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España sortea la catástrofe

Las previsiones apuntaban a un invierno difícil y a una recesión. El pesimismo ha menguado a golpe de dato, y aunque la incertidumbre exige prudencia, la evolución de la actividad permite por ahora soltar aire

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, en un acto en Madrid el 23 de noviembre.
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, en un acto en Madrid el 23 de noviembre.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)
Lluís Pellicer

Marcos Guasch cruzaba los dedos a principios de año. Su empresa textil, nacida de un negocio familiar de reparación de calzado hace más de 100 años, las ha visto de todos los colores: desde una guerra civil hasta la feroz competencia china que hizo estragos en su sector. Hace ya años que Texia, la compañía que pilota, dejó el Poblenou barcelonés, antaño conocido como el Manchester catalán, y la fabricación tradicional. Se mudó a la comarca del Bages y desarrolló una tecnología puntera que le ha permitido vender en todo el mundo. Sobrevivió a la pandemia. Y cuando escampó esa crisis, el panorama volvió a ensombrecerse. “Después de la covid pasamos seis meses con unos niveles de ventas muy bajos y temíamos que este año fuera muy malo”, cuenta. La realidad fue distinta: “Está siendo impresionante gracias a la recuperación de nuestros clientes: hoteles, líneas aéreas…”.

Europa lleva ya meses preparándose para un invierno difícil. Y ya van tres. La vacuna resultó ser el antídoto más eficaz contra la crisis generada por la pandemia y el Viejo Continente, por fin, ha aprendido a convivir con un virus que puso en estado de hibernación a sus empresas. Pero por esas fronteras que se abrían enseguida empezó a circular el nuevo mal que ha golpeado a la economía: una inflación galopante que se inflamaba por los precios de la energía a cada vuelta que el líder ruso Vladímir Putin daba al grifo del gas ruso y que ha alcanzado cotas jamás vistas desde la fundación de la moneda única.

A la vuelta del verano que permitió que Guasch relanzase su negocio, las instituciones internacionales, del FMI a la Comisión Europea, advirtieron de otro riesgo: que a esa inflación le acompañara un crecimiento raquítico. Incluso una breve recesión. En otras palabras, que Europa entrase en un escenario de estanflación.

Todos los organismos apuntan a Alemania e Italia, los dos países con mayores lazos energéticos y comerciales con Rusia. El miedo al racionamiento crecía, y los líderes europeos llamaban a hacer sacrificios. El presidente francés, Emmanuel Macron, incluso proclamaba “el fin de la abundancia”. España ha quedado esta vez fuera de los focos: su dependencia energética era ya muy débil antes de la guerra en Ucrania y sus lazos comerciales casi nulos.

Una economía abierta como la española no podía quedar al margen de la crisis. El Gobierno ya rebajó en abril su previsión de crecimiento para 2022 del 7% al 4,3% y previó un avance del 3,5% para 2022. Después del verano, subió una décima su pronóstico para este año y redujo el del año que viene al 2,1%. Los organismos internacionales son, curiosamente, más optimistas que el Gobierno para este año. En cambio, lo son menos para 2023, aunque ninguno adentra a España en terreno negativo. El FMI considera que en el conjunto del año la economía española crecerá el doble que la zona euro, y la Comisión Europea cree que lo hará el triple.

Las previsiones económicas, sin embargo, han dejado de ser ya la mejor carta de navegación en una crisis. Empresas e instituciones han optado por trazar escenarios. Y la gran cuestión en octubre era si España se adentraría en terreno negativo y flirtearía de nuevo con la recesión, aunque fuera técnica —dos trimestres consecutivos de caída—. Hubo voces que afirmaron que así sería. La Autoridad Fiscal Independiente (Airef) así lo consideró el pasado octubre. También en esas fechas, el Partido Popular, por boca de su portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, usaba ya sin tapujos el término recesión. “El estado de ánimo, ya antes de verano, es que habría una recesión. Es la primera vez que nos la anuncian seis meses antes y que no llega”, ironiza una empresaria.

