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El juzgado desestima la reclamación de Sareb contra los bancos que compraron sus bonos de deuda

El banco malo anuncia que recurrirá la sentencia para que se reconozcan los rendimientos negativos de sus obligaciones

Javier Torres presidente de Sareb
Javier Torres, presidente de Sareb, en una imagen corporativa.
J. L. A.

La Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) ha perdido la primera batalla contra las entidades a las que reclamaba dinero por las rentabilidades negativas que obtuvieron con la deuda del banco malo. Una sentencia emitida por un juzgado de primera instancia de Madrid ha desestimado esa petición tal y como ha anunciado la Sareb, que añade en el comunicado remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) su intención de recurrir el fallo.

Las pretensiones del banco malo parten de un cambio de orientación en el Eurosistema (la autoridad monetaria de la eurozona, de la que forman parte el Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales) cuando a finales de 2016 decidió permitir los rendimientos de bonos negativos. Es decir, que como el interés de la deuda era negativo, al admitir que se depositasen esos bonos, de alguna manera los estaba retribuyendo.

Esto hizo que Sareb considerase que el rendimiento que obtenían los bancos con su deuda sénior, y que luego podía colocar en el Eurosistema con condiciones ventajosas, debía ser pagado a la entidad. Tras un proceso de arbitraje que no resultó favorable a sus intereses (se estableció que el suelo de estos bonos era el 0% y no podía ser negativo), el banco malo acabó denunciando a siete bancos (CaixaBank, BBVA, Sabadell, Abanca, Unicaja, Ibercaja y BFA) para reclamarles distintas cantidades.

La sentencia de primera instancia, sin embargo, no le ha dado la razón. Por eso la entidad ha anunciado, junto con al recepción de la sentencia, su intención de recurrirla en apelación. El objetivo será el mismo: lograr que un tribunal reconozca la posibilidad de aplicar rendimientos negativos a su deuda.

El banco malo es conocido así porque se creó a finales de 2012 para aglutinar todo el ladrillo tóxico que tenía la banca. Esto hizo que la entidad naciera con activos (desde casas o solares, hasta préstamos impagados) que se valoraron en su momento por encima de los 50.000 millones, que fueron respaldados por una cantidad equivalente de deuda. Esta, en origen, se colocó en bonos con una rentabilidad equivalente al euríbor a tres meses, el problema llegó cuando ese indicador, como consecuencia de la política monetaria expansiva que puso los tipos de interés oficial en el 0%, se volvió negativo.

Desde el origen, la entidad que ahora preside Javier Torres ha capeado con dificultades financieras que derivan del hecho de que, como se creó para ayudar a los bancos a limpiar ladrillo tóxico de su balance tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, muchos de los activos que recibió se valoraron muy por encima del precio que luego se podía obtener al deshacerse de ellos (el principal objetivo de la Sareb). Esto ha hecho que en los últimos años el banco malo se haya visto con patrimonio neto negativo, lo que llevó al Gobierno a tener que aprobar una modificación ad hoc para evitar la causa de disolución que fija la Ley de Sociedades y, en última instancia, ha provocado que la compañía haya pasado a tener mayoría de capital público (la regulación inicial preveía que los bancos que participaban superasen siempre más del 50% de participación).

Pero con mayoría pública o privada, el argumento del organismo para reclamar el reconocimiento del bono negativo de sus bonos (lo que le supondría una inyección inesperada de liquidez) siempre se ha basado en la “defensa de sus intereses” y en relacionar estos con los de todos los contribuyentes, puesto que el Estado siempre ha tenido un porcentaje muy considerable de la Sareb. Será un nuevo tribunal el que ahora deberá decidir al respecto.

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Sobre la firma

J. L. A.
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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