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El vicepresidente de la Fed dimite bajo sospecha de haber violado el código de ética

La venta y recompra de acciones en febrero de 2020 de Richard Clarida han provocado indignación y solicitudes de investigación para determinar si las hizo con información privilegiada

Luis Pablo Beauregard
El vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, habla por teléfono durante la reunión de Jackson Hole de agosto de 2019.
El vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, habla por teléfono durante la reunión de Jackson Hole de agosto de 2019.jonathan crosby (Reuters)

Richard Clarida, el vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, ha informado este lunes al presidente Joe Biden en una carta que abandonará su cargo este viernes 14 de enero. El funcionario ha adelantado dos semanas su salida del banco central en medio de una crisis por presuntas violaciones al código de ética. La gestión de la mano derecha del presidente de la Fed, Jerome Powell, ha despertado sospechas de haberse beneficiado con una serie de operaciones realizadas en febrero de 2020, cuando la institución preparaba una serie de medidas económicas para hacer frente a la crisis del coronavirus. Clarida defiende su paso por la Fed y niega haber faltado a la ética en estas transacciones.

La polémica mancha el ocaso de la gestión de Clarida, de 64 años, quien llegó al banco central en septiembre de 2018 y cuyos cuatro años de mandato expiraban el 31 de enero. Hay una fecha que dibuja una sombra sobre su periodo: el 24 de febrero de 2020. Ese día Clarida vendió entre uno y cinco millones de dólares (los formatos hechos públicos por el funcionario solo manejaban rangos y no cifras exactas) en acciones de un fondo de inversión. El funcionario recompró en tres operaciones ese mismo paquete de acciones días después, el 27 de febrero, a pesar de que los mercados vivían horas de incertidumbre y nerviosismo por el golpe de la pandemia. La recompra se hizo horas antes de que Powell, jefe y amigo de Clarida, anunciara en un comunicado que el banco central estaba siguiendo de cerca el desarrollo de la economía y que estaba lista para actuar si era necesario. Dos semanas después, la institución lanzó un ambicioso paquete de medidas para ralentizar el golpe del virus a los mercados.

La operación causó un gran escándalo. Sobre todo porque se supo que Powell y Clarida tuvieron una llamada telefónica a las 16.45 del 27 de febrero. No se sabe con certeza, sin embargo, si los dos hombres discutieron en su conversación el anuncio del 28 de febrero, lo que se convertiría en la pistola humeante en contra de Clarida. Este lunes, la senadora demócrata Elizabeth Warren ha celebrado la salida precipitada del vicepresidente, quien llegó al banco central propuesto por Donald Trump. “Me da gusto que haya dimitido después de la indignación pública que provocó su falta de ética”, escribió en Twitter la legisladora, quien ha solicitado una investigación a la SEC, el órgano encargado de supervisar el mercado estadounidense.

Los críticos de Clarida especulan si este actuó gracias a que tenía información privilegiada. El 6 de enero pasado The New York Times reveló que el vicepresidente ocultó en un principio que había vendido el paquete de acciones que compró el 27 de febrero. Cuando se dio a conocer el caso, en mayo de 2021, la Fed defendió al funcionario a través de un portavoz. Este aseguró que la operación de aquel día había sido planeada con antelación y que sería utilizada para balancear el portafolio de inversiones. “Estas transacciones se ejecutaron antes de que se involucrara en las deliberaciones de la Reserva Federal de las acciones de emergencia por el coronavirus”, dijo el portavoz a Bloomberg, quien añadió que la compra fue aprobada por el encargado de ética de la junta del banco. No hubo explicaciones oficiales después, cuando se reveló que solo pasaron tres días entre la venta de acciones y la recompra.

En octubre, Clarida hizo referencia al caso, sin mencionarlo. En una conferencia virtual dijo que siempre había actuado de forma “honorable” y con la “integridad” que exige el servicio público. Este lunes también omitió hacer referencia al escándalo de las operaciones en su misiva al presidente Biden. En el texto se limitó a defender las acciones que la institución tomó para hacer frente al reto que significaba el golpe de la pandemia a la economía mundial. A finales de noviembre, la Casa Blanca nominó a Lael Brainard, una consejera de Powell, para ocupar la vicepresidencia del banco. La asesora debe ser avalada este jueves por una comisión del Senado.

El todavía vicepresidente no es el único que se encuentra bajo sospecha de haberse beneficiado con información. La Fed sufrió a finales del año pasado bajas que son investigadas por el inspector federal de la institución por supuestas violaciones al código de ética. Entre estas está la de Robert Kaplan, el presidente de la oficina del banco central en Dallas (Texas), quien hizo varias operaciones individuales de acciones y renunció en octubre pasado después de que la prensa hiciera públicas las operaciones, celebradas en 2020. Un mes antes sucedió lo mismo con el presidente de Boston, Eric Rosengren, quien hizo inversiones vinculadas con bienes raíces el mismo año. Renunció aduciendo problemas de salud.

Este tipo de conductas ha significado una crisis de reputación para el banco central, que en octubre pasado desveló una serie de medidas que tienen como objetivo impedir el beneficio personal de sus funcionarios. Estas nuevas reglas limitan los activos que pueden comprar, principalmente de fondos mutuos, y exigen a los encargados de la política monetaria anunciar con 45 días de anticipación su intención de adquirir acciones o bonos. También restringen las transacciones en momentos de gran efervescencia de los mercados. Estas nuevas líneas significaban un nuevo ajuste a una entidad que no le gusta la regulación. El último código de conducta del banco central se databa en 1994.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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