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La polémica por el nuevo tapón de Central Lechera Asturiana reabre el debate entre sostenibilidad y diseño

Los consumidores se quejan en las redes sociales de la tapa, que no se puede desprender del cuerpo del envase

Fotograma del video promocional del nuevo tapón sostenible de Central Lechera Asturiana.
Fotograma del video promocional del nuevo tapón sostenible de Central Lechera Asturiana.
Pierre Lomba

Por lo general, las campañas publicitarias de las empresas buscan promocionar uno de sus productos. En el caso de la última promoción de Central Lechera Asturiana, que tiene por lema “girar, abrir, cerrar y ¡clic!”, el objetivo es explicar cómo abrir su nuevo tapón, que ya no se puede separar del brik. El nuevo diseño, introducido en septiembre, no convence a muchos consumidores de la marca, que se quejan por cientos en las redes sociales de que se rompe o de que no es claro. Con esta innovación —pionera en España—, la compañía se ha adelantado a la normativa europea que obligará, para julio de 2024, a que todos los tapones de este tipo de envases se mantengan unidos a este para un mejor reciclaje. Más allá del revuelo, el caso demuestra cómo un buen diseño puede ayudar al consumidor a casar sostenibilidad y practicidad.

La cuenta que tiene Central Lechera Asturiana en Twitter lleva, desde inicios de septiembre, recibiendo mensajes diarios sobre su nuevo tapón. Los usuarios se quejan de que su funcionamiento no es claro y, al intentar desenroscarlo, acaban arrancándolo. Justo lo que el diseño pretende evitar, para que ambos se reciclen juntos. Para Miguel García (Santander, 27 años), consumidor habitual de la marca, “la tapa es muy endeble”. García afirma que, al agitarlo, “muchas veces se abre y sale todo”. Además, apuntan otros usuarios en Twitter, la flecha situada debajo parece indicar la dirección del giro, cuando lo que pretende es señalar dónde se encuentran las instrucciones para abrir el brik. La empresa responde a todas las reclamaciones con un link a su página web donde explican el nuevo envase.

“Todo lo nuevo cuesta”, apuntan desde CAPSA, grupo que engloba a Central Lechera Asturiana. La compañía asturiana defiende que el nuevo diseño facilita el cierre, pero, al ser diferente, al consumidor le está costando adaptarse. El grupo, que afirma tener una “apuesta firme por la economía circular”, señala que, a pesar de la polémica, no ha perdido cuota de mercado, y que han sido pioneros en implantar una tipología de envases que en 2024 será obligatoria. A pesar de las críticas, avanzan que no se plantean un rediseño del producto. Sin embargo, defienden que escuchan al consumidor, y que por ello han lanzado la campaña explicativa.

De acuerdo con la Directiva relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medio ambiente, aprobada en 2019, para julio de 2024 los recipientes para bebidas de hasta tres litros “que tengan tapas y tapones de plástico solo podrán introducirse en el mercado si las tapas y los tapones permanecen unidos al recipiente durante la fase de utilización prevista de dicho producto”. España traspuso —tarde— esta norma en marzo de este año con la Ley de Residuos. Desde Tetra Pak, empresa que ha diseñado el envase y su tapón, defienden que los tapones son uno de los cinco objetos de plástico más encontrados en la naturaleza, y que el diseño busca facilitar su reciclaje. La multinacional sueca, que tiene una fábrica de tapones en Alcalá de Guadaira (Sevilla), avanza que ya está trabajando con sus clientes para implementar la normativa antes de 2024.

“Han sido pioneros y nosotros valoramos este esfuerzo de I+D”, afirma Cinta Bosch, gerente de sostenibilidad de la asociación de fabricantes AECOC. Para Bosch, “este caso es un buen ejemplo de que la normativa va por una línea, pero el consumidor por otra”. “El reto está en que este entienda que el cambio es beneficioso para el medio ambiente, aunque a ellos el producto les sea menos fácil de utilizar”, concluye. Tanto la lechera como Tetra Pak siguen esta línea argumental: hay que comunicar al usuario que el cambio se debe a una normativa europea que busca una mayor sostenibilidad.

Diseño

Queda por saber si un mejor diseño habría ahorrado a la empresa una campaña informativa. Si, en definitiva, habría sido suficiente para congeniar lo práctico y lo sostenible. “Todo cambio necesita de una pedagogía”, apunta Cristina Taverner, profesora del Grado en Diseño y del Grado en Ingeniería de Diseño Industrial de Elisava, “pero un diseño bien hecho no necesita una explicación”. La docente de la Facultad de Diseño e Ingeniería de Barcelona defiende que “la gente es la que decide si algo está bien diseñado o no”. Taverner reivindica que la sostenibilidad “no es un limitante, sino un factor a tener en cuenta en el proceso”, y defiende que un diseñador tiene que tener en cuenta tres cosas: que el producto sea inteligente, que cierre su ciclo de uso de una manera correcta y que, a la hora de elegir materiales, reduzca su impacto ambiental.

Con todo, la profesora señala que el proceso es complejo y muy costoso. Desde Tetra Pak afirman que comenzaron con el diseño en 2019, con la aprobación de la norma. Aunque tres años puedan parecer mucho tiempo, la experta apunta que en este tipo de procesos, es un margen pequeño: “Es un plazo corto porque las líneas de producción de embalajes son muy complejas y costosas. Para muchas empresas implica replantearse por completo su producto”. A los consumidores les quedan, en fin, menos de dos años para acostumbrarse a esta nueva realidad: girar, abrir, cerrar y ¡clic!.

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Sobre la firma

Pierre Lomba
Redactor de la sección de Economía. Graduado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París. Después de ejercer la abogacía, realizó el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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