El largo invierno nuclear francés
La segunda mayor potencia del euro sufre un nuevo retraso en la reactivación de los reactores parados, comprometiendo su invierno y el de sus vecinos. Macron, sin embargo, pisa el acelerador en su nuevo programa atómico
El tiempo apremia, pero el parque nuclear francés está tardando más de lo esperado en salir del bache. A las puertas del invierno, y con el frío empezando a hacer mella, Eléctricité de France (EDF) —el gigante eléctrico a punto de ser renacionalizado— ha retrasado el calendario para la reapertura de reactores nucleares parados desde hace meses por reparaciones y revisiones. La inactividad de casi la mitad del parque y, ahora, las demoras en su regreso a la actividad, llegan en plena crisis energética europea, que ha encendido todas las alarmas de abastecimiento en el Viejo Continente. Y obligan a sus vecinos a generar más para poder cubrir sus necesidades.
A principios de noviembre, EDF retrasó la reapertura de cuatro reactores parados y rebajó sus previsiones de producción eléctrica nuclear. De los 56 reactores atómicos de los que dispone Francia, 26 están actualmente parados, y la empresa prevé que la producción atómica en 2022 será de entre 275 y 285 teravatios hora (TWh) frente a los entre 280 y 300 previstos hasta ahora.
Francia es el tercer productor de energía nuclear en el mundo, solo por detrás de Estados Unidos y China. Dado que alberga en su territorio más de la mitad de los reactores de la UE, se puede concluir que esta concatenación de fallos técnicos ha dejado fuera de juego casi a la cuarta parte de los que hay a escala comunitaria.
“Desgraciadamente, EDF atraviesa una crisis seria, de orden técnico e industrial, que acentúa la tensión sobre la oferta de energía”, dijo a finales de octubre, en una audiencia ante la Asamblea Nacional, el nuevo presidente de la empresa, Luc Rémont, exdirigente de Schneider Electric con experiencia política como asesor de varios ministros de Economía y Finanzas. “No tengo ninguna duda respecto a la movilización total de la empresa para poner en marcha soluciones adaptadas en los mejores plazos y para permitir el reinicio de la producción en condiciones es de total seguridad”.
El motivo de los paros y retrasos es doble. De un lado, la aparición de problemas de corrosión en las tuberías obligó, por motivos de seguridad, a repararlos (seis ya han sido arreglados). Del otro, los planes de mantenimiento se aplazaron durante la pandemia y se han sumado a los problemas actuales. Para acabarlo de complicar, trabajadores de las centrales han participado en las huelgas de este otoño en demanda de mejoras salariales.
“La disponibilidad del parque nuclear constituye, para los próximos meses, el factor clave de la seguridad de alimentación en Francia. El ritmo de la puesta de nuevo en servicio de los reactores actualmente en paro (...) es, pues, crucial”, advertía en un informe publicado este viernes el gestor de la red eléctrica francesa, RTE. Y añadía: “En pleno invierno, las reducciones del consumo anticipadas, particularmente del sector industrial, no están en condiciones de compensar la caída previsible de la producción nuclear”.
Todos los analistas, y ahora también la propia RTE, apuntan al mes de enero como el momento más crítico. “Dependerá, en gran medida, de las condiciones climáticas y de una potencial ola de frío, incluso si es moderada”, se lee en el último reporte. Esos son los débiles mimbres sobre los que descansa hoy el entramado energético de la segunda mayor economía del euro, para más inri uno de los países más electrificados del bloque. “A finales de febrero, podría producirse una mejora en la seguridad de suministro”, añade el gestor del sistema, siempre bajo el manto de “la incertidumbre sobre el avance de los trabajos”.
El mercado de futuros ya ha empezado a cotizar lo que está por llegar, con precios superiores a los 1.000 euros por megavatio hora (MWh), una cota que ya se alcanzó el verano pasado —cuando el gas natural volatilizó sus máximos históricos— y escapa de cualquier cábala racional.
De exportador a importador neto de electricidad
La gran paradoja es que la energía nuclear, que en tiempos normales proporciona un 70% de la electricidad que consume Francia sin emitir gases de efecto invernadero, falta cuando más se la necesita. Hasta el punto de haber convertido a este país, históricamente exportador de electricidad a sus vecinos, en un clarísimo importador neto. Menos energía atómica de la prevista en Francia no solo es un dolor de cabeza para EDF y para el Gobierno de Macron: es, también, un problema de envergadura para Bélgica, Alemania, Suiza, España o Reino Unido. Todos ellos están teniendo que lidiar con una crisis de suministro de gas natural sin precedentes y, a la vez, teniendo que completar la energía que Francia no está pudiendo producir por sí misma. Sin ese respaldo, sus ciudadanos estarían sufriendo apagones constantes.
