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La UE toma la iniciativa para lograr más transparencia en los impuestos que pagan las multinacionales

Los ministros de Industria resucitan la propuesta de que los grandes grupos declaren lo que tributan al fisco en cada país

La ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, aplaude durante un acto en el ministerio
La ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, aplaude durante un acto en el ministerioEduardo Parra (Europa Press)
Lluís Pellicer

Europa se ha decidido a evitar una destrucción masiva de empresas y empleos por la pandemia, aunque el precio sea un elevado endeudamiento. Y ante las crecientes necesidades de financiación, la mayoría de los socios de la UE quiere cerrar el boquete fiscal que las grandes multinacionales, en especial las tecnológicas, dejan en sus haciendas. Los Veintisiete resucitarán este jueves el proyecto de directiva que obliga a las empresas a publicar los beneficios y los impuestos que pagan país por país y su actividad en jurisdicciones consideradas opacas. Según fuentes diplomáticas, el texto, que fue bloqueado por 12 países en 2019, cuenta ya con los apoyos suficientes para salir adelante.

La Unión Europea busca fórmulas para poner coto a la creatividad fiscal de los gestores de las grandes corporaciones. Bruselas espera que los nuevos vientos de cooperación con Washington permitan desatascar una reforma a escala global del impuesto de Sociedades, que se está negociando en el marco de la OCDE y que supondrá una reubicación tributaria de 100.000 millones de dólares (82.000 millones de euros). Hasta que se alcance ese acuerdo, la UE quiere ir metiendo presión a las multinacionales para que paguen impuestos allí donde hacen negocio.

La Comisión Europea lanzó en 2016 una propuesta de directiva para que las grandes corporaciones tengan que realizar un striptease fiscal. De acuerdo con ese texto, las corporaciones que operen en el mercado único que facturen más de 750 millones de euros anuales deberán publicar los beneficios que obtienen y los impuestos de Sociedades que abonan país por país. Esa información, hasta ahora solo en manos del fisco de cada Estado, deberá ser pública en un ejercicio de transparencia que busca poner en evidencia dónde tributan esas compañías. Además, las multinacionales deberán detallar también sus actividades en países que estén en la lista negra de paraísos fiscales de la UE.

Los ministros de Industria de los Veintisiete volverán el jueves a examinar esa carpeta en el Consejo de Competitividad, que tendrá lugar a través de videoconferencia. Y en esta ocasión, hay una mayoría de países para sacarla adelante. La propuesta —que desde el principio ha sido respaldada con firmeza por España, Italia y Francia— ya fue examinada y votada a finales de 2019, cuando se topó con la negativa de 12 países, en especial Luxemburgo, Irlanda, Chipre, Malta o Suecia.

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Esos países argumentaron que la base legal de la propuesta era errónea, puesto que no era un asunto sobre industria, sino sobre fiscalidad. La diferencia entre una cosa u otra es abismal: la medida requiere de la improbable unanimidad de los Veintisiete para ser aprobada en el consejo de ministros de Finanzas (Ecofin), mientras que en el foro que reúne a los ministros de Industria necesita una mayoría cualificada —un 55% de los países miembros que representen el 65% de la población—. A a la presidencia de turno de la UE, que este semestre recae en Portugal, le salen ya los números, según fuentes diplomáticas. “Todavía hay algunos países que se resisten, pero otros que tenían dudas van a respaldar la propuesta al ver que ya hay una mayoría”, sostienen estas fuentes.

Cambios en el texto

“Durante el consejo de Competitividad, los ministros deberán evaluar la propuesta pactada, que integra cambios en el texto original”, afirman otras fuentes diplomáticas consultadas, que celebran el intento de sacar adelante el texto “después de cinco años de negociaciones en el consejo y un punto muerto de más de un año”. Los principales cambios están en la introducción del texto legal, donde se pone énfasis en varias ocasiones en que el propósito de ese ejercicio es el de aportar “transparencia” y “responsabilidad” para calmar los ánimos entre los socios más beneficiados por las piruetas fiscales de las grandes corporaciones.

Las mismas fuentes explicaron que la discusión de los ministros debe servir para remachar un trabajo que se viene haciendo desde hace semanas a nivel técnico. Sin embargo, los titulares de Industria no votarán todavía la propuesta el jueves, al tratarse de un consejo por videoconferencia. En caso de que la presidencia de la UE concluya que el acuerdo es posible, el expediente se remitirá a la próxima reunión de embajadores de cada país para que puedan formalizar su apoyo. Fuentes diplomáticas sostuvieron que esa cuestión no se pondrá en la agenda de los representantes hasta que termine el debate entre ministros. Una vez aprobado, el texto deberá ser negociado con el Parlamento Europeo.

El eurodiputado y coordinador de Asuntos Económicos y Monetarios del grupo socialdemócrata, Jonás Fernández, pidió a los países “valentía” para sacar adelante esa norma y recordó que “ahora que los gobiernos, con dinero público, están ayudando a las empresas a superar los efectos de la pandemia, es todavía más necesario garantizar que las multinacionales pagan lo que les corresponde”.

“La aprobación del informe país por país por parte del Consejo será una victoria largamente esperada en la lucha por la justicia fiscal europea”, sostiene el eurodiputado de Los Verdes Ernest Urtasun (Catalunya en Comú). Para el grupo parlamentario, la “transparencia” de cuántos impuestos pagan las multinacionales y de su “actividad real” será “clave” para acabar con “los esquema de elusión, el dumping fiscal y otras malas prácticas tributarias”. “La información desglosada por países reducirá la de acuerdos fiscales secretos entre grandes empresas y países de la UE que tantas veces hemos denunciado”, agregó el eurodiputado.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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