Ese tono pesimista, sin embargo, ha ido cambiando a golpe de dato. La extrema incertidumbre exige la máxima prudencia, pero la evolución de la actividad permite soltar aire. El impulso de las renovables y las medidas adoptadas gracias a la excepcionalidad ibérica han permitido rebajar la factura energética y moderar la inflación hasta el 6,8%, la tasa más baja de toda la zona euro. Y esta misma semana, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha alejado el peligro de recesión. “Los indicadores referidos al cuarto trimestre apuntan a una prolongación de la debilidad de la actividad, que podría experimentar un leve crecimiento positivo, similar al del tercer trimestre”, afirmó en su comparecencia en el Senado. Incluso el indicador adelantado de la Airef —sujeto a cambios constantes— por ahora percibe un avance trimestral del 0,5%. “Los indicadores de coyuntura disponibles hasta el momento indican que a lo mejor el cuarto trimestre es mejor de lo que se esperaba”, afirmó esta semana Cristina Herrero, presidenta de la Airef.

La economía, pues, ha entrado en una fase de atonía, pero lejos de las predicciones más catastrofistas. “Se ha producido un cambio de expectativas”, dice Matilde Mas, catedrática de la Universidad de Valencia y directora Proyectos Internacionales del Ivie. Mas aprecia una respuesta estructural distinta en esta crisis. “Dentro de los nubarrones negros, por primera vez, España no sale tan mal en la foto. Hay un incremento de la productividad, un mercado laboral con menor temporalidad, una recuperación de la I+D+i y un saldo exterior positivo, entre otras cosas”, enumera.

El Gobierno mantiene la posición expresada por la vicepresidenta primera, Nadia Calviño: no se espera ninguna recesión, tampoco este trimestre. El Ministerio de Asuntos Económicos dispone de varios indicadores avanzados que así lo señalan: el comercio al por menor se recupera tras el bache del tercer trimestre; las ventas de grandes empresas siguen en terreno positivo; el gasto con tarjeta vuelve a subir tras la caída de verano, y las exportaciones continúan creciendo.

Mercado laboral fuerte

Los economistas rehúyen el triunfalismo, pero se remiten a la fortaleza que exhibe el mercado laboral. España sigue siendo el país con la mayor tasa de paro (12,67%) de la zona euro, pero la afiliación continuó en noviembre por encima de los 20 millones de afiliados por octavo mes consecutivo. “El empleo está aguantando el tipo, mucho más de lo que creíamos. No esperamos que siga con el mismo ritmo mucho más tiempo y podría entrar en una fase más plana, pero está siendo clave para sostener las rentas disponibles”, afirma Ángel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics.

Los expertos se preguntan sobre las razones de ese desacople del mercado laboral respecto a la marcha de la actividad: la economía española sigue sin recuperar el músculo que tenía antes de la pandemia, pero el empleo lo ha hecho con creces. ”El mercado laboral está movidísimo y para nada encaja con una situación de crisis”, explica Jordi Berenguer, directivo de AdQualis, una empresa de recursos humanos especializada en la búsqueda de altos ejecutivos para empresas y la captación de talento joven y cargos intermedios. Esta segunda pata del negocio —continúa— es la primera que se hunde en época de vacas flacas. “Ahora está creciendo a un ritmo de dos dígitos”, dice.

“El principal problema que tenemos es que no hallamos trabajadores para algunas ocupaciones”, coincide Joan Tristany, director general de la Asociación de las Empresas Industriales Internacionalizadas (Amec). “En los últimos seis meses nos ha costado mucho rebatir las teorías apocalípticas, porque venían de voces autorizadas. No hay elementos que nos lleven a pensar en una recesión. Pese al miedo que había, este año acabará bien. Para el que viene, hay una capa que no nos deja ver. Un asociado me dijo: ‘Hay niebla’. Otro añadió: ‘Niebla espesa’. Habrá que ir con cadenas”, apunta.

Los dos motores exteriores de la economía española siguen funcionando. Según el Ministerio de Industria, las exportaciones de mercancías ascendieron un 24,7% entre enero y septiembre, alcanzando un nuevo máximo histórico. Y ello pese a haber sufrido un encarecimiento de las materias primas o de los contenedores, que llegaron a costar 12.000 euros —ahora valen un tercio de esa cantidad, 4.000 euros—.