“La situación Francia es extraordinariamente delicada, sensible. Y todo apunta a que va a seguir siendo así todo el invierno”, apuntaba recientemente la vicepresidenta tercera española y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, a preguntas de este diario. “Esto forma parte de lo que hemos considerado en nuestros escenarios de garantía para este invierno. No oculto que pueden producirse momentos de tensión, en los que se prioriza el buen funcionamiento del sistema eléctrico español y, en algunos casos, avisando con toda la antelación posible, de que no se va a poder satisfacer el 100% de la demanda de nuestros vecinos para que acometan las decisiones que consideren adecuadas”.
En su reciente planificación invernal, el gestor del sistema gasista español, Enagás, señala en rojo 35 días laborables de tensión para el entramado energético del país: las dos semanas centrales de diciembre, las tres últimas de enero y las dos primeras de febrero. Una parte no menor de esta alerta tiene que ver con que, en las jornadas más frías, la demanda de Francia —donde la mayoría de calefacciones son eléctricas— se disparará. Para poder cubrir todo lo que le demanda el país vecino a través de la interconexión eléctrica entre ambos países, España está teniendo que operar a pleno rendimiento centrales de ciclo combinado (gas) que, en condiciones normales, no estaría teniendo que poner en marcha.
La energía que debía garantizar la soberanía de Francia y sus socios este invierno, el primero sin gas ruso, ni se la ve ni se la espera. Para los antinucleares, es la prueba del fracaso de su modelo. Para el Gobierno, lo contrario: la demostración de que la energía atómica es necesaria. Y, lejos de ser un motivo para renunciar a las centrales, es la justificación del ambicioso programa para modernizar un parque envejecido y construir entre 6 y 14 nuevas centrales más de dos décadas después de que se inaugurase la última. Un movimiento que va, además, a contracorriente de la mayoría de países vecinos, enfocados a las renovables.
“Europa se está dando cuenta de que la energía nuclear francesa es esencial para su resiliencia”, decía hace unas semanas la ministra francesa de la Transición Energética, Agnès Pannier-Runacher, en una entrevista con El PAÍS. “Todo el mundo necesita estas centrales nucleares”. Pannier-Runacher aludió al argumento ecológico: “La elección francesa de un sector nuclear es el de muchos otros países que hacen el mismo análisis que nosotros. ¿Cuáles son las maneras de descarbonizar nuestra economía y alcanzar la neutralidad carbono con las palancas tecnológicas de las que disponemos? Tenemos la suerte de tener un acervo nuclear porque tenemos 56 reactores que han demostrado su eficacia y pueden prolongarse”. En la UE, son muy pocos los países que apuestan actualmente por nuevas centrales nucleares. No así en Asia: China, Corea del Sur, India y, más recientemente, Japón tienen en marcha planes para aumentar su capacidad o —en el último caso— regresar a esta modalidad de generación de electricidad tras años de ostracismo.
Yves Marignac, del laboratorio de ideas négaWatt, rebate: “El mito de lo nuclear como garante de la seguridad y la soberanía energética francesa se reaviva con la crisis actual, cuando este discurso jamás ha estado tan desconectado de las dificultades del sector y la realidad del progreso inexorable de las energías renovables”. Sobre la aceleración del programa para construir más reactores, Marignac afirma: “Es una situación delirante. Cuantas más dificultades tiene el sector nuclear, más se refuerza un viejo reflejo para relanzar lo nuclear”.
Seis nuevos reactores
El Gobierno francés ha presentado este mes un proyecto de ley para acelerar la construcción de seis nuevos reactores de tipo EPR2, que deberían estar listos entre 2035 y 2037. El proyecto marca la apuesta nuclear de Macron tras más de una década condicionada por los anuncios de cierres de centrales, y por los retrasos y la explosión de los costes del único proyecto en marcha, el del nuevo reactor en la central normanda de Flamanville, epítome de las dificultades de esta tecnología en el siglo XXI.
EDF, propietaria de todos los reactores atómicos franceses, es una pieza fundamental en este plan. Macron ha relevado a su presidente y director general, Jean-Bernard Lévy, quien se marchó reprochando a los sucesivos gobiernos de desatender las nucleares. Y ha decidido renacionalizar la empresa, hasta ahora propiedad en un 86% del Estado, y pronto en un 100%. El coste para el contribuyente es de 9.700 millones de euros. Se prevé que la deuda del grupo alcance los 60.000 millones de euros al final del año. Parte importante de su déficit reciente frenará el zarpazo de los precios sobre los hogares, pero no podrá garantizar una seguridad de suministro, que sigue y seguirá en el aire. Tanto como se prolonguen las tribulaciones técnicas de su otro poderoso y resistente parque nuclear.
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