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La Sareb pierde 1.500 millones, un 7,4% menos, en su primer año con mayoría de capital público

El banco malo logra una de las mayores reducciones de deuda de su historia, 3.184 millones, y acelera la venta de inmuebles un 15%

Sareb
Dos mujeres pasan ante un anuncio de venta de viviendas de la Sareb, en una imagen de archivo.Susana Vera (REUTERS)
José Luis Aranda

La Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb, también conocida como el banco malo) acabó 2022 con el segundo peor resultado de su historia, pero también acometió la segunda mayor reducción de deuda (su principal cometido) desde que nació a finales de 2012. La compañía ha difundido este jueves que en el último ejercicio tuvo unas pérdidas de 1.506 millones, lo que supone un 7,4% menos que en 2021, cuando registró un récord de resultado negativo. A la vez, logró cancelar 3.184 millones de deuda, cerca de los 3.400 millones de 2014, su mejor ejercicio en este apartado. En el primer año con mayoría de capital público —desde el pasado abril, el Estado controla el 50,14% del capital— la sociedad también aceleró su perfil comercial: aprovechando el fuerte tirón del mercado inmobiliario, generó unos ingresos de 1.705 millones por la venta de casas, suelos y otros edificios, un 15% más. Los ingresos totales, 2.361 millones, aumentaron un 8%.

Sareb es un banco malo, una solución que además de en España se ha probado en otros países, y su misión fue concentrar el ladrillo tóxico que la banca acumuló durante los años de la burbuja inmobiliaria. Tras la explosión de esta en 2008, preocupaba la estabilidad del sistema financiero y por eso se permitió a las entidades limpiar sus balances transfiriendo activos de dudosa solvencia a esta sociedad. Todos, salvo el BBVA, participaron y recibieron con ello una participación, a la que se sumaba el Estado a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) que siempre tuvo la mayor participación, aunque no superó el 50% hasta el año pasado. Cuando se creó, recibió en total 50.781 millones en deuda y una cartera inmobiliaria valorada en la misma cantidad.

El problema es que esa cartera se traspasó con una valoración superior a la real, como se ha ido viendo en los más de 10 años que lleva funcionando. Y esa diferencia contable entre el dinero al que se tasó un activo y el dinero que finalmente obtiene a venderlo es la que ha incrementado las pérdidas en los últimos ejercicios. A cierre de 2022, Sareb tenía 30.481 millones en deuda, lo que significa que desde su creación ha amortizado un 40%; y 26.465 millones en cartera, un 48% menos que cuando se creó. De estos últimos, 15.633 millones eran inmuebles y 10.831 millones préstamos. Se trata de un dato relevante porque cuando se creó alrededor del 80% eran préstamos dudosos y uno de los objetivos del banco malo ha sido transformar eso en activos tangibles (casas, solares, promociones a medio construir…). El motivo es que de estos últimos resulta más sencillo extraer valor con su venta o desarrollo, pero el proceso tiene un coste ya que implica pasar por procedimientos judiciales y administrativos. Los gastos asociados a la gestión inmobiliaria en 2022 ascendieron a 612 millones, un 11% menos que en el ejercicio anterior.

El año pasado, la actividad comercial del banco malo supuso la venta de 27.090 unidades (la denominación con la que la sociedad agrupa desde una casa hasta un trastero o un solar). Los crecimientos más fuertes se dieron en inmuebles terciarios y suelos: por los primeros se ingresaron 226 millones, un 49% más; y por los segundos, 310 millones (+32%). Por el contrario, y pese al auge que también experimentó la compra de casas en España, la venta de activos residenciales retrocedió un 5% (825 millones en total), lo que la entidad atribuye “a la ralentización de operaciones en la recta final del año por el traspaso de gestión a los nuevos servicers”. Estos últimos son las empresas que el banco malo contrata para que se encarguen de la comercialización de activos y el año pasado, tras un concurso, ganaron la gestión Aliseda-Anticipa (Blackstone) e Hipoges (KKR). Árquira Homes, una promotora inmobiliaria que se puso en marcha en acuerdo con Aelca, aportó 214 millones, un 56% que en el año anterior.

Aunque Luis de Guindos, ministro de Economía cuando se creó Sareb y actual vicepresidente del Banco Central Europeo, aseguró que no costaría dinero público, la entidad ha registrado pérdidas todos los años desde su creación. En 2020 el Gobierno tuvo que aprobar una excepción que le permite funcionar con capital negativo (lo que es causa de disolución de una empresa, según la Ley de Sociedades). Eso, como recuerda el banco malo este jueves, hace que las pérdidas no tengan “impacto en la viabilidad de la compañía”. Pero también fue el motivo por el que Europa obligaría a España a sumarse como deuda pública la de Sareb. Y, en última instancia, fue el motivo que animó que el Estado tomase una participación mayoritaria.

Desde entonces, la sociedad ha ahondado en un perfil más social, toda vez que algunos partidos políticos (como el socio minoritario del Gobierno, Unidas Podemos) han insistido en usar todos los recursos de Sareb para apuntalar el escaso parque de vivienda pública que tiene España. Sin llegar a tanto, el banco malo destaca que sí ha priorizado “la venta de activos a particulares y a las Administraciones Públicas”. Recientemente se anunció el mayor acuerdo de compraventa con una comunidad autónoma, la Comunidad Valenciana, y el año pasado un 90% de las casas de la entidad las compraron particulares, con un importe medio de 97.000 euros. Además, se puso en marcha un modelo de gestión social para identificar familias vulnerables entre las 9.000 que habitan (en alquiler o en precario) sus inmuebles. En esos supuestos de vulnerabilidad, se les ofrece un alquiler social y acompañamiento para la inserción laboral. En total, el banco malo gestiona unos 2.000 arrendamientos sociales.

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Sobre la firma

José Luis Aranda
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS, diario donde entró a trabajar en 2008. Escribe habitualmente sobre temas de vivienda y referentes al sector inmobiliario. Es licenciado en Historia por la Universitat de València y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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