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La recesión sacude el modelo económico alemán

La caída del crecimiento, que probablemente derivará en un estancamiento durante el resto del año, se interpreta como un síntoma de crisis en la industria germana

Elena G. Sevillano
Un trabajador en una línea de montaje de lavadoras en la fábrica de AEG en Nuremberg, Alemania.
Un trabajador en una línea de montaje de lavadoras en la fábrica de AEG en Nuremberg, Alemania.Sean Gallup (Getty Images)

Alemania, la gran potencia europea, pierde empuje. La economía a la que toda Europa miraba con admiración por su solidez y riqueza ha entrado en un bache llamado recesión. Está por ver si se trata de un tropiezo del que saldrá sin mayores sobresaltos o si, como sostienen no pocos analistas, la locomotora europea está acusando problemas de mayor calado, debilidades estructurales que ponen en cuestión los cimientos económicos del país. Mientras se dirime el diagnóstico, en el resto de la eurozona cunde la inquietud.

Alemania es, con diferencia, la mayor economía del bloque, con casi el 30% del producto interior bruto (PIB). Es, además, el socio comercial más importante de casi todos los demás países. Un estancamiento del gigante es una mala noticia para el resto, aunque la situación esté muy lejos de la que, a principios de la década de los 2000, propició que Alemania se ganara el apelativo de “el enfermo de Europa”. “Por el gran peso que tiene, una Alemania débil supone una eurozona débil, y en gran parte de ahí viene el estancamiento del crecimiento de los últimos trimestres, pero aún es pronto para saber si estamos ante un declive estructural de la industria alemana”, apunta Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.

Hasta hace solo unos días parecía que Alemania iba a esquivar la tan temida recesión de invierno. El primer trimestre del año se iba a cerrar con un estancamiento, pero Destatis, la oficina alemana de estadística, revisó a la baja las cifras y saltó la sorpresa: el PIB se contrajo un 0,3%. Economistas como Veronika Grimm, miembro del Consejo Alemán de Expertos Económicos (conocido popularmente como “los cinco sabios”), subrayan que el dato “es un poco peor, pero no dramáticamente peor de lo esperado”. Lo suficiente, eso sí, para tratarse de una recesión técnica al ser el segundo trimestre de caída, tras el -0,5% de final de 2022.

Los motores de la contracción son la debilidad del consumo privado a causa de la inflación y la atonía de la actividad industrial. Los altos precios de la energía por la invasión rusa de Ucrania y la incertidumbre han golpeado especialmente a Alemania. Grimm destaca también el papel que está jugando el Banco Central Europeo: “El aumento de los tipos de interés está ralentizando la demanda. Es lo que se pretende: la política monetaria tiene como objetivo amortiguar la demanda para bajar la inflación. Así que estamos en una fase de grandes desafíos porque está empezando a surtir efecto y a ralentizar la economía”.

A la pregunta de si es un tropiezo temporal o algo más preocupante, Carsten Brzeski, economista jefe de ING Alemania, responde contundente: “Alemania ha caído en un estancamiento estructural más prolongado”. En el corto plazo enumera como vientos en contra que seguirán pesando sobre el crecimiento la lenta recuperación de China, la inminente recesión de Estados Unidos y la subida de los tipos de interés. Pero al mismo tiempo hay “retos estructurales que están socavando el potencial de crecimiento de Alemania”: la transición energética, la desglobalización y la demografía. “Con el tiempo, podrían convertirse también en oportunidades, pero en los primeros años ningún país ha conseguido hacer frente a tantos retos sin perder solidez económica”, apunta.

