sobre la que Gopinath no fue explícita, pero sí expresiva: “El BCE y otros bancos centrales en una situación similar deben estar preparados para reaccionar con contundencia ante nuevas presiones inflacionarias al alza, o ante la evidencia de que la inflación es más persistente, incluso si eso significa un enfriamiento del mercado laboral mucho mayor”, dijo. “El coste de combatir la inflación”, añadió, “será mucho peor si un periodo prolongado de inflación alta impulsa expectativas y cambia las dinámicas”.
Gopinath se refirió a otro de los ángulos más espinosos en el debate sobre la inflación, que es el papel que han desempeñado los beneficios de las empresas. Estas ganancias, según un informe del FMI, han supuesto el principal factor inflacionario de Europa durante los pasados dos años, ya que las compañías aumentaron sus precios por encima de lo que les habían subido los costes de la energía. También el BCE ha puesto sobre la mesa este asunto. “Si la inflación baja rápidamente, las empresas deberían permitir que sus márgenes de beneficios bajaran también y absorbieran parte de la subida de salarios prevista”, apuntó, para disipar esta posibilidad enseguida: “Las empresas pueden resistirse a eso, especialmente si la economía resiste, y los trabajadores piden más salario”.
La número dos del Fondo admitió de que la rigidez monetaria sostenida en el tiempo puede acabar provocando tensiones financieras y fragmentación, algo que la zona euro vivió con dureza en la crisis del euro y, sin embargo, ha sorteado hasta ahora pese a la fuerte subida de tipos de interés y la incertidumbre económica, gracias sobre todo a la fortaleza de las economías. Aceptó que, en caso de tensión, un banco central podría tolerar un retorno más lento a los límites de inflación, pero advirtió de que el umbral para permitirse esa relajación debería ser muy elevado.
Citó el instrumento creado por el BCE para evitar la fragmentación, un programa de compra de bonos de países que se enfrenten a una “dinámica de mercado injustificada y desordenada”, pero recalcó que los países deben ser “prudentes” en sus dinámicas de deuda y los bancos deben reforzar sus colchones de capital. También reclamó prudencia con los programas de compras masivas de deuda pública y otros activos (los QE, “Quantitative easing”), esos manguerazos de liquidez que usó la Fed y el BCE para contrarrestar la debacle financiera y la Gran Recesión.
Gopinath comenzó su discurso citando Esperando a Godot, de Samuel Beckett, en la que dos vagabundos se pasan la obra hablando del tal Godot que nunca llega. Godot, dijo, era la baja inflación. La diferencia estriba en que el personaje de Beckett es un tipo desconocido y la estabilidad de los precios es un viejo amigo, eso sí, de los más impuntuales.
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.