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CRISIS DEL CORONAVIRUS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Que se presenten solo los incompetentes

La derecha estadounidense cree que el conocimiento no tiene valor y lo usa como un criterio de descalificación

Paul Krugman
El expresidente Donald Trump visita el muro fronterizo en Texas esta semana.
El expresidente Donald Trump visita el muro fronterizo en Texas esta semana.Eric Gay (AP)

Hace unos días escribí acerca de cómo la ignorancia se ha convertido en un valor central para los conservadores. Como es natural, esta exaltación de la ignorancia va de la mano con el desdén por el conocimiento de los expertos. Puede que una gran mayoría de científicos coincida en que las emisiones de gases de efecto invernadero están calentando el planeta, pero qué le vas a hacer, no es más que una enorme tomadura de pelo.

Un momento, que todavía hay más. La derecha no solo considera que el conocimiento experto no tiene valor, sino que también lo ve como un criterio descalificador. Las personas con verdadero conocimiento sobre un ámbito político —y, desde luego, las que tienen alguna clase de reputación profesional— suelen ser excluidas de cualquier función en el diseño de las políticas. La preferencia se concede a los incompetentes, y a menudo a los escandalosamente incompetentes.

Estos días estoy leyendo Nightmare Scenario [Escenario de pesadilla], una crónica de Yasmeen Abutaleb y Damian Paletta sobre la desastrosa gestión de la pandemia de coronavirus por parte del Gobierno de Trump. Gran parte de lo que explican entra en la categoría de lo “estremecedor pero no sorprendente”. Sin embargo, algo que yo desconocía era el papel especialmente destructivo desempeñado por Stephen Moore, un asesor económico externo.

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Los autores cuentan que fue Moore quien entró en el despacho de Donald Trump, apenas unos días después de que Estados Unidos iniciara el confinamiento, para instar a la reapertura en Semana Santa. Aunque no se produjo un levantamiento inmediato de las restricciones por la crisis sanitaria, la creciente insistencia de Trump en que la pandemia no era gran cosa ayudó a inspirar las protestas armadas contra la distancia social y las mascarillas, lo cual contribuyó a su vez al desastre en la sanidad pública que, hasta el momento, se ha cobrado la vida de 600.000 estadounidenses.

Huelga decir que Moore no es un experto en epidemiología. Pero tampoco lo es en economía. De hecho, entre muchos economistas tiene fama de equivocarse en casi todo. No me refiero a que haya hecho algunos pronósticos erróneos. Eso le pasa a todo el mundo (aunque algunos admitimos que nos hemos equivocado e intentamos aprender de nuestros errores). Me refiero a que es raro que acierte con los hechos, o que consiga acercarse siquiera remotamente a la verdad.

Por ejemplo, en 2014, Moore publicó un ataque al que suscribe sobre los efectos de las rebajas fiscales estatales en el que todas las cifras clave eran incorrectas. Y no se trataba de errores nimios: Moore hacía afirmaciones sobre el crecimiento del empleo en determinados años, pero presentaba cifras de otros años diferentes, e incluso estas eran totalmente inexactas. Otro ejemplo: en 2015, escribió un ataque contra el Obamacare en el que todas y cada una de sus afirmaciones fácticas eran erróneas.

Sin embargo, en la derecha, los errores de Moore no han dejado de auparlo, y así, ha sido miembro del consejo editorial de The Wall Street Journal y se ha convertido en economista jefe de la Fundación Heritage, entre otros cargos. Trump intentó nombrarlo para la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, y podría haberlo conseguido si el candidato no hubiera sido declarado en desacato por no pagar la pensión alimenticia y la manutención de sus hijos.

Y allí estaba él, en un momento decisivo de la pandemia, instando a Trump a quitar importancia a la emergencia sanitaria y poner en peligro vidas estadounidenses.

Lo curioso de la historia de Moore —por no mencionar la decisión de Trump de convertir a Larry Kudlow, también famoso por sus constantes errores, en su máximo responsable económico— es que hay bastantes economistas técnicamente competentes que estarían deseosos de servir al Partido Republicano.

Como en cualquier materia académica, la economía tiende a ser demócrata, aunque menos que otros muchos campos: proporcionalmente hay más republicanos en economía que en biología o química. Algunos de estos economistas están dispuestos a rebajarse en un intento de demostrar su lealtad, como Tomas Philipson, un catedrático de la Universidad de Chicago que prestó sus servicios en el Consejo de Asesores Económicos de Trump y aseguró que el expresidente tenía un instinto económico “a la altura del de muchos premios Nobel”.

Sin embargo, según el propio Philipson, casi nadie hacía caso de sus consejos. Y, en general, la derecha estadounidense —no solo los trumpistas— desconfía de cualquiera cuya competencia se haya traducido en una reputación de profesional independiente. Al fin y al cabo, nunca se sabe cuándo alguien así puede posicionarse basándose en sus principios.

Hace tiempo escribí que “el actual Partido Republicano no quiere escuchar a los economistas serios, sea cual sea su política. Prefiere a los charlatanes y a los excéntricos, que son su tipo de gente”. Y resulta que lo mismo pasa con los epidemiólogos.

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El odio de la derecha al doctor Anthony Fauci es una historia conocida. Sin embargo, gran parte de Nightmare Scenario sigue la saga de la doctora Deborah Birx, una profesional con experiencia en la sanidad pública que dirigió el grupo de trabajo de Trump sobre el coronavirus y recurrió a vergonzosos halagos y adulaciones en un intento de conseguir que el entonces presidente actuara con responsabilidad.

Pero fracasó en casi todo; parece haber quedado claro que el círculo íntimo de Trump nunca confió en ella precisamente porque estaba bien informada y tenía una reputación que defender. La excluyeron en favor de charlatanes políticamente fiables.

Pues bien, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo ha llegado uno de nuestros dos principales partidos políticos no solo a rechazar la democracia, sino a exaltar la ignorancia y despreciar cualquier clase de competencia? No lo sé, pero si no están aterrados, es que no están prestando atención.

Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción News Clips

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