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El salto sorpresa de Carmona a Iberdrola resucita el debate sobre las puertas giratorias

Algunos expertos creen que en España debe mejorar la cultura de intercambio entre el sector público y el privado, pero cuestionan la contratación del exdirigente socialista

Álvaro Sánchez
El exportavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona, junto a Esperanza Aguirre, expresidenta popular de la Comunidad de Madrid.
El exportavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona, junto a Esperanza Aguirre, expresidenta popular de la Comunidad de Madrid.Jaime Villanueva

Los caminos de la empresa y la política se entrecruzan a menudo. El viaje de un directivo desde el consejo de administración al escaño o al sillón presidencial trata de presentarse por parte de sus protagonistas como un triunfo de la meritocracia, abanderando una suerte de mito del hombre hecho a sí mismo —fórmula abrazada por Donald Trump o Silvio Berlusconi— que tras alcanzar el éxito empresarial acude al rescate de los ciudadanos. La narrativa es más complicada de vender cuando se emprende el trayecto contrario, el de pasar de servidor público a estar a sueldo de una gran corporación. Es ahí donde brotan sospechas sobre favores encubiertos, o como mínimo, sobre un uso éticamente cuestionable de influencias.

El último en dar ese paso ha sido el socialista Antonio Miguel Carmona, recién nombrado vicepresidente de Iberdrola España. El movimiento es legal —solo los altos cargos tienen que esperar dos años antes de prestar servicios en entidades privadas afectadas por sus decisiones—, pero su ascenso a la cúpula de una de las grandes firmas de energía del planeta llega en pleno choque de Gobierno y eléctricas por el precio de la luz. Y en su designación llaman la atención otros condicionantes, como la animadversión mutua que se profesan Carmona y la actual dirección del PSOE, o su falta de experiencia en la materia.

¿Por qué lo han elegido entonces? Un antiguo alto cargo bajo gobiernos socialistas apunta a un desafío abierto a Pedro Sánchez. “No me puedo explicar que hayan nombrado a Carmona, que tiene un perfil público muy visible, en pleno debate sobre las puertas giratorias y la factura eléctrica. Era un vicepresidente muy improbable. Tengo la sensación de que ha sido un rejonazo de [Ignacio] Sánchez Galán al PSOE”, afirma. La noticia ha ido seguida de reacciones viscerales desde dentro del partido. Entre las más duras ha estado la del diputado por Gipuzkoa, Odón Elorza. “El fichaje del Sr. Carmona por Iberdrola confirma la opinión que me merece desde hace años. No hay palabras”, escribió en Twitter. También desde fuera del PSOE. El presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, es uno de los que ha cuestionado más abiertamente sus competencias para el puesto. “Hombre, 440.000 [euros] para un tío que no sé si entiende el recibo de la luz...”.

Más allá de la trifulca política, la decisión abre varios debates. ¿Hasta qué punto es criticable el salto de lo público a lo privado? ¿Qué buscan las empresas cuando fichan caras visibles de la política? ¿Está preparado alguien para ser directivo de un sector tan complejo como el eléctrico por el mero hecho de haber pasado por la Administración?

Jaime Bonals, director general de Alexander Hughes, una de las principales firmas de cazatalentos, cree que España es un país con muy poca cultura de aceptación de esos intercambios de profesionales. “Aquí el retorno al sector privado desde el público se malinterpreta por el uso de los contactos”, estima. En general, ve positivo el tránsito de talento en ambas direcciones, aunque matizando que no todo el mundo es válido para cruzar ese puente. “De vez en cuando es bueno que corra el aire, la endogamia por naturaleza es negativa. Cuando el sector público se nutre solo de lo público es malo, y viceversa”.

Esther González, directora del Máster de Recursos Humanos de EAE Business School, con más de 25 años de experiencia en puestos de gestión de personal, percibe ventajas evidentes para las empresas que contratan antiguos cargos públicos. “Disponer de gente que conoce los resortes de la política y sabe qué movimientos hay que hacer para hablar con el ministro de turno para decirle que una ley puede causar problemas a su sector entra dentro de una disciplina muy lícita, la diplomacia corporativa, que además en España se trabaja poco comparado con otros países”, asegura.

