Arrecia el debate sobre cómo pagar la factura de la crisis
La pandemia dejará un enorme agujero en las cuentas públicas de medio mundo y obligará a un ajuste para garantizar la solvencia
La crisis económica causada por la covid-19 está lejos de terminar, pero en distintas latitudes ya ha comenzado el debate sobre cómo pagar la enorme factura que está dejando. Bruselas ha propuesto crear nuevos impuestos para recaudar 44.000 millones con los que pagar parte del fondo anticrisis; en Latinoamérica ha vuelto a saltar a la palestra la subida fiscal a los más ricos; países como Arabia Saudí han incrementado sus gravámenes y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ve “inevitable” una próxima reforma fiscal. Porque pese a las dudas que rodean este tsunami sanitario, está claro que tendrá un importante efecto secundario y dejará tiritando las finanzas públicas de medio mundo.
La caída de ingresos provocada por el parón de la actividad y el aumento del gasto para atender la emergencia dejará una factura gigantesca. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la deuda global alcance el 101,5% del PIB en 2020, casi 20 puntos más que en 2019. “Está claro que los gastos corrientes habrá que pagarlos con impuestos. Pero, ¿deberíamos pagar toda esta crisis con ellos? No, no del todo”, zanja Pascal Saint-Amans, director del Centro de Política Fiscal de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). “El error de 2008 fue intentar hacer una consolidación fiscal demasiado pronto y eso mató el crecimiento”.
Una opinión que va calando entre los expertos: un ajuste ahora agrandaría la factura después, ante una crisis que poco comparte con la Gran Recesión. Es distinto su origen, alcance y la respuesta dada para contener los daños. Los Gobiernos se han movido más rápido para evitar un descalabro mayor; los bancos centrales, de Tokio a Washington, de Fráncfort a Santiago de Chile, han inyectado casi ipso facto liquidez en los mercados. También es diferente el tiempo previsto para la recuperación: todos los organismos esperan un fuerte rebote en 2021, que sin embargo será insuficiente —salvo en Asia y algún país en desarrollo—para recuperar por completo el terreno perdido. Menos aún para devolver a los niveles previos unas cuentas que seguirán tensionadas por el lado del gasto. La primera receta que los expertos ponen sobre la mesa para afrontar los desequilibrios pasa por abordar reformas estructurales que permitan ganar productividad a la economía y allanen el camino para crecer más. Un crecimiento sólido es el principal remedio para cuadras las cuentas.
“Creo que aprendimos de los errores del pasado, pero no se pueden hacer milagros”, alerta Zsolt Darvas, del think tank Bruegel. “Cuando las economías comiencen a recuperarse llegará la pregunta difícil: ¿qué nivel de ajuste fiscal se requerirá?”. Un reciente informe de la OCDE reconoce que aún es pronto para saber cómo y cuándo atajar el desfase, y recuerda que no hay una receta universal. Cada Estado tiene soberanía fiscal, distintos mix de impuestos y puntos de partida.
Darvas cree que en Europa, donde la presión fiscal ya es elevada —el 41,7% en la zona euro, frente a la media 34% de la OCDE—, el ajuste no llegará hasta 2021 o 2022, y anima a que tenga una dimensión de 360 grados para abordar asuntos pendientes como el cambio climático o la tasa digital. “Los impuestos ambientales son bajos y sería razonable aumentarlos; otro tema que estaba en la agenda antes de la crisis es la forma de gravar a multinacionales como Amazon, Google o Facebook”. Dos planes que ya están sobre la mesa de Bruselas y que, en parte, coinciden con la receta del Banco de España.
El supervisor ha propuesto aumentar los tipos reducidos del IVA y los impuestos especiales, en particular los medioambientales, incorporar las propuestas de revisiones del gasto de la Autoridad Fiscal (Airef) y reformar la Seguridad Social para asegurar la sostenibilidad de las pensiones. Según la UE, España tenía en 2017 el tipo efectivo de IVA más bajo del bloque (8,5%) a pesar de que el tipo marginal (21%) está en la media y en 2018 las tasas verdes supusieron solo el 1,8% del PIB frente al 2,4% de la media comunitaria. El Ejecutivo, por su parte, está tramitando la tasa Google pese a las amenazas de Washington, que se ha descolgado de las negociaciones de la OCDE para diseñar un impuesto global.
“No creo que exista un consenso sobre la fiscalidad poscovid”, dice Edwin Truman, del think tank Peterson Institute. EE UU es, ahora mismo, el país más golpeado por el virus, tiene unas de las presiones fiscales más bajas de la OCDE (24%) y unas elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina. ”Quizás haya un pequeño ajuste en la seguridad social y soy algo más optimista sobre un impuesto al carbono”, añade.
Doble golpe
Esta crisis también será el primer shock verdaderamente global del siglo, con un inevitable efecto dominó que afectará duramente a los más rezagados. Las economías menos avanzadas tienen una baja presión fiscal —un 17% en media en África, por ejemplo— y, muchas de ellas, deudas más abultadas que hace una década con mayores porcentajes en manos extranjeras. Tampoco podrán apoyarse en el bálsamo de las materias primas: los precios se han desplomado y China, que al inicio de la Gran Recesión seguía creciendo cerca del 10% y ejercía un efecto arrastre, solo avanzará un 1% este año según el FMI, el ritmo más bajo desde los setenta.
“Esta crisis será peor para los países en desarrollo, pero puede ser una oportunidad para las reformas”, afirma Mark Miller, del Overseas Development Institute. Para los países de bajos ingresos, considera, hay margen para impulsar la fiscalidad verde o introducir tasas solidarias a los negocios que han tenido beneficios durante la pandemia.
Luego está América Latina, la región de las eternas reformas pendientes, que sufrirá el peor golpe entre las economías que no se consideran avanzadas: un batacazo del 9,4%, según el FMI. El área, que junto a EE UU es el nuevo epicentro del virus, ya crecía lentamente antes de la pandemia y tiene un margen fiscal limitado con sistemas regresivos. Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la Cepal (el brazo de la ONU para la región), considera imperativo ganar progresividad en sociedades y renta e iniciar la discusión para avanzar en impuestos a la riqueza. También reducir la evasión y la elusión. Estas medidas permitirán a la vez abordar uno de los “desafíos históricos de la región”: avanzar en la construcción de sistemas de protección social universales. “Una de las lecciones de esta crisis es que se deben aumentar los ingresos para crear un Estado de bienestar”, resume. “Hoy el debate es cómo enfrentar la pandemia, pero mañana se hablará de reformas”.
Respuestas extraordinarias ante una situación extrema
Una crisis excepcional como esta lleva al debate de si la respuesta también debería ser extraordinaria. La recesión que está provocando la pandemia será la más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Entonces, varios países adoptaron medidas extremas y temporales para repagar los costes acumulados. Estados Unidos, por ejemplo, elevó el tipo marginal máximo del IRPF por encima del 90%, y Alemania impuso un tributo transitorio a la riqueza, como recuerdan en un reciente artículo los economistas Gabriel Zucman, Emmanuel Saez y Camille Landais. En ello, los tres investigadores reproponen el modelo: sugieren crear un impuesto a la riqueza, “limitado en el tiempo y progresivo a escala europea” para costear la crisis, una idea parecida a la defendida por Joseph Stiglitz y Thomas Piketty, que también abogan por una tasa digital y un tipo mínimo global para las multinacionales que brinde mayor justicia fiscal.
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