Riesgos para su industria

Alemania ha sido uno de los últimos países europeos en volver a los niveles anteriores a la crisis de la covid-19. La recuperación fue más lenta porque es mucho más dependiente del comercio mundial que la mayoría de sus socios de la eurozona. Marcel Fratzscher, presidente del Instituto de Investigación Económica de Berlín (DIW), destaca que el principal factor de la recesión de este invierno no ha sido la industria, sino el bajo consumo privado, pero que eso no debe hacer olvidar el enorme reto de cara al futuro de sectores industriales como el automovilístico, muy atrasado en el desarrollo de la movilidad eléctrica respecto a sus competidores. “La cuota de mercado de coches eléctricos de Volkswagen o BMW es minúscula en China. No han sabido manejar la transición y eso es un enorme riesgo para los próximos 10 o 15 años si no hacen la inversión necesaria”, señala.

La amenaza de la desindustrialización es el principal dolor de cabeza para las autoridades. Como señala Brzeski, “ningún otro país se ha beneficiado tanto de las importaciones de energía barata y de la globalización”. El gas barato ruso, responsable en buena medida del éxito económico alemán de las dos últimas décadas y con el que iba a transitar hacia una economía descarbonizada, ya es historia. Alemania está pagando la energía mucho más cara que en otros lugares del mundo, y eso allana el camino a la pérdida de competitividad. “Es realmente aterrador para Alemania, que ya debe hacer frente a la competencia de China y enfrentarse a los efectos de leyes como la IRA estadounidense (Ley de Lucha contra la Inflación), que da enormes subvenciones a las tecnologías limpias, los vehículos eléctricos, las baterías”, recuerda Gregory Claeys, senior fellow en el centro de estudios Bruegel.

Atraer inversión es clave para el futuro de la potente industria alemana, que pese a la recesión está aguantando bien, recuerda Fratzscher: “Las empresas industriales siguen siendo rentables, los beneficios son altos y la cartera de pedidos está relativamente llena”. El economista, catedrático de Macroeconomía de la Universidad Humboldt de Berlín, señala dos obstáculos principales: la burocracia —”además de la normativa europea tenemos la nacional, engorrosa, cara y que ralentiza la inversión”— y la falta de mano de obra cualificada.

La carencia de trabajadores cualificados es tan acuciante que el Gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales está preparando una serie de cambios legales para atraer mano de obra de fuera de la UE. En Alemania hay dos millones de puestos de trabajo vacantes actualmente, en todos los sectores: desde la informática y la ingeniería hasta la sanidad y los servicios sociales, pasando por la hostelería y el turismo. “La demografía es un enorme problema para Alemania”, subraya Fratzscher. El país se enfrenta a una pérdida masiva de fuerza laboral por la jubilación en los próximos 10 años de cinco millones de personas más que los jóvenes que se van a incorporar.

En el corto plazo la preocupación está contenida, aunque el índice Ifo, que mide la confianza empresarial, haya caído por primera vez después de seis meses de subidas consecutivas. “No espero una recesión interminable. La economía podría incluso registrar un breve repunte en el segundo trimestre, pero la historia general de crecimiento moderado se mantiene”, señala Brzeski. El último informe del Bundesbank prevé también que en el segundo trimestre la producción económica vuelva a aumentar.

Una de las claves será la recuperación del consumo. A pesar de que la inflación sigue siendo muy elevada (bajó al 6,1% en mayo, tras el 7,2% en abril y superar los dos dígitos en octubre) los hogares deberían empezar a notar los fuertes aumentos salariales que han venido pactando sindicatos y patronal en los últimos meses, explica Claeys. Tras las huelgas que han paralizado el transporte en Alemania y las protestas en distintos sectores, las subidas de sueldo empiezan a cerrar la brecha.

El canciller, Olaf Scholz, no se muestra preocupado. “Las perspectivas son muy buenas”, respondió el día que se conoció el dato revisado del primer trimestre. “Resolveremos los retos a los que nos enfrentamos”, zanjó la cuestión con una sonrisa. Pero todas las miradas están puestas en la gestión que va a hacer el Gobierno, en constante tensión por las diferencias de criterio de los tres partidos que lo forman, de una recesión que, por breve que resulte, se interpreta como un síntoma de un mal menos pasajero.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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