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La sequía hace mella en la generación eléctrica pero no se contagia a los precios

El auge de la fotovoltaica y la drástica caída en la cotización del gas natural impiden por ahora un repunte en el mercado mayorista

La central hidroeléctrica del Tranco, en Jaén, a principios de año.
La central hidroeléctrica del Tranco, en Jaén, a principios de año.

La lacerante falta de lluvias en los últimos meses está pasando factura en cada vez más recodos de la economía. La agricultura se lleva claramente la palma, pero a rebufo la energía también está viendo trastocado su normal funcionamiento. Tras unos meses de generación hidroeléctrica al alza frente al aciago 2022 —en el que la sequía ya apuntaba maneras—, la turbinación de agua para obtener energía cayó un 5% en abril y acumula ya un descenso cercano al 40% en lo que va de mayo, según los datos de Red Eléctrica de España (REE). El frenazo, sin embargo, aún no se está dejando sentir en el precio.

El golpe sobre la generación hidroeléctrica es, todavía, sustancialmente menor que el encajado la primavera pasada, cuando la primera fase de esta sequía prolongada se cebó con esta importante fuente de energía en el peor momento posible: en plena crisis del gas y con las centrales nucleares francesas en mínimos por los problemas técnicos. Pero las previsiones meteorológicas, que prácticamente descartan chubascos generalizados y sustanciales hasta el otoño, auguran una larga temporada en la que tanto las centrales fluyentes —las que dependen directamente del caudal— como las regulables —que entran en acción cuando los precios son más altos y, por tanto, cuando más necesaria es la energía que producen— operarán muy por debajo de su potencial.

Los embalses que se usan para la generación de electricidad están hoy al 67% de su capacidad, notablemente por encima de los exclusivos para consumo humano y regadíos (41%) y del 56% de hace un año, pero también muy por debajo de la media de los diez últimos años (77%) y de los últimos cinco (72%), según el último boletín hidroeléctrico del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Las cuencas del Duero, el Tajo y el Ebro concentran la mayor parte de las centrales hidroeléctricas españolas; en el primer caso, la situación es más que aceptable (aún están a más del 60% de su capacidad de generación) pero en el segundo y tercer caso, la coyuntura roza lo dramático para estas alturas del año.

El auge de la energía solar es el primer factor que ha impedido el contagio a los precios. En el último año, España ha añadido siete gigavatios de potencia fotovoltaica entre grandes instalaciones en suelo y paneles para autoconsumo en los tejados. “Ese es el elemento que más está contribuyendo a que este mal momento de la hidroeléctrica no se esté dejando ver en el mercado mayorista”, explica por teléfono Luis Atienza, expresidente de REE. “Si la primavera hubiera sido muy húmeda, casi con total seguridad los precios habrían sido más bajos. Pero ahora también están siendo mucho menores de lo que serían sin estas nuevas instalaciones solares”. Que no haya llovido, aquilata Jorge Morales de Labra, director de Próxima Energía, “ha conllevado también que haya hecho mucho sol, y eso ha hecho que la aportación fotovoltaica esté siendo espectacular”.

La fuerte bajada del precio del gas en los últimos meses también está permitiendo un abaratamiento sustancial de la luz en las horas nocturnas, en las que —si no hay viento— los ciclos combinados (las centrales en las que se quema este combustible para generar electricidad) marcan precio para el conjunto del sistema. Con el gas en el entorno de los 35 euros por megavatio hora (MWh), casi el doble que antes de que empezase el jaleo en los mercados energéticos pero también diez veces menos —que se dice pronto— que en agosto del año pasado, cuando marcó su máximo histórico, la producción de esas instalaciones es sustancialmente menor. Así que, aunque se esté echando más mano de ellas para llenar el hueco que dejan los saltos de agua, esa producción está entrando en el sistema a un precio sustancialmente menor.

Hay más. La recuperación de la nuclear francesa, tras el KO técnico del año pasado, ha reducido la necesidad de generación en España para exportar al país vecino. Durante buena parte del año pasado, fueron varios los ciclos combinados españoles que trabajaron prácticamente las 24 horas del día solo para cubrir el déficit eléctrico francés. Aunque la situación no se ha normalizado del todo, y la mayoría de días España sigue exportando a Francia más de lo que importa, en parte, por la menor generación francesa; en parte, porque el tirón de las renovables en la Península ha creado una brecha de precios que va camino de ser estructural.

Esta desconexión entre el precio de la luz y la generación hidroeléctrica puede, sin embargo, tener un límite no tan lejano: el verano. Si el estío trae consigo el mismo calor que otros años, la demanda crecerá, en gran medida por el uso masivo de aires acondicionados en las horas centrales del día. “Cuando entren olas de calor, el sistema estará más corto y la menor aportación de la hidráulica se dejará sentir en los precios”, avisa Morales de Labra.

La contracara de los bombeos

No toda la hidroeléctrica está sufriendo los rigores de la sequía. Las diferencias van tanto por cuencas —en líneas generales, las del norte están aguantando el tipo mucho mejor que las del sur— como, sobre todo, por tipos de instalación. Ahí, los bombeos, circuitos cerrados en los que el agua no se pierde tras turbinarse, sino que se reutiliza en un ciclo infinito en el que el agua cae por gravedad en los momentos en los que se necesita electricidad y se devuelve al embalse superior —un proceso para el que se necesita electricidad— en los momentos de precios bajos, en los que sobra energía en el sistema. Estas instalaciones están llamadas a jugar un papel clave en la transición a las renovables: sin serlo literalmente, son lo más parecido a una batería.

“Los bombeos están aguantando muy bien por dos motivos: porque la sequía apenas les afecta y porque el apuntamiento de precios [las diferencias entre las horas baratas y las horas caras] da mucho margen para el arbitraje”, explica Morales de Labra. “Lo que más necesita el sistema es flexibilidad, y cada vez más. Y es justo lo que aportan estas instalaciones, a las que la sequía solo les afectaría si fuera muy muy grave. Hasta ahora, el impacto es mínimo”.

Eloy Sanz, investigador y profesor de Ingeniería Energética en la Universidad Rey Juan Carlos, recuerda que en estos momentos hay proyectos para instalar bombeos con una potencia de alrededor de 10 gigavatios. “Pero todavía no hemos hecho los deberes con el bombeo”, añade este experto sobre la lentitud con la que avanza esta tecnología.

Respecto a la caída de la generación hidroeléctrica clásica, Sanz recuerda que es algo hacia lo que llevan apuntando los informes sobre cambio climático desde hace años. “Se prevé una reducción de los recursos hídricos, que ya estamos viendo, y que las lluvias sean más torrenciales, con lo que serán más difíciles de gestionar”, apunta este experto. “Lo más sensato es asumir que vamos a tener en el futuro menos disponibilidad de este recurso”, lamenta Sanz, porque es “una energía renovables gestionable” muy útil en la lucha contra el cambio climático.

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