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Un megaparque eólico marino desafía al Empordà

Dos compañías proyectan ubicar 80 molinos de viento en el litoral de Girona, una provincia sin plantas de generación eléctrica

Dani Cordero
Una de las playas, en Roses, desde la que se podrán ver los molinos del parque Tramuntana.
Una de las playas, en Roses, desde la que se podrán ver los molinos del parque Tramuntana.Toni Ferragut

Unos ochenta molinos de viento de unos 260 metros de alto flotando en el Mediterráneo a unos 13 kilómetros del golfo de Roses, unos de los parajes más reconocibles del Empordà. Esa imagen forma parte de un proyecto impulsado por las compañías Blue Float Energy y Sener y es todo un desafío para Girona, una provincia muy dependiente energéticamente: Ni un parque eólico o fotovoltaico; las centrales de ciclo combinado (gas) y las nucleares quedaron siempre más al sur, o al norte, en Francia. En esas comarcas apenas hay unas pocas plantas de cogeneración vinculadas a instalaciones industriales. Es en ese oasis de generación eléctrica donde está previsto impulsar un proyecto que, por sí solo, en dos fases, podría alcanzar los 1.000 megavatios de potencia y generar cerca del 90% de la electricidad demandada en toda la provincia.

Sergi Ametller es uno de los responsables del proyecto, llamado Parque Tramuntana por el viento que se ha convertido en un emblema ampurdanés. Está convencido de la viabilidad del proyecto --“Es una de las pocas zonas viables en España y si queremos llegar a los objetivos para luchar contra el cambio climático lo tendremos que asumir”, defiende-- pese a los “miles de millones de euros” que costará, y que ha ganado probabilidades de salir adelante gracias a la lluvia de recursos que se espera del fondo europeo de recuperación.

Los promotores, sin embargo, deberán superar un escollo no menor: la oposición del territorio. Plataformas ciudadanas y algunos municipios que ya han mostrado su rechazo a ver trastocada su actual visión de la costa. El director general de Energía de la Generalitat de Cataluña, Manel Torrent, mostró su oposición a ese activismo hace apenas unos pocos días: “Tenemos más plataformas antirenovables que molinos instalados”.

Ametller intenta relativizar el impacto visual que tendrá el parque en el caso de que acabe instalado. Según su opinión, a lo largo del litoral entre Cadaquès hasta Begur “los molinos parecerán mástiles de veleros”. Pero esos mástiles en realidad tendrán 258 metros de alto, a los que se les debe añadir unas palas de 236 metros de longitud. “En la eólica marina se ponen pocos molinos, pero muy grandes”, certifica, en referencia a las experiencias ya conocidas en el mar del Norte y en la costa escocesa. En un principio, los responsables del proyecto querían instalar esos molinos en una franja que se alejaba entre 10 y 22 kilómetros de la costa. Las primeras conversaciones con los municipios han hecho recular todo el proyecto tres kilómetros mar adentro y todo apunta que podría haber más renuncias para alcanzar un acuerdo.

La ubicación será una zona de veda a la pesca, y el parque quedaría delimitado por diferentes zonas de especial sensibilidad ambiental. Al oeste hay una zona de especial protección de aves (ZEPA) y un corredor de cetáceos y al norte un lugar de importancia comunitario (LIC). Pese a quedar encajonado, es un lugar privilegiado por la calidad y la cantidad del viento: 4.000 horas al año.

“Buscaremos el consenso”, asegura Ametller, quien considera básico una interlocución directa con los pescadores para facilitar la implantación definitiva del proyecto. Torrent aplaude la búsqueda de consensos por la que están optando los promotores: “Lo están haciendo bien porque están hablando con todo el mundo. Y es un proyecto positivo para el territorio, porque además de ser renovables no ocupa espacio sobre el territorio”.

En marcha en 2026

El proyecto está en pleno proceso de promoción y la alianza empresarial no prevé solicitar al Ministerio de Transición Ecológica la licencia hasta el verano para avanzar en los acuerdos. A partir de ahí, todo tendría que ser muy rápido si se quiere optar a los fondos comunitarios. En diciembre de 2026 debería estar en marcha al menos la primera fase de todo el proyecto, que contempla entre 30 y 40 molinos instalados para alcanzar los 500 megavatios de potencia.

Otra cuestión que amenaza al proyecto es el deseo de los ayuntamientos de que la conexión eléctrica una vez salga del mar sea soterrada, la misma opción que se siguió para la línea de muy alta tensión en Girona ante la oposición local. Esa tecnología acaba siendo mucho más cara para un proyecto caro a causa de la necesidad de que los molinos floten. El motivo no es otro que la morfología del fondo marino del Mediterráneo, con una gran profundidad pocos centenares de metros después de la costa. Por esa razón se ha optado por molinos flotantes y no los clásicos enclavados en la plataforma marina.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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