Resiliencia, mucho más que un cliché
Ya no basta solo con asegurar un resistente colchón financiero; existe la necesidad de adaptarse y evolucionar de manera ágil y sostenible
No han pasado diez años desde que la Real Academia Española incorporó en su diccionario el término “resiliencia”. Pero esta palabra, que empezó a popularizarse tras la crisis de 2008, hoy es protagonista en todo debate de política económica. Ya no se trata de crear estructuras resistentes a las catástrofes –que escuden a la sociedad frente a las vicisitudes del destino-, ahora el objetivo es crear resiliencia para sortear las olas hacia un futuro próspero y sostenible, adaptándose permanentemente a nuevas realidades.
Aunque el término sea nuevo, su uso lo motiva una idea muy antigua: ante una crisis, el resistir o adaptarse depende de cuánto esperemos que dure el problema. Y, si hoy hablamos de resiliencia es por el creciente temor a nuevas crisis de tipo estructural –desde las más recientes, de materia financiera o sanitaria, a las temidas crisis geopolíticas, tecnológicas o medioambientales-. Y es por ello que ya no basta solo con asegurar un resistente colchón financiero; existe la necesidad de adaptarse y evolucionar de manera ágil y sostenible.
Pero, ¿cómo desarrollar una mayor resiliencia? No existe una receta, pero diversas propuestas privadas y gubernamentales comparten un elemento común: fomentar la experimentación. Lo que a nivel de políticas económicas implica no solo fomentar una correcta financiación, igual de importante es crear un ambiente en que se pueda experimentar de manera gradual, inclusiva e informada.
La gradualidad es clave para no acabar con elefantes blancos. Como enfatiza Dan Breznitz, no se trata de fomentar recetas genéricas y costosas para que cada ciudad cree su Silicon Valley. Lo que se ha de sembrar son experimentos graduales y sostenidos, que vayan identificando y potenciando aquellas pequeñas ventajas comparativas con las que cada localidad pueda incrementar su valor en las cadenas globales de producción.
La inclusión pasa por buscar la complicidad de todos los agentes económicos impactados por un experimento. Por ejemplo, la reciente conferencia anual de la Fed en Jackson Hole se ha centrado en debatir la complejidad del actual escenario económico –en el que ciertos sectores sufren inflación mientras que otros enfrentan creciente desempleo-. Un debate que busca generar un entendimiento y un lenguaje común que aúne a los mercados para lograr una salida gradual de la crisis de la covid-19. Esta complicidad y participación de distintos agentes es también esencial a la hora de experimentar en otros ámbitos de la economía: entre empleados y empleadores, entre estudiantes e institutos de formación, entre supervisores e industria.
Y, en tercer lugar, la información, facilitada por la digitalización, implica construir y transparentar métricas que permitan un monitoreo y evaluación ágil de todo experimento.
Lograr resiliencia suena a un cliché, pero hoy resulta vital para el éxito de cualquier economía.
Alejandro Neut, BBVA Research.
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