El segundo motor que sigue en marcha es el del turismo. Hasta octubre, llegaron 63,1 millones de turistas extranjeros a España, que está a un paso de recuperar el volumen de viajeros y de gasto de antes de la pandemia. Elena Foguet, directora de Negocio de Value Retail, cree que siguen despertando mercados emisores de turistas. Esta empresa, que gestiona los villages de ocio, comercio y restauración de La Roca (Barcelona) y Las Rozas (Madrid), explica que ha recogido los frutos del trabajo hecho en 2020 y 2021, cuando decidió no cobrar alquileres durante tres meses y seguir invirtiendo. “En 2022 hemos tenido 19 nuevas aperturas en La Roca y 22 en Las Rozas”, explica. “Cada vez habrá más factores externos que te harán vulnerable, pero al final debes crear equipos robustos y anticiparte para seguir siendo como quieres”, añade.

Los economistas, sin embargo, coinciden en pedir la máxima cautela. “Somos más optimistas, pero con toda la prudencia. No se puede decir que lo peor ya ha pasado. Las incertidumbres siguen siendo muy grandes. Estamos viendo una mayor resiliencia, pero no hay que bajar la guardia”, asegura Rafael Doménech, responsable de Análisis Económico del BBVA Research. El servicio de estudios del banco acaba de elevar las perspectivas económicas para España, tanto para 2022 como para 2023, descartando la recesión técnica en su escenario central.

La nueva previsión de crecimiento para el año que viene, del 1,2%, todavía está lejos de la que prevé el Ministerio de Asuntos Económicos. Entre otras cosas, el departamento que dirige Nadia Calviño confía en la bolsa de ahorro de 130.000 millones de euros que los españoles todavía tenían hasta el segundo trimestre del año. Pero Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, cree que ese colchón ha ido reduciéndose para poder compensar la pérdida de poder adquisitivo. “No espero una recesión grande. El mercado laboral aguanta y el sector exterior, también. Pero aún hay una pérdida de poder adquisitivo que los hogares deben trasladar al consumo. Y es difícil decir cuándo lo harán”, apunta.

La patronal de fabricantes y distribuidores (Aecoc) empieza a notar ya esa “contención” en la compra de los hogares, en palabras de su portavoz, Rosario Pedrosa. Según el último barómetro en el sector, un 44% de los distribuidores no quiere opinar dada la elevada incertidumbre; el 40% cree que el crecimiento en el sector se verá “algo estancado” y el 20% es optimista para 2023.

Los fondos europeos

El Ministerio confía en otro ingrediente más para impulsar el crecimiento: los recursos del fondo europeo de recuperación, del que España recibirá 77.000 millones solo en subvenciones. Fuentes del ministerio que hacen un seguimiento diario de ese dinero explican que en noviembre se vio un salto significativo en el impacto que están teniendo los fondos, que este año equivaldrán a 1,9 puntos porcentuales del PIB. Según BBVA, durante los tres primeros trimestres del año el Ejecutivo central ha aprobado y puesto en marcha programas de gasto vinculados a esos fondos por 21.557 millones de euros, un 75% de lo planificado para este año.

Si bien se ha criticado la lentitud con la que fluía este dinero, desde el Gobierno creen que al final ese cierto retraso permitirá mantener la inversión aunque vengan estrecheces. “Ahora está siendo ya un instrumento contracíclico”, dicen fuentes del ministerio. Los fondos, de hecho, permitirán que con un crecimiento del 1,2% en 2023, según BBVA, la inversión avance un 5,3%.

El Gobierno, de hecho, cree que el maná europeo será uno de los cuatro factores determinantes ya para 2023. A estos se añade el comportamiento del resto de los socios de la zona euro —de los que no llegan tan malas noticias como se esperaba—; la inflación y los posibles efectos de segunda ronda, por ahora muy limitados, y las subidas de tipos de interés.

La atención está en Rusia, pero también en Bruselas y Fráncfort. En la mesa de los ministros de Finanzas de la UE, una reforma clave de las reglas fiscales que probablemente deberá pactarse bajo la presidencia española. Y en el Eurobanco, no solo una subida de tipos de interés que golpeará a empresas y hogares, sino también una reducción del balance que le llevará a dejar de comprar deuda y que puede poner a algún país contra las cuerdas. Italia está bajo los focos, pero otras crisis ya han demostrado cuán susceptibles son los países al efecto contagio.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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