Luis Carranza: “La economía de América Latina volverá al nivel precrisis en 2023”
El jefe del segundo banco de desarrollo regional alerta del “gran riesgo” que podría suponer cualquier retraso en el proceso de vacunación en el bloque respecto al resto del mundo. “Si un país tiene margen fiscal, ha de utilizarlo”, remarca
El presidente de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, Luis Carranza (Lima, 1966), atiende a EL PAÍS en los últimos compases de un año particularmente duro, en el que las necesidades de financiación de los países latinoamericanos se han disparado como consecuencia directa de una pandemia que ha arrastrado a la región a su mayor escabechina económica en 120 años. El organismo cerró 2020 con un récord histórico de aprobaciones (más de 14.000 millones de dólares, 2.000 más de lo previsto a principios de 2020) y de desembolsos (10.000 millones). Pero no es suficiente: ya tiene una hoja de ruta para ganar músculo financiero mediante una recapitalización exprés, “voluntaria y selectiva”, consciente de que muchos países accionistas no tienen ahora —todavía en plena crisis sanitaria— capacidad para poner ni un centavo más.
Pregunta. ¿En qué punto está la economía de la región tras el peor año en más de un siglo? ¿Pesa más la esperanza por las vacunas o las heridas de 2020?
Respuesta. Lo fundamental es tener el control de la situación sanitaria. El inicio del proceso de vacunación es algo muy muy positivo, y esperemos que el despliegue logístico y el acceso sea lo más rápido posible.
P. ¿Teme que la vacunación avance con retraso respecto al resto del mundo y, muy particularmente, respecto al resto de países emergentes?
R. Ese es el gran riesgo que tenemos ahora. Y hay, también, una gran dispersión entre los diferentes países de la región respecto al avance que tienen en el proceso de adquisición de vacunas y el despliegue que pueden tener.
P. Es el bloque más golpeado del mundo en desarrollo, y la Cepal lleva tiempo hablando sin tapujos de una nueva década perdida. ¿Comparte esa visión?
R. El riesgo existe. Nosotros estamos viendo una caída del PIB del entorno del 8%, mejor de lo que teníamos hacia mitad de año, cuando veíamos más del 9%. Algunos países probablemente no caigan nada, como Paraguay, y otros caerán a dos dígitos, como Perú. En promedio, esperamos que la región recupere el nivel precrisis en 2023. Pero el PIB per cápita corregido por poder de compra no regresará al nivel de 2015 hasta, como pronto, 2025. Ahí sí es una década perdida.
P. Se tiende a hablar de la región como si fuese monolítica. Pero nada más lejos de la realidad. ¿Vamos hacia una recuperación a muchas velocidades?
R. Efectivamente. Tenemos, por ejemplo, a los países exportadores de materias primas, que han visto cómo estos productos han recuperado, en general, los niveles de precios que tenían a principios de año con excepciones como el petróleo, que sigue siendo la más castigada. Y hay, también, distintas condiciones fiscales en los países, con las necesidades de financiamiento rondan los 10 puntos del PIB por año y aumentos significativos de la deuda. Ahí nos está ayudando mucho la liquidez en los mercados internacionales.
P. La respuesta ha sido muy asimétrica: hasta el FMI urge a los países que tienen margen fiscal a usarlo. De entre los grandes, México ha optado por una aproximación fiscal bastante conservadora.
R. Si un país tiene margen fiscal, tiene que utilizarlo. Este es el momento en el cual uno tiene que utilizar todas las reservas que ha acumulado a lo largo del tiempo. Pero parte de la asimetría en la respuesta fiscal y monetaria depende de las condiciones previas a la crisis. A diferencia de en 2008 y 2009, cuando la región en general estaba en una situación muy sólida, esta recesión nos ha agarrado con grandes diferencias: Paraguay, Chile o Perú tienen niveles de deuda relativamente bajos, pero otros tienen situaciones muy complicadas.
P. Han crecido las voces que piden más acción a los bancos de desarrollo. ¿Está de acuerdo?
R. En plena crisis, nuestro plan era llegar este año a aprobaciones cercanas a los 16.000 millones de dólares. ¿Por qué nos hemos quedado finalmente en 14.000? Porque nuestros propios países no nos demandaron los recursos que en un primer momento consideraron, gracias a que las condiciones en los mercados empezaron a relajarse relativamente pronto, sobre todo para aquellos países con grado de inversión. Eso hizo que no necesitasen el apoyo de los bancos de desarrollo que originalmente habían pensado. Y, luego, algunos Congresos no han aprobado los créditos que habíamos negociado por el nivel de tensión política interna. Ahora, yo creo que los bancos de desarrollo tenemos que jugar un proceso muy importante en el proceso de recuperación: somos una palanca financiera muy importante, no solo por los recursos sino por la orientación que les damos, que es básicamente infraestructura productiva y social. Queremos seguir siendo relevantes para los países en los próximos dos o tres años. Este va a ser un proceso de recuperación lento que va a requerir apoyo financiero para lograr una convergencia suave en su consolidación fiscal.
P. ¿Es necesaria una recapitalización de CAF?
R. Es un proceso que ya hemos empezado: En diciembre hemos propuesto a nuestro directorio un proceso de capitalización voluntario y selectivo, y lo primero que vamos a hacer en enero y febrero es recoger las demandas de todos los países para los tres próximos años. Y en marzo vamos a llevar una propuesta concreta, con números, de lo que necesitaría cada uno de ellos.
P. ¿Por qué voluntario y selectivo?
R. Porque las condiciones de acceso a los mercados financieros no son las mismas [en cada país] y una capitalización tradicional sería muy complejo de llevarla adelante: algunos tienen spreads [el diferencial entre su coste de financiación y el de EE UU] por encima de los 100 puntos básicos y otros en el entorno de los 1.000. Esas diferencias se han ampliado significativamente en la última década, y la crisis no ha hecho sino acentuarlas.
P. En plata: que algunos países den el visto bueno, pero que no aporten dinero.
R. Efectivamente, podrían darse esos casos. Lo bueno de que sea un proceso voluntario y selectivo es que algunos países pueden aprobar la medida sin entrar en el proceso de capitalización.
P. El otro gran banco de desarrollo regional, el BID, está viviendo un proceso especialmente convulso, con la polémica elección de Mauricio Claver-Carone, un hombre de Trump que no es visto precisamente con buenos ojos en muchas capitales latinoamericanas. ¿Puede la CAF aprovechar esta situación?
R. Acá no hay competencia: hay colaboración y trabajo conjunto para apoyar a los países en busca de la prosperidad y el desarrollo. Con el BID tenemos una larga tradición de colaboración. Yo, personalmente, tengo una muy buena relación [el presidente saliente] Luis Alberto Moreno y hemos establecido contacto con el nuevo presidente y estamos dispuestos a trabajar. Lo peor que le puede pasar a la región es que el principal actor en banca de desarrollo, que es el BID, no esté a la altura de las circunstancias. Hay un tema político que esperamos que se resuelva pronto y que tenga todo el respaldo de los países para que el nuevo presidente pueda trabajar.
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