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La economía global esquiva el abismo pero afronta un camino problemático

El Foro de Davos evidencia una atmósfera en mejoría, con cautela por la persistencia de desafíos peligrosos

Andrea Rizzi (Enviado especial)
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, este jueves en el Foro de Davos.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, este jueves en el Foro de Davos.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

La economía global se aleja de la abrupta caída a la que se dirigía, según el consenso mayoritario entre expertos hasta hace poco, pero afronta un camino pedregoso, repleto de problemas insidiosos, potencialmente persistentes. Posiblemente, sea esa la síntesis de la enorme pluralidad de cualificados puntos de vista manifestados en esta edición del Foro Económico Mundial de Davos.

Muchos son los factores que contribuyen a despejar parcialmente el horizonte que tan nublado se presentaba tras el estallido de la invasión de Ucrania: los datos de crecimiento han superado las expectativas; las tasas de inflación se contraen; los mercados laborales se mantienen fuertes; la reapertura de China promete un nuevo impulso a la economía global.

Pero el Foro ha evidenciado una extendida inquietud por la persistencia de factores problemáticos. La inflación, aunque en contracción, sigue siendo elevada y golpea con especial crudeza a las clases desfavorecidas, provocando una erosión del poder adquisitivo que duele y amenaza con acentuar una desigualdad que desestabiliza la política mundial. Todo apunta a que las subidas de tipos de interés de los principales bancos centrales seguirán, y con ellas los efectos de enfriamiento de la economía y la desestabilización de las deudas soberanas de países en vías de desarrollo.

“Las noticias se han tornado mucho mejores en las últimas semanas. Las perspectivas para 2023 no son brillantes, pero mucho mejores de lo que temimos”, reconoció este jueves Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en alusión a que las subidas de tipos. “Sin embargo, la inflación sigue siendo demasiado elevada, y será necesario seguir en el camino en territorio restrictivo”.

El debate acerca de cuál es el rumbo adecuado de la subida de tipos es quizá el nudo central. La dificultad de afrontar una inflación generada por un shock en la oferta a través de una restricción monetaria que no resuelve eso mientras interviene en la demanda es un gran desafío. Y el escenario de datos muestra una enorme complejidad, con claras señales de enfriamiento de la inflación, pero datos preocupantes sobre la subyacente, sobre el sector específico de alimento, y un escenario geopolítico que no tranquiliza.

“Me preocupan las posibles consecuencias de la reapertura de China sobre la inflación. La baja demanda china ha sido un factor que ha permitido contenerla”, dijo Christian Sewing, consejero delegado de Deutsche Bank. En una línea parecida se había pronunciado Axel Lehmann, presidente de Credit Suisse Group: “China reabre. ¿Qué ocurrió cuando reabrió Occidente? Que la realidad del crecimiento superó mucho las expectativas”, señaló, considerando que puede pasar lo mismo con China.

Este factor, la conciencia de que la gran bajada del precio del gas se debe en buena medida a la afortunada circunstancia de un clima muy suave en Europa, la existencia de amplios programas de subsidios —el 70% de los cuales se distribuye en la UE de forma no focalizada a los más necesitados, según dijo vicepresidente de la Comisión Europea que aglutina el área económica, Valdis Dombrosvkis— y otros elementos hacen dudar que, si los primeros compases de la contracción de la inflación han sido ágiles, los siguientes puedan serlo de la misma manera.

Otros motivos de inquietud sobrevuelan la perspectiva general. Uno es la desigualdad. Un reciente informe del Banco Mundial destacaba como, después de tres décadas de reducción de la pobreza a escala global, el doble golpe de la pandemia y la guerra de Ucrania ha revertido la senda. Sus datos apuntan a que la perdida de renta del 40% más pobre del mundo es el doble de la del 20% más rico. Otro informe publicado por Oxfam Internacional en vísperas del foro de Davos sostiene que el 1% más rico del mundo se ha hecho con dos tercios de la riqueza creada desde 2020, el doble pues que el 99% restante.

Gabriela Bucher, directora de Oxfam Internacional apuntó lo siguiente: “Lo que vemos es una explosión de la desigualdad. Hay un problema de coste de la vida, un problema de hambre, y un problema de deuda que reduce la capacidad de países de renta baja o media para invertir en sus ciudadanos. La pandemia ha ampliado las brechas del mundo”.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, subrayó precisamente los problemas vinculados a las tensiones mundiales en dos ejes: el Norte-Sur, con los países meridionales que reprochan a los septentrionales su actitud en múltiples sentidos, y el Este-Oeste.

En este último se detecta una carrera proteccionista, especialmente vinculada a las inversiones en tecnologías verdes, que también pueden acarrear problemas. La historia enseña que a menudo las medidas proteccionistas activan espirales negativas que luego es difícil parar. Ello discurre en medio de una complicada operación de reformulación de la globalización, con países occidentales en busca de reducir la dependencia de China.

Por otra parte, si muchos datos fundamentales han tenido un desarrollo esperanzador en las últimas semanas, el cuadro no es tampoco unánime. Datos de contracción de la venta minorista en EEUU en diciembre, junto con las señales de insistencia en la senda de la subida de tipos de interés, han provocado este jueves cierta agitación en los mercados.

“Para mí la cuestión no es una recesión de corto, es la perspectiva de los próximos 3-5 años, con múltiples factores que convergen hacia una ralentización, crecimiento modesto”, dijo Lehmann.

Pero estos elementos de cautela se inscriben en un marco mucho más despejado de lo que se preveía de forma casi generalizada hace poco.

“Hay varios factores que explican que la perspectiva no será tan mala como podría haber sido”, dijo Douglas Peterson, presidente de S&P. “Los mercados del trabajo están muy fuerte. Los consumidores tienen las cuentas en buenas condiciones. El sector empresarial y el sector financiero están fuertes. Puede que haya una suave recesión, pero hay mucha fuerza alrededor de ella”, dijo.

“La economía nos ha ido sorprendiendo trimestre tras trimestre. Puede que nos sorprenda también en 2023″, apuntó Mario Centeno, gobernador del Banco Central de Portugal. Gita Gopinath, subdirectora gerente del Fondo Monetario, también señaló optimismo, indicando que su institución se dispone a mejorar las previsiones para 2023.

En el sector energético, varios síntomas de resiliencia inducen al optimismo, especialmente en Europa. Alemania, por ejemplo, ha logrado activar dos terminales de gas natural licuado, mientras el proceso de diversificación de los suministros ha avanzado con cierta fluidez.

Mientras, al margen de la reapertura de China, varios países emergentes, sobre todo en el sureste asiático, emiten señales de solidez económica: la India e Indonesia —que juntas suman unos 1.700 millones de habitantes y casi cinco billones de PIB, más que Japón o Alemania— tienen previsto crecer con vigor en 2023.

El gran susto se halla, pues, superado. Las visiones catastrofistas han quedado enterradas; pero en Davos el clima económico no se percibe tranquilo. “Es mi primera vez aquí. Me dicen que siembre hay un estado anímico: a veces es excesivamente positivo; otras, excesivamente negativo. Creo que esta vez parece equilibrado”, resumió Keir Starmer, líder del partido laborista británico.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi (Enviado especial)
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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