El banco malo pulveriza su récord negativo: perdió 1.626 millones en 2021
La Sareb redujo el año pasado su deuda hasta los 33.700 millones tras vender más inmuebles que nunca, pero el hecho de centrar la actividad comercial en los activos más tóxicos ahonda los números rojos
La Sareb (Sociedad de gestión de activos procedentes de la reestructuración bancaria, conocida como el banco malo) elevó sus pérdidas un 52% el año pasado, cuando acabó el ejercicio con un saldo negativo de 1.626 millones. Con ello, la compañía pulverizó su propio récord negativo, que eran las pérdidas de 2020, de 1.073 millones, achacadas en parte a la pandemia. Pese a ello, en el banco malo destacan que la mayoría de sus parámetros operativos mejoraron en 2021 y sostienen que este resultado se debe a la evolución propia de su negocio. La Sareb se creó en 2012 para absorber el ladrillo tóxico de la banca (préstamos de dudoso cobro e inmuebles difíciles de comercializar) a un precio superior al de mercado. Por eso, explican en la entidad, conforme se venden una parte de esos activos con pérdidas respecto a lo que se pagó, engrosan los números rojos. Y ahora la entidad está centrada precisamente en vender la parte más ruinosa de su cartera, que ascendía en 2012 a más de 50.000 millones de euros, aprovechando un cambio legal que le permite operar incluso con un patrimonio negativo y evita que entre en causa de disolución.
Pese a que en el diseño del banco malo se decidió que el Estado tuviera una participación del 46% (a través del FROB), y el resto quedara repartido entre entidades privadas, el año pasado Bruselas obligó a España a asumir como propia toda la deuda de la entidad, que se elevaba a 35.000 millones. En ese movimiento se calculó un patrimonio neto negativo de 10.500 millones, la diferencia entre lo que valían en mercado sus activos y lo que en su día había pagado por ellos. Al acabar 2021, dichas minusvalías eran de 8.627 millones de euros, ya que una parte de las mismas afloraron como pérdidas en la cuenta de resultados, conforme se vendieron parte de esos inmuebles. Aun así, todavía el año pasado la Sareb tenía por vender activos equivalentes a 28.895 millones de euros, más de la mitad de lo que recibió en 2012 (50.781 millones).
Analizado desde el punto de vista de la deuda heredada, el año pasado se consiguió rebajar en unos 1.250 millones, lo que deja el total en 33.664 millones (respecto a los 50.781 millones iniciales). Es decir, que en sus nueve primeros años de vida el banco malo ha reducido un 34% de la deuda que recibió a costa de vender un 40% de los activos que tenía. De vuelta a las cuentas de 2021, la compañía destaca que los niveles de cancelación de deuda han vuelto a los parámetros previos a la pandemia, lo mismo que sucedió con los ingresos (2.184 millones, un 54% más que en 2020). De estos, 1.499 millones procedieron de la gestión y venta de inmuebles, que mejoró un 77% respecto al primer año de pandemia, y la mayor parte se correspondieron con ventas en el segmento residencial (1.031 millones, un 61% más). Trasladado a inmuebles, y sumando a los residenciales los de uso terciario y los suelos, la Sareb logró el año pasado comercializar 23.263 unidades. Nunca había vendido tanto en un solo ejercicio.
Coincidiendo con la llegada de Javier García del Río, la entidad ha dado un giro a su negocio y evolucionado hacia una gestión más inmobiliaria del mismo. Un 80% de lo que recibió en 2012 era deuda (gran parte, préstamos promotores que los bancos habían concedido y no esperaban recuperar) y solo un 20% inmuebles. Pero en la estrategia de recuperación de valor (o de minimización de pérdidas), que es un objetivo principal de cualquier banco malo, resulta más rentable vender casas que préstamos dudosos. Eso implica transformar muchos de esos préstamos impagados en inmuebles, lo que supone unos mayores costes (por ejemplo, legales si hay que pleitear con un deudor). El año pasado, sin ir más lejos, los gastos operativos de la compañía crecieron un 14% hasta los 688 millones, pese a que los gastos de estructura y funcionamiento (personal, oficinas y otras partidas similares), bajaron un 7,5%.
En la entidad, no obstante, defienden esa política porque se supone que a la larga será más beneficiosa. Y argumentan que las pérdidas, que en realidad ya se habían computado a efectos públicos al aflorar el déficit de 10.500 millones, aumentarán mientras las ventas estén centradas en la parte más tóxica de sus activos. Por el contrario, los inmuebles que se suponen más valiosos y con potencial para aumentar ese valor se están preservando para los últimos años de vida del banco malo (que se extinguirá, en teoría, en 2027). Eso permitirá recuperar algo del dinero perdido, aunque con números rojos que suman ya nueve años consecutivos, y creciendo cada año, se antoja difícil que como dijo Luis de Guindos, ministro de Economía en 2012, el banco malo no cueste ni un euro al contribuyente. Y asumido eso, el Gobierno se plantea ahora hacerse mayoritario en el capital. Según los últimos cálculos del Banco de España, el rescate a las entidades financieras durante la Gran Recesión ha costado ya a las arcas públicas más de 42.500 millones. Un balance al que aún falta sumar la factura final del banco malo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.