Javier García del Río, un nuevo capitán para la Sareb en tiempos de tempestad
El ex director general de Solvia se pone al frente del banco malo tras más de una década de experiencia con activos problemáticos y con mar de fondo sobre las intenciones del Gobierno de tomar mayor protagonismo en la entidad
Javier García del Río (Córdoba, 44 años) se pone al frente de la Sareb en un tiempo convulso para el banco malo. Pero casi podría decirse que la especialidad de este ingeniero industrial son los momentos delicados. Tras iniciar su carrera en el constructor aeronáutico EADS-CASA y pasar por The Boston Consulting Group, Del Río llegó al mundo inmobiliario de la banca en 2010 de la mano de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM). Eran los años en los que las entidades se ahogaban en el ladrillo tóxico, lo que precisamente desembocaría en el nacimiento de la Sareb en 2012, aunque el encuentro entre esta y el que será su nuevo presidente —tras su ratificación en la junta de accionistas este miércoles por la tarde— tardaría años en llegar.
Antes, Del Río participó en otra de las soluciones que la banca puso en marcha para intentar deshacerse de ladrillo y participó en la creación del servicer (empresa de gestión inmobiliaria) de la CAM. La sociedad acabaría integrada en Solvia de la misma manera que él había dado el salto a Banco Sabadell, la matriz de esa compañía. Y durante cinco años (2014-2019) desempeñó el cargo de director general de Solvia. Fueron tiempos en que tuvo trato con Sareb (el servicer del Sabadell era uno de los que prestaban sus servicios al banco malo para ayudarlo a deshacerse de inmuebles) y que acabaron con la venta de Solvia al fondo de inversión de origen sueco Intrum.
Tras la etapa de Sabadell/Solvia, Del Río daría un breve salto a Cerberus. Debía encargarse del negocio de alquiler del potente fondo estadounidense, pero a los cuatro meses de conocerse su fichaje salió de la compañía sin que trascendieran los motivos. Si las razones fueron personales será difícil que algún día se conozcan. Este directivo, “afable” en las distancias cortas e incluso “muy guasón” según personas que lo han tratado de cerca, es extremadamente celoso de su intimidad y prefiere dejar al margen de los medios cualquier aspecto de su vida personal.
Profesionalmente, según las mismas fuentes —que piden el anonimato sabedoras de que le gusta poco que se hable de él— hay coincidencia en que es un jefe “exigente” con sus equipos. Pero “la relación que ha dejado [con los consejos y con sus subordinados] siempre ha sido buena”, cuenta alguien que lo trató durante años. “Imprime un carácter en la gestión de equipos que es difícil de igualar por otros directivos, es muy buen líder”, coincide otra persona que trabajó a sus órdenes, “tiene las ideas claras y sabe pilotar el barco”.
El que comandará a partir de ahora, 15 meses después de llegar a Sareb, deberá superar grandes olas. Del Río desembarcó en el banco malo como director general adjunto en febrero de 2020, cuando el mundo estaba más pendiente del coronavirus en China que en Europa. Un mes después la covid-19 pondría la economía patas arriba y pocos se librarían de sus efectos. Tampoco Sareb, que acabó el año pasado con pérdidas récord y más dificultades que nunca para acometer su labor: vender al mejor precio posible el ladrillo tóxico que los bancos descargaron en la entidad.
Mientras, Del Río fue nombrado consejero delegado el pasado otoño, su último paso previo a ascender a la presidencia tras la marcha de Jaime Echegoyen. Este se ha ido por motivos personales, pero en el banco malo apuntan a un relevo con lógica. Aducen que Sareb es cada vez menos banco, la especialidad de Echegoyen, y más empresa inmobiliaria, de lo que sin duda sabe mucho Del Río. Quienes lo conocen creen que tampoco se amilanará ante el mar de fondo: según publicó recientemente Efe, el Gobierno se plantea tomar el control absoluto del banco malo (actualmente el Estado tiene el 48% de participación) tras verse obligado a asumir toda su deuda. “Tiene carácter fuerte, míralo con perspectiva de 10 años”, argumenta su antiguo colaborador, “se puso a dirigir una compañía [Solvia] con treinta y pocos años para gestionar el que en realidad era el proyecto más importante del banco: deshacerse de los activos problemáticos”. De estos últimos no le faltarán en su nueva etapa.
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