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El ‘milagro’ de los vinos de Rueda se topa con la realidad

La denominación de origen castellana ha impulsado los blancos, pero su modelo, basado más en cantidad que en calidad, presenta algunas grietas

Un hombre supervisa las viñas del Grupo Yllera en Rueda.
Un hombre supervisa las viñas del Grupo Yllera en Rueda.Rodrigo Jiménez (EFE)

Los vinos blancos y el verdejo han sido los dos caballos sobre los que ha cabalgado en los últimos años Rueda, pasando de ser una denominación de origen (DO) de segunda a colocarse como la segunda por su volumen de ventas, solo por detrás de Rioja, con una cuota del 11,4%. Es el milagro de Rueda. Sus vinos blancos suponen hoy nada menos que el 39% de todos los vinos blancos con denominación de origen que se comercializan en España. Eso sí, hay que tener en cuenta que no todos los vinos verdejos se elaboran en Rueda, sino que también se obtienen en otras denominaciones, ni todos los vinos de Rueda son de la variedad verdejo; también se cultivan de forma minoritaria otras variedades como la viura, palomino o sauvignon blanc.

En el haber de Rueda se halla, no solo el haber expandido sus vinos, sino además el haber dado visibilidad y recuperado el consumo de los blancos frente al peso dominante de los tintos para lograr ya una cuota de casi el 30%. Pero tanto crecimiento y tan rápido también ha despertado dudas en la propia DO sobre cómo se han hecho la cosas y la necesidad de cambios.

“La clave de esta evolución de la demanda”, señala su director general, Santiago Moro, “ha sido el haber logrado un éxito absoluto desde la perspectiva de la confianza del consumidor con una apuesta por un producto de calidad a un precio competitivo”. Pero, llegados este punto, con un descenso del 10,4% en las ventas por la pandemia, una cifra inferior al conjunto del sector, se impone una reflexión a futuro. “El hecho de que la demanda interior haya absorbido todos los aumentos de la producción ha provocado que haya habido una cierta despreocupación por los mercados exteriores. Vamos a potenciar la oferta de vinos de más calidad frente al volumen y la pandemia nos ha enseñado, además, la necesidad de potenciar la marca Rueda, donde el verdejo no deja de ser un tipo de uva, así como la diversificación de los canales de venta y de los mercados”, añade Moro.

En 2020, frente a los crecimientos continuados y en algunos casos espectaculares registrados en la comercialización, las ventas descendieron el 10,4%, caída en principio achacada a la pandemia. Pero los datos ya habían dado algún síntoma de cansancio en la escalada cuando se registraron crecimientos de solo el 3% en 2015 y 2016 y una caída del 10,5% en 2018, lo que ha supuesto no meter la cabeza bajo el ala y abordar frontalmente la situación. Parar el carro y mirar el camino.

En esta línea, desde la perspectiva de la producción, se ha decidido la estabilidad en las nuevas plantaciones a la hora dar autorizaciones en los últimos años.

El Consejo ha modificado diferentes normas para la elaboración de los vinos, con la creación de una nueva categoría que se denominará Gran Vino de Rueda y que se deberá obtener de uvas procedentes de viñedos con una edad mínima de 30 años. Al mismo tiempo, frente a la posibilidad de producir hasta 10.000 kilos por hectárea según variedades, se plantea limitar a 6.500 kilos y reducir igualmente los rendimientos en lagar al 65%. La necesidad de lograr una oferta más diferenciada ha dado lugar también en los últimos años a que diferentes bodegas hayan introducido en sus procesos de elaboración nuevos recursos como más barricas o los huevos de hormigón para dar un mayor valor al verdejo de Rueda. La bodega Protos ha sido la primera en sacar en la denominación de origen un vino blanco reserva, señala su director general, Carlos Villar.

Desde la perspectiva comercial, para evitar colapsos, el futuro de la DO apunta también a potenciar el exterior. Actualmente el vino de Rueda se comercializa en un centenar de países, pero sus ventas solo suponen un 13% de la producción, lo que supone la necesidad de poner en marcha una campaña de promoción que se espera será larga, aunque la variedad ya sea conocida en países como Alemania u Holanda. Y, en lo que afecta a la comercialización en España, las ventas de la DO se distribuyen entre un 32,8% en los canales de la alimentación y el 44,5% en la hostelería, desequilibrio que ha afectado negativamente a las ventas en el periodo de pandemia y que se debería recortar.

Aunque los vinos blancos de Rueda y concretamente el verdejo, hayan experimentado en los últimos años una explosión de ventas e imagen en los mercados, la realidad es que los vinos de esa zona y concretamente el verdejo tienen una historia de mil años desde que, previsiblemente, en los procesos de repoblación los mozárabes llegaran con esa variedad que se cultivaba en el norte de África en terrenos de cascajo pobres, suelos que permiten un buen drenaje, airea la tierra y evita el desarrollo de enfermedades. Ello no impidió que la filoxera se llevara por delante la mayor parte de las 90.000 hectáreas que se dice había a finales del siglo XIX.

Los vinos de la zona de Rueda ya eran famosos en los siglos XVI y XVII, siendo consumidos en la corte. De ellos ya hablaban escritores como Lope de Vega, Quevedo o Cervantes cuando señalaba en una de sus obras que “El vino de Alaejos sustenta a niños y viejos”.

70 municipios

La Denominación de Origen Rueda data de 1980 y fue la primera de Castilla y León. Prácticamente hasta la última década había mantenido una situación de estabilidad. Sin embargo aupada por la receptividad de la demanda, registró una eclosión de superficies de cultivo en los más de setenta municipios que la conforman, fundamentalmente en las provincias de Valladolid y Segovia, pasando de 10.000 a 20.000 hectáreas, de las que 17.000 corresponden a la variedad verdejo. En su conjunto, se trata de una superficie con una parte muy importante de viñedos jóvenes, pero donde también se hallan unas 1.500 hectáreas que resistieron la plaga de la filoxera venida de Francia finales del siglo XIX. Ese aumento en las superficies se ha ido reflejando en los niveles de comercialización, que pasaron de una media por debajo de los 50 millones de botellas a los entre 83 y 93 millones de las últimas campañas, cuando su valor en origen ascendió a unos 300 millones de euros.

El auge de los vinos de Rueda ha tenido un efecto directo en el sector bodeguero. De una parte, con la ampliación y modernización de las bodegas que estaban ya instaladas en la zona y, por otra, con la llegada de prácticamente todos los grandes grupos nacionales vitivinícolas. Ello ha supuesto que en la actualidad haya más de setenta bodegas en la DO, de las que casi la mitad han desembarcado en los últimos diez años. En esa lista se hallan bodegas viejas como la cooperativa Cuatro Rayas o Félix Sanz y otras como García Carrión, Félix Solís, Beronia, Yllera, Ramón Bilbao, Protos, Palacios, J. Pariente, Torres, Marqués del Riscal o Matarromera, que realizaron inversiones por encima de los 100 millones de euros y que han vivido una fuerte revalorización de los viñedos.


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