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Daniel Susskind: “El desafío económico del siglo XXI es la distribución de la riqueza”

El profesor de la Universidad de Oxford defiende que hay que profundizar en el significado, la identidad y el propósito del empleo

Daniel Susskind Universidad de Oxford
Daniel Susskind, profesor de la Universidad de Oxford.Roberto Ricciuti (Getty Images)

El trabajo no es solo una fuente de ingresos. Para muchas personas, es también una fuente de significado que forma su identidad y orienta sus vidas. Según el experto en inteligencia artificial y profesor de Economía en la Universidad de Oxford Daniel Susskind, todo eso podría estar a punto de cambiar. En su libro A world without work (seleccionado por The Financial Times como uno de los cuatro mejores títulos de economía de 2020), Susskind argumenta que la revolución de la inteligencia artificial se distinguirá de los anteriores avances tecnológicos porque esta vez el riesgo de competir con una máquina se extiende a muchos más sectores. Como explicó durante una entrevista por Skype, el estrago no se limitará al mercado laboral “sino que puede significar un gran agujero en esa idea de sentido, de estar contribuyendo y de tener un propósito que proporciona el trabajo”.

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Según Susskind, no hay que esperar al futuro para entender la importancia de estas cuestiones. Los desempleados del cinturón industrial estadounidense que se niegan a buscar trabajo en tareas eminentemente femeninas como la enfermería o la enseñanza infantil son, dice, un ejemplo de lo relevante que es el tema de la identidad en el trabajo. Lo mismo con los universitarios desocupados de Corea del Sur que rechazan ofertas laborales por debajo de su nivel de formación. “Todo esto es para decir que no nos bastará con formar a la gente para que adquiera nuevas habilidades, también vamos a tener que pensar en estos conceptos de significado, identidad y propósito”.

Pregunta. ¿Qué otras actividades podrían convertirse en esa brújula vital que ha sido hasta ahora el trabajo?

Respuesta. Si nos tomamos en serio la amenaza de un mundo donde no habrá trabajo suficiente para todos, tenemos que pasar menos tiempo diseñando políticas de mercado laboral y más tiempo pensando en la manera en que la gente va a pasar su tiempo libre, cómo hacer para que el tiempo en el que no están trabajando lo pasen de una manera significativa, valiosa y gratificante.

P. ¿Por ejemplo?

R. Parece una idea poco común, pero no es tan radical. En las políticas de los gobiernos de todo el mundo hay un montón de pequeñas intromisiones en lo que hace la gente en su tiempo libre. En el Reino Unido, tenemos un departamento ministerial para la cultura, los medios y el deporte. Es decir, todo un departamento del gobierno ocupado en moldear la manera en que la gente pasa su tiempo libre haciendo que los museos sean gratis y que los parques sean bonitos y accesibles, incentivando que los niños lean, naden y monten en bicicleta. Son intrusiones menores pero intrusiones al fin. Pero es que incluso en el sistema de pensiones hay una valoración implícita y es la de que te tomes tu tiempo de descanso solo cuando tienes menos utilidad como trabajador. Todas estas cosas son relativamente accidentales, pequeñas intrusiones, pero si vamos a un mundo en el que no habrá suficiente trabajo, es el tipo de intervenciones en el que vamos a tener que pensar de forma más sistemática y detenida.

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P. En alguna ocasión ha defendido la capacidad de la tecnología para agrandar el pastel como un argumento para el optimismo, ¿pero no es un problema de distribución de riqueza el que enfrentamos?

R. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad el problema ha sido el tamaño del pastel a repartir, cómo hacerlo lo suficientemente grande para que diera para todos. Pero en los últimos cien años nos hemos acercado mucho a la solución de ese problema. Por supuesto que eso no significa que el pastel vaya a ser distribuido de manera equitativa automáticamente. Al contrario, mucha gente tiene una parte muy pequeña, migajas. El desafío económico del siglo XXI será claramente uno de distribución, de reparto del pastel, pero en cualquier caso es un desafío mucho mejor que el que enfrentaron nuestros antepasados durante siglos. El mercado laboral ha sido uno de los mecanismos que tradicionalmente hemos usado para hacer ese reparto, ¿pero cómo hacerlo si los salarios pierden eficacia en un mundo con menos trabajo disponible?

P. Si no es con el mercado laboral, ¿de qué otra manera se podrá hacer el reparto?

R. Una de las ideas que están tomando forma para enfrentar estos desafíos tecnológicos es que el gobierno dé un paso al frente y desarrolle un programa de trabajo garantizado. Sería una alternativa a la renta básica universal, otro enfoque que también resuelve el tema del reparto en un mercado laboral incapaz de proporcionar todos los trabajos que hacen falta. La diferencia es que el programa del que hablo proporciona un ingreso a través de ese trabajo garantizado, mientras que la renta básica universal no tiene en cuenta si la persona trabaja o no. Las dos propuestas parten de asunciones diferentes sobre la relación que hay entre el trabajo y estas nociones de sentido, significado y propósito. Si crees que hay una relación fuerte, entonces el esquema de trabajos garantizados parece el más atractivo. Si por el contrario crees que es posible encontrar significado y propósito fuera del trabajo, entonces la opción de la renta básica universal parece mejor.

P. En estos años de concentración de riqueza y retrocesos en derechos laborales por las nuevas formas de contratación de las tecnológicas, ¿no es utópico pensar en un gran Estado que garantizará ingresos y trabajos?

R. El economista estadounidense J. K. Galbraith escribió que uno de los problemas de la economía estadounidense fue que el poder estaba concentrado en manos de grandes industrias y empresas, y hacía falta que los trabajadores lo contrarrestaran con su negociación colectiva. Una de las áreas en las que la tecnología no ha influido mucho, y no entiendo por qué, es nuestra forma de hacer negociación colectiva. Los sindicatos tratan de ejercer el poder de una forma verdaderamente anticuada, no han aprovechado los cambios tecnológicos de las últimas décadas. Hay una oportunidad de empezar, con una hoja en blanco, a pensar de qué manera las opciones tecnológicas disponibles pueden usarse para reformular el funcionamiento de los sindicatos y hacer que se conviertan en un contrapeso en este mundo en el que los avances están quitándole poder a los trabajadores y dándoselo a las grandes tecnológicas.

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