Sobre el papel, aquellos que han desempeñado altas responsabilidades públicas y cambian a la empresa privada aportan una nutrida agenda de contactos y su conocimiento de los engranajes de la Administración para hacer lobby, pero no sirve cualquiera. González considera que Carmona, economista y profesor, no tiene un perfil lo suficientemente potente, con lo que el fichaje se puede convertir en un retiro dorado muy bien recompensado. “En la política española ha habido puertas giratorias que han dado acomodo a gente muy buena, como fue el caso de Miguel Boyer, [exministro de Economía socialista que fue luego presidente del Banco Exterior] pero también a gente de otras ligas, no de primera división. Para que una puerta giratoria tenga valor para la empresa tiene que ser gente muy bregada en la alta política”, concluye.

Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública y antaño director de gabinete de la ministra de Vivienda Carme Chacón y la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, tiene dudas sobre la idoneidad del fichaje de Carmona. “Creo que tiene un perfil mucho más político que técnico, por tanto es una decisión demasiado arriesgada. Puede pasar que su interlocución no sea dada como válida. Que te llame por teléfono alguien muy conocido y muy político determina tu relación con él. Se le atiende de una forma u otra”. En su opinión, dar un alto cargo a un político no garantiza un retorno a la altura del alto salario que se les paga. “Si tiene un perfil técnico contrastable, entonces será una buena decisión. Pero si el fichaje es solo por su vertiente política, las empresas deben cuidarse. En la política el acceso se rompe con mucha facilidad, basta un cambio de Gobierno”.

Pérdida de credibilidad

En la ecuación hay otras variables más difíciles de medir, como la pérdida de credibilidad de parte de la clase política entre la ciudadanía más exigente, recelosa de esos súbitos cambios de trinchera, de la defensa de los consumidores a la de los accionistas, en pleno tira y afloja entre un Gobierno que busca fórmulas para bajar el precio de la luz y unas eléctricas centradas en la cuenta de resultados. El riesgo de descrédito aumenta si, como sucede en el caso de Carmona, se ha criticado en el pasado lo mismo que ahora hace, como cuando en 2015, durante el mitin de cierre de la campaña a la alcaldía de Madrid, se refirió así al fichaje de Esperanza Aguirre por Seeliger y Conde. “La pregunta es: ¿cómo es posible que una cazatalentos con tan poca pericia cobre casi 400.000 euros de una empresa privada? Ya no son puertas giratorias, son puertas, ventanas y tejados”.

Luisa García, CEO de Llorente y Cuenca Europa, una de las mayores consultoras de asuntos públicos, sostiene que las empresas han de estudiar caso a caso estas contrataciones. Una de las tareas más complicadas antes de acometer esos fichajes es interpretar por dónde va la conversación de la sociedad sobre el sector, y si la incorporación de un perfil público puede levantar ampollas. En el caso de la llegada de Carmona a Iberdrola, no espera que el impacto negativo sobre la imagen de la eléctrica vaya a ser excesivo. Hay otra tormenta mucho mayor. “Creo que la reputación de la industria se juega en otros factores. La conversación de la ciudadanía está en qué pasa con el precio. Una de las dificultades de la industria y de la Administración es trasladar al público de una manera más sencilla qué está ocurriendo”. La propia Llorente y Cuenca tiene en plantilla a antiguos altos cargos públicos. “En nuestra área de comunicación corporativa tenemos periodistas porque es fundamental conocerlos para relacionarte con ellos, y lo mismo sucede con la Administración”, explica.

En el caso de Iberdrola, llueve sobre mojado. La llegada de Carmona se produce tres meses después de que la defensora del Pueblo Europeo abriera una investigación sobre el fichaje de la exvicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, Emma Navarro, por posible conflicto de interés, dado que la compañía energética recibió préstamos de la entidad. En el asunto Carmona no hay indicios de ese tipo de problemas, ni siquiera es el primero en cruzar el puente hacia el sector —antes lo han hecho expresidentes como Felipe González en Gas Natural o José María Aznar con Endesa, entre otros muchos políticos de primera línea—, pero su notorio papel de tertuliano, que contrasta con el cometido, más gris, de la gestión, sus pobres resultados como candidato a alcalde de Madrid y su falta de sintonía con La Moncloa han convertido su fichaje en fuente de incredulidad. “Creo que la decisión solo beneficia al propio Carmona”, zanja un antiguo asesor socialista.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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