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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El desigual reparto de la productividad

En 2014, los directivos ganaron el equivalente al salario de 303 trabajadores. No he visto nunca un estudio que justifique estos ingresos por las ganancias de productividad, un concepto que solo se emplea para juzgar el salario mínimo

SMI España
Un camarero atiende varias mesas en Sevilla.alejandro ruesga
Andreu Missé

Representantes de los empresarios y destacados analistas han salido en contra del aumento del salario mínimo hasta 1.000 euros acordado por el Gobierno y los sindicatos. El argumento más repetido es que esta subida no se justifica porque no corresponde a ganancias de productividad. Visto a primera vista podría parecer razonable. Pero no todos los economistas lo ven así.

La cuestión de fondo es que el reparto de la producción es cada vez menos favorable a los trabajadores. Los profesores Xosé Carlos Arias y Antón Costas, en su libro Laberintos de la prosperidad (Galaxia Gutenberg) se preguntan: “¿Cuáles son las principales causas del gran problema distributivo de nuestro tiempo?”. Y responden: “No son, como muchas veces se dice, la ralentización de la productividad y el bajo crecimiento económico. Aunque con menores tasas que en las décadas precedentes, ha habido crecimiento. Pero los salarios reales se han estancado o crecido por debajo de la productividad. Las causas tampoco son la globalización y el cambio tecnológico, como se afirma en otras ocasiones”. Y concluyen. “La desigualdad ha sido una elección política, no una fatalidad inevitable que viene de fuerzas económicas y tecnológicas”.

Arias y Costas se apoyan en las ideas de la economista postkeynesiana Joan Robinson (1903-1983) para explicar por qué las empresas, pudiendo pagar más a los trabajadores, no lo hacen. En su opinión, “la apropiación de rentas salariales surge de una desigual capacidad de negociación entre empleados y empleadores, un camino que sugiere esta línea de análisis es aumentar el poder de negociación de los trabajadores”. Para ello, proponen fortalecer a los sindicatos y favorecer su entrada en los órganos de gobierno de las empresas.

Otros economistas certifican que los trabajadores participan cada vez menos de los aumentos de la productividad. Una investigación del profesor belga Jan Eeckhout, desarrollada en su obra The Profit Paradox, señala que el aumento de poder de las grandes empresas y los desequilibrios no han cesado de crecer. Así, mientras que en 1980 los beneficios de las empresas representaban el 10% de los costes laborales, en 2012 significaban ya el 43% y no han parado de crecer.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha constatado la pérdida del peso de los salarios en la economía española que ha pasado del 66,6% del PIB en 2009 al 61,3% ocho años más tarde. Además, dentro del colectivo de empleados el reparto es cada vez más desigual. Un estudio clásico del Economic Policy Institute detallaba en 2015 la delirante evolución de la retribución de los directores ejecutivos (CEO) en relación con los trabajadores. En 1965, los directores ejecutivos ganaban 20 veces el salario de un empleado medio. En 1995, aumentaron hasta 122 veces. Y en 2014, subieron a la estratosfera y recibieron el equivalente al salario de 303 trabajadores. No he visto nunca un estudio que justifique estos ingresos por las ganancias de productividad. Un concepto que solo se emplea para juzgar el salario mínimo.

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