15 años de pugna entre energía y derechos
En Europa se ha priorizado la seguridad energética impulsada por Alemania, partidaria de incrementar la cooperación económica como mejor camino para acercar Rusia a la democracia
La guerra de Putin contra Ucrania ha llevado al primer plano el conflicto interno europeo entre quienes priorizan los intereses económicos y los defensores de los valores de la Unión (la libertad, la igualdad, la democracia y el respeto a la dignidad humana). Esta contradicción quedó patente a medida que la UE tomó conciencia de su dependencia energética de Rusia.
Hace más de 15 años que las autoridades europeas vienen advirtiendo a Rusia por su violación del derecho. En octubre de 2006, Josep Borrell, entonces presidente del Parlamento Europeo, ya exhortó a Putin: “No se puede cambiar energía por Derechos Humanos”.
En Europa, no obstante, se ha priorizado la seguridad energética impulsada por Alemania, partidaria de incrementar la cooperación económica como mejor camino para acercar Rusia a la democracia. En sintonía con esta estrategia se construyeron los gasoductos Nord Stream I (2011) y Nord Stream II (2018), con una capacidad de 55.000 millones de metros cúbicos de gas (55bcm) cada uno. La sociedad constructora dominada por Gazprom está presidida por el excanciller alemán Gerhard Schröder. Nord Stream II no ha llegado a funcionar y ha sido suspendido por el canciller alemán Olaf Scholz el pasado febrero. Ambos gasoductos significaron un paso en falso y un grave gesto de insolidaridad hacia Ucrania y los países que quedaban excluidos del suministro ruso.
La dependencia europea del gas de Rusia no ha cesado de crecer. Las importaciones de gas ruso han pasado de representar el 32% del total en 2006 al 45% en 2021. La dependencia aumentó a pesar de las violaciones de los derechos humanos.
Hay un paralelismo entre las decisiones económicas en el ámbito de la energía y en las finanzas. Las entidades financieras españolas que ocasionaron la burbuja inmobiliaria (la más costosa de la UE, con 58.368 millones de euros perdidos definitivamente) solo pudieron hacerlo por la financiación temeraria de los bancos alemanes, franceses y holandeses buscando la máxima rentabilidad.
Con la energía ha ocurrido algo parecido. Alemania sabía los riesgos de poner su desarrollo económico en manos de Putin. Primaron los intereses económicos. Otra factura del dominio de las finanzas sobre la economía y la sociedad.
La guerra ha acelerado todo y Europa ha tenido que tomar conciencia a marchas forzadas de sus debilidades energéticas. Ahora trata de reducir su exasperante dependencia de Rusia. De los 155 bcm de gas que importó en 2021, Europa pretende prescindir de dos tercios (101 bcm) a finales de año. Una apuesta mucho más ambiciosa que la de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) que ve posible disminuir las compras a la mitad.
Sorprende que no se hayan adoptado ya políticas de ahorro como en anteriores crisis. La UE debe intensificar su política energética común con medidas como el refuerzo de las conexiones entre países y acelerar el uso de fuentes alternativas como la eólica y solar. Y sobre todo no renunciar a la defensa de los derechos humanos.
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