Andrew Yang no ha hecho las cuentas
El aspirante a la alcaldía de Nueva York se ha hecho famoso por pedir un cheque mensual de 1.000 dólares para los adultos
¿Se convertirá Andrew Yang, el candidato mejor situado en este momento, en el próximo alcalde de Nueva York? Y si gana, ¿ejercerá bien su cargo? No tengo ni idea, aunque soy escéptico respecto a esto último. Yo intuyo que la alcaldía necesita un luchador político eficaz, no un intelectual, y Yang, que nunca ha ocupado cargos políticos, debe en gran medida su protagonismo a la reputación de líder teórico, alguien con grandes ideas sobre economía y política.
Lo que sí sé es que las grandes ideas de Yang son demostrablemente erróneas. ¿No debería ser eso causa de preocupación? Yang se ha hecho famoso por el argumento de que afrontamos una crisis social y económica debido a que la rápida automatización está destruyendo puestos de trabajo de calidad, y que la solución es la renta básica universal, un cheque mensual de 1.000 dólares para todos los estadounidenses adultos. A muchos les parece un argumento convincente, y se puede imaginar un mundo en el que el diagnóstico y la receta de Yang fueran correctos. Pero no es el mundo en el que vivimos actualmente, y hay pocos indicios de que nos dirijamos a él pronto.
Verifiquemos los hechos: ¿estamos experimentando realmente una automatización rápida, es decir, una reducción rápida del número de trabajadores necesarios para producir una cantidad dada de cosas? Eso supondría que se está dando un aumento rápido de las cosas producidas por cada trabajador todavía empleado, es decir, un aumento rápido de la productividad.
Pero no es lo que estamos viendo. De hecho, el artículo principal de la nueva edición de The Monthly Labor Review, publicado por la Oficina de Estadística Laboral, es un intento de entender la ralentización de la productividad, el crecimiento históricamente bajo de la productividad desde 2005. Esta ralentización ha sido especialmente pronunciada en el sector de la fabricación, que apenas ha experimentado una subida de la productividad en la última década.
Presenté argumentos similares en 2019, suscitando una respuesta furiosa de Yang, que me acusó de utilizar “estadísticas incompletas” y declaró que “había hecho las cuentas”. Pero si las había hecho, no las compartió con los demás; todo lo que nos ofreció fueron anécdotas. Sí, en cualquier momento dado siempre hay algunos trabajadores desplazados por la tecnología. La cuestión es si eso está ocurriendo en este momento a mayor velocidad que en el pasado. Y las cifras dicen que no.
Por si sirve de algo, sospecho que Yang empezó a predicar sobre los peligros de la automatización sin haber mirado siquiera los datos económicos; era una historia demasiado buena como para hacer comprobaciones. Pero incluso aunque no creamos que Yang tiene razón acerca del problema, ¿qué se puede decir de su solución? ¿Es una buena idea la propuesta de renta básica universal? No, no lo es. Resulta demasiado cara para ser sostenible sin un aumento enorme de impuestos, e inadecuada para los estadounidenses que sí necesitan ayuda. Y yo sí he hecho las cuentas.
En primer lugar, estaríamos hablando realmente de mucho dinero. El Plan de Rescate Estadounidense recién aprobado ha dado a la mayoría de los adultos un pago único de 1.400 dólares, y el gasto ha ascendido a 411.000 millones de dólares. Estos pagos tienen cierto sentido, teniendo en cuenta las consecuencias económicas persistentes de la pandemia, aunque otros componentes del plan, en especial el aumento de las prestaciones por desempleo, están siendo más cruciales para limitar la miseria económica.Pero la propuesta de Yang de pagar 12.000 dólares al año costaría ocho veces más todos los años, bastante más de tres billones de dólares anuales, a perpetuidad. Incluso si la deuda o el sobrecalentamiento inflacionario no nos preocupan mucho ahora mismo, hay que pensar que un gasto sostenido de tal magnitud causaría problemas y conflictos con otras prioridades, desde las infraestructuras hasta la atención a la infancia.
Pero estos pagos serían también fuertemente inadecuados para los estadounidenses que perdieran de hecho su trabajo, ya fuese por la automatización o por cualquier otra causa. El trabajador medio a tiempo completo en Estados Unidos gana en la actualidad unos 1.000 dólares a la semana.
La cuestión es que, por ahora al menos, la mejor forma de proporcionar un colchón de seguridad adecuado es condicionar la ayuda. Podemos y debemos proporcionar ayudas generosas a los desempleados; podemos y debemos proporcionar ayuda a las familias con niños. Pero enviarles cheques a todos, todos los meses, es enfocar demasiado mal los problemas reales.
Ahora bien, sí se puede imaginar un mundo en el que el yangismo fuera adecuado. Si de hecho los robots se estuvieran quedando con todos los puestos de trabajo de calidad e induciendo un enorme traspaso de rentas del trabajo al capital, podría tener sentido ofrecer grandes pagos universales, financiados mediante la creación de impuestos elevados sobre el patrimonio y de sociedades. Pero en la actualidad no estamos en ese mundo.
¿A qué se debe entonces toda esta conmoción acerca de los robots y otras formas de automatización? Parte de la respuesta está en que suena sofisticado y vanguardista, sobre todo entre los adeptos a la tecnología. Pero es también, como yo sostenía en aquel artículo de 2019, una forma de escapismo centrista. La verdadera historia de la desigualdad y el estancamiento de salarios en Estados Unidos tiene mucho que ver con el declive de los sindicatos y la pérdida de capacidad de negociación de los trabajadores; pero a algunos analistas les resulta incómodo hablar de relaciones de poder, y prefieren culpar a la tecnología. Podrían decirme que nada de esto es muy relevante para gobernar la ciudad de Nueva York, y en un sentido directo, claramente tienen razón. Pero si Yang llega a ocupar la alcaldía será porque los votantes tienen una vaga idea de que es un hombre con conocimientos profundos, que propone políticas progresistas inteligentes. Por desgracia, no es así.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción de News Clips
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