Merkel y Rutte reclaman el derecho de veto a las reformas financiadas por el fondo de recuperación
La Comisión Europea había propuesto una validación muy técnica para agilizar el desembolso
Alemania y Países Bajos abogaron durante la cumbre europea del viernes por un endurecimiento del control de las reformas financiadas por el futuro fondo de recuperación económica. La Comisión Europea había propuesto someter los planes nacionales de reformas a una verificación muy técnica en la que los Gobiernos de otros países apenas tendrían posibilidad de influir. Pero, según se desprende de la reconstrucción de la cumbre realizada por EL PAÍS a partir de fuentes diplomáticas y comunitarias, Berlín y La Haya reclaman que el Consejo de la UE, donde se sientan los 27 Gobiernos del club, pueda vetar un plan o determinadas reformas.
Mark Rutte, el primer ministro de Países Bajos, toma la palabra y un escalofrío recorre el palacio de la Moncloa en Madrid. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sabe, como el resto de los líderes participantes en la cumbre europea virtual del viernes, que Rutte marcará una posición muy dura sobre el Fondo de Recuperación propuesto por la Comisión Europea para paliar las consecuencias económicas de la covid-19. Y el neerlandés no se aparta un ápice del guion previsto.
Pero Rutte no se conforma con no ceder ni un milímetro en su posición. El líder liberal aprovecha también su intervención para lanzar desde La Haya una carga de profundidad que siembra la consternación a través de las pantallas de escucha, en particular, en la que tiene Sánchez delante. “Queremos que los programas nacionales de reforma no sean revisados solo por la Comisión, sino también por el Consejo. Y aprobados por unanimidad”, reclamó Rutte, según indican varias delegaciones.
La canciller alemana, Angela Merkel, también se mostró partidaria de ampliar el control del Consejo más allá de lo previsto en el proyecto de la Comisión. El plan de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, se reservaba el veredicto sobre la validez de los Programas nacionales de reforma y solo prevé la consulta con los Estados miembros a través de comités donde el organismo comunitario suele tener mayor capacidad para imponer su criterio.
Las reticencias de Merkel hacia ese modelo de control son compartidas por otras delegaciones. Pero ninguna parece ir tan lejos como para requerir que los programas se aprueban por unanimidad, tal y como sugiere La Haya. Aún así, incluso la propuesta de Merkel podría suponer que los planes se tuvieran que aprobar por mayoría cualificada en un Consejo donde la tramitación de las ayudas dejaría de ser fundamentalmente técnica y se cargaría de una imprevisibilidad política de difícil recorrido.
Sánchez, según las fuentes consultadas, no ve problemas en que la liberación de fondos esté supeditada a una condicionalidad ligada a los grandes objetivos de la UE, como la lucha contra el cambio climático o la digitalización. Pero España considera inaceptable la tentación de convertir el fondo en un instrumento para imponer reformas que no tienen nada que ver con la recuperación económica. La propuesta de Rutte, según fuentes diplomáticas, parece apuntar en esa dirección.
Una de las delegaciones consultadas resta hierro a la idea de Rutte y la atribuye a una táctica negociadora de situarse en posición extrema para llevar la zona de consenso hacia su lado. Fuentes españolas, en cambio, acogen con preocupación la idea “porque puede complicar la gobernanza del fondo hasta el punto de inutilizarlo”.
Fuentes diplomáticas holandesas confirman la demanda de Rutte. Y advierten que “no bromeaba”. Esas fuentes consideran que, dado que los préstamos comprometen a los Estados miembros a título individual, es normal que el Consejo se involucre en el control.
La bomba de Rutte fue uno de los puntos álgidos en una de las cumbres más cortas de la historia de la UE. Apenas cuatro horas de videoconferencia para una cita que, antes de la pandemia, se había convocado para dos días (jueves y viernes). El anfitrión digital, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, llegaba al encuentro con dos objetivos: conocer las líneas rojas de cada socio para la recta final de la negociación del fondo y evitar que se reabriera el debate sobre la necesidad de su creación.
Todas las delegaciones aceptaron, en efecto, la puesta en marcha del fondo. Pero los planteamientos de varios países, en particular los autodenominados frugales (Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca) auguran una durísima negociación y muchas dificultades para cumplir el objetivo de cerrar el acuerdo a finales de julio, tal y como desean numerosas delegaciones. La estrategia de Michel y de los líderes partidarios del fondo como Macron, Sánchez o el primer ministro italiano Giuseppe Conte, pasaba por mantener aislado el foco de resistencia de los halcones frugales y evitar que sumen aliados.
El plan de aislamiento estuvo a punto de fracasar varias veces durante la breve cumbre, según fuentes comunitarias, lo que denota la fragilidad de los equilibrios en el Consejo. El mayor riesgo fue la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, cuya durísima intervención contra el endeudamiento previsto para financiar el fondo sorprendió a las delegaciones del sur.
También el primer ministro de Letonia, Krisjanis Karins, amagó sumarse al bando contrario al fondo, al señalar que “no forma parte mi filosofía endeudarse sin saber cómo se va a reembolsar el préstamo”. Pero admitió que “estamos en tiempos excepcionales”. Alivio en las pantallas de las instituciones europeas y en las de las delegaciones meridionales. “En general”, apunta una fuente comunitaria, “no puede decirse que la atmósfera fuera mala ni que la cita no haya sido útil para avanzar hacia el acuerdo”.
La cumbre del viernes arrancó, como de costumbre con la intervención del presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, seguida por la de Von der Leyen y Christine Lagarde, presidenta del BCE, y el primer ministro croata, Andrej Plenkovic, en nombre de la presidencia semestral del club.
Lagarde advirtió a los líderes europeos que lo más duro de la crisis está por llegar, pero que los mercados anticipan un rápido acuerdo sobre la respuesta europea. Pero alertó de que un descarrilamiento de las negociaciones o una dilación excesiva podría desencadenar peligrosas turbulencias bursátiles y financieras.
Von der Leyen defendió su propuesta de crear un Fondo de Recuperación de 750.000 millones de euros para cuatro años, vinculado a un Marco financiero plurianual de 1,1 billones de euros para el período 2021-2027. La presidenta de la Comisión se vio obligada a fajarse también en la defensa de unas cuotas de reparto que otorgarían a España e Italia el 40% de los subsidios previstos.
Tanto los frugales como Bélgica o Irlanda defienden introducir criterios diferentes para obtener una parte mayor de la tarta. Algunas delegaciones quieren que se tomen en cuenta las previsiones de crecimiento; otras, la mortalidad causada por la covid-19. Von der Leyen insistió en que su baremo, basado en la tasa de paro de los últimos cinco años, es el que mejor refleja las vulnerabilidades que la pandemia ha puesto de manifiesto en países como España. La canciller Merkel, por su parte, descartó tomar en cuenta el número de fallecimientos y pidió que solo se compute el impacto socioeconómico de la crisis.
Hartos de pantallas
De la quinta cumbre virtual desde que estalló la pandemia (tres en marzo, una en abril y la del viernes) sí emergió un rápido consenso sobre sin necesidad de largas deliberaciones: los 27 Gobiernos de la UE están hartos de videoconferencias y confían que esta haya sido la última cita durante mucho tiempo.
La distancia digital, según coinciden todas las fuentes, ha complicado aún más unas negociaciones ya de por sí enrevesadas. “Las videoconferencias son solo el 20% de efectivas que las cumbres presenciales”, apunta una fuente diplomática. “Los líderes”, añade un alto cargo comunitario, “saben que hay muchos oídos escuchando y se limitan a repetir sus líneas rojas, sin apenas variación, para no comprometer su posición en la negociación”.
Las imágenes de los primeros minutos de la cumbre muestran, en efecto, que Pedro Sánchez llega acompañado hasta la pantalla y al menos dos personas de su equipo se sitúan detrás de ella a escuchar. El presidente francés, Emmanuel Macron, asiste a la cumbre desde una larga mesa en la que se sientan también sus asesores. Las escenas son muy parecidas en la mayoría de 27 capitales.
El atrincheramiento se acentúa, según una fuente de la negociación, “porque no se pueden hacer encuentros bilaterales o reuniones por separado sobre los puntos más conflictivos para cada delegación”.
En el caso de los presupuestos y del fondo de recuperación se añade la aparición del bloque formado por los cuatro frugales que, incluso antes de la pandemia, se negaron durante la última cumbre presencial (20 de febrero) a participar por separado en cualquier reunión. Esa dinámica, señala una fuente presente en las cumbres dese hace años, hace muy difícil el regateo y la búsqueda de un terreno común que suele representar el interés europeo y no una mera suma de intereses nacionales. “Y los frugales se mantuvieron así en la cumbre del viernes”. El primer ministro sueco, el socialista Stefan Löfven, asumió el papel de portavoz oficioso del grupo. “Aunque lo cierto es que luego hablaban los cuatro”, recuerda una fuente que siguió la videoconferencia. “Y los cuatro empezaban casi siempre igual sus intervenciones: me sumo a lo que han dicho mi colega